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Cuando menos es más: El dibujo minimalista como recurso emocional en novelas gráficas

Lo confieso: al comienzo de mi etapa como lectora de cómics creía que una buena novela gráfica tenía que estar repleta de detalles y planos hiper trabajados que parecieran obras de arte como en *Mi amigo Pierrot* o *Balada para Sophie* que te dieran ganas de parar en cada una de las páginas y acariciar los contornos en busca de detalles. Sin embargo, cuanto más tiempo pasa, cuanto más leo sobre el género y más obras de La cúpula caen en mis manos, más me voy dando cuenta de que a veces algunas novelas gráficas piden un dibujo sencillo y algo sloppy porque esto es, precisamente, lo que hace que funcione la crudeza de su mensaje.

En este post me gustaría compartir con vosotros mi perspectiva de cómo el minimalismo gráfico se ha convertido en un recurso narrativo imprescindible para muchas autoras y autores contemporáneos. Desde el trazo inestable de Mirion Malle en Por si desaparezco (La Cúpula, 2025), hasta joyas de editoriales de Astiberri, el dibujo austero se erige como espejo y testigo de las emociones humanas más crudas.

Porque a veces, menos no solo es más: es lo único necesario.

Minimalismo gráfico y emoción: ¿por qué “menos es más”?

Muchas de las novelas gráficas, especialmente aquellas con un componente autobiográfico potente, se caracterizan porque tienen un estilo visual simplificado que a menudo podría tildarse de minimalista. Emplean, para ello, planos sencillos que se centran en la figura protagonista, líneas básicas y a menudo poco definidas como si estuvieran esbozados a mano a toda velocidad y un uso limitado del color (reduciendo la paleta a menudo a blancos y negros o dos tonos como máximo).

Este tipo de dibujo que puede descolocar a los foráneos del estudio del cómic y del dibujo (y que me chocó a mí personalmente en un primer momento) tiene una explicación y una función que hacen que, en el fondo, cuanto más te sumerges en la historia, más te funcione.

Las razones por las que esto sucede son varias. Por un lado, porque los dibujos sencillos y simples ayudan mucho a que el lector se sienta identificado con el personaje. Autoras como Sarah C. Andersen han conseguido un éxito internacional enorme, en parte debido a que cualquiera puede identificarse con esa silueta de niña-bollito de pelo oscuro y jersey a rayas.

Esto, con otras palabras, es exactamente lo que comenta Scott McCloud en Entender el cómic, donde dice que «cuanto más sencillo es un rostro, más personas pueden verse reflejadas en él». Es decir, que los estilos más caricaturizados nos ayudan a vernos a nosotras mismas en el personaje y que, además, estas facilitan una conexión con el lector.

Como es evidente, es más fácil sentir empatía por los monigotes y dibujos sencillos que nos encontramos en estos cómics que por otras ilustraciones más detalladas. Y es que este tipo de trazos inestables facilita que el autor traslade estados anímicos o crisis de forma muy gráfica y simbólica y les ayuda a plantear y representar emociones abstractas como la ansiedad, la depresión, la nostalgia, etc. Por ejemplo, en cómics sobre salud mental, como la obra autobiográfica de Kabi Nagata, es común ver sombras, trazos irregulares o espacios vacíos que encarnan visualmente sentimientos internos.

Al mismo tiempo, el hecho de que el dibujo sea totalmente minimalista permite que centremos la atención en las emociones. Este estilo, que vacía las viñetas de paisajes, detalles y pequeños elementos, permite al lector centrarse en las expresiones y los gestos y ayuda a trasladar mejor emociones y la transcendencia política y simbólica de muchas historias.

Por todas estas razones, el estilo minimalista es tan querido por muchos autores. Yo he seleccionado solo algunas para ilustrar este planteamiento, aunque seguro que allí fuera hay muchos más que te vendrán a la cabeza.

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Por si desaparezco: la depresión productiva a través de un estilo de trazo irregular

Por si desaparezco es, claramente, el primer ejemplo que me viene a la cabeza al pensar en historias desgarradoras, potentes y con dibujo minimalista. Publicado en febrero de 2025 por La Cúpula, Por si desaparezco es la última novela gráfica de la autora e ilustradora franco-canadiense Mirion Malle, ya conocida por títulos como La ligereza y Cuidarse a uno mismo con cómics. En esta ocasión, Malle nos sumerge en el día a día de Clara, una joven escritora atrapada en la precariedad laboral, la parálisis creativa y una depresión que se manifiesta con un dolor seco, constante y cada vez más insoportable.

Lejos de ser una historia edificante o reconfortante, Por si desaparezco es un retrato honesto —y a veces brutal— de lo que significa vivir con una salud mental frágil en un mundo que exige rendimiento y productividad constantes. Y lo más desolador es que lo hace sin alzar la voz, sin golpes de efecto ni recursos melodramáticos: desde un trazo sencillo, precario, inestable, grueso, deformado, a veces que nos va mostrando la soledad y el autoabandono de alguien que se aleja del mundo.

En un primer momento, cuando Por si desaparezco cae en tus manos, el dibujo parece irregular y extraño: los fondos están vacíos, la protagonista y sus proporciones van cambiando y da la sensación de que te encuentras con un webtoon o un esbozo más que de un producto acabado, pero conforme la historia va avanzando comprendes que el guion y el dibujo casan perfectamente. Y es que esta forma de ver la vida sin detalles, color ni matices que padece la protagonista y su forma de percibir la realidad es lo que representa el dibujo: el trazo irregular simboliza su tristeza y accesos de pánico y la ausencia de detalle, la falta de motivación para vivir.

El dibujo, de esta forma, se convierte en toda una maravillosa declaración de principios.

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Depresión, soledad y alcoholismo autobiográfico: el ejemplo de Kabi Nagata

Otra autora que se ha hecho especialmente famosa con un estilo minimalista, viñetas vacías y primeros planos de personaje roto y deformado por las emociones es la japonesa Kabi Nagata (永田カビ). Nacida en 1987, esta mangaka japonesa es una pionera en el género conocido como el tojisha manga, o manga centrado en experiencias alrededor de la idea de la salud mental. En sus obras, publicadas en España bajo la licencia de Fandogamia, la autora abre su corazón para mostrarnos sus problemas con el alcoholismo, la distancia emocional que siente con su madre, su incapacidad para mantener cualquier trabajo y la depresión que la va aplastando día tras día.

Para ello, su obra, que comienza con Mi experiencia lesbiana con la soledad y continúa con *Diario de intercambio conmigo misma 1 y 2 (sin tener en cuenta otras obras independientes de la misma temática de la autora como *Acabé hecha un trapo huyendo de la realidad y *Guerrera errante)* emplea a menudo viñetas muy vacías con deformaciones de su propio personaje, exageraciones de sus emociones y de sus estados de ánimo y una gran cantidad de texto que funciona de alguna manera de altavoz de su monólogo interno. Una de las cosas más ilustrativas precisamente de la obra es cómo, a lo largo de los tomos, el dibujo del manga se va volviendo más y más minimalista y descuidado, demostrando de alguna manera la incapacidad de la propia autora o quizás representando de una forma fidedigna y real el peso de las exigencias de la vida y lo limitante que es la depresión a la hora de percibir el mundo que nos rodea.

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Minimalismo gráfico: de Marjane Satrapi a Chris Ware

El recurso no es exclusivo de Malle. Marjane Satrapi, con Persépolis (publicada en España por Reservoir Books), demostró que la bidimensionalidad y la falta de detalles pueden convertirse en armas poderosas para narrar la opresión política y la pérdida de la infancia.

Publicado entre 2000 y 2003, Persépolis es la autobiografía gráfica de una infancia interrumpida por la Revolución Islámica y una juventud desgarrada entre Viena y Teherán. Dibujado en blanco y negro, con personajes casi icónicos, el estilo recuerda más a un mural de denuncia política que a una ilustración clásica. Y ahí radica su fuerza.

Satrapi no dibuja sombras ni perspectiva, pero deja claro que vivir entre dos mundos —el de la libertad y el de la represión— te obliga a dibujarte a ti misma desde cero. Lo hizo con tanta contundencia que ganó el Premio del Jurado en Cannes por su adaptación al cine y fue nominada al Oscar. En 2024, recibió el Premio Princesa de Asturias por toda su obra.

Otro ejemplo clave: Jimmy Corrigan, el chico más listo del mundo de Chris Ware (Pantheon Books), donde la frialdad casi clínica del minimalismo arquitectónico subraya la soledad y alienación de su protagonista. Ware lleva el minimalismo al extremo: planos cenitales, repeticiones casi obsesivas, paletas desaturadas y espacios que aplastan al personaje.

Biblioterapia, empatía y trauma: el impacto real

No es casual que muchas de estas obras se utilicen en procesos de biblioterapia. Como explica Annette R. Federico en Engaging the Emotions in the Classroom, la literatura visual minimalista ayuda a exteriorizar sentimientos que de otro modo quedarían encapsulados.

Desde Daytripper (Fábio Moon y Gabriel Bá) hasta Fun Home, estas narrativas gráficas logran algo insólito: que el lector no solo lea una historia de trauma, sino que la sienta, la transite, la atraviese. Y precisamente la renuncia al detalle extremo favorece este fenómeno, dejando espacio para que cada lector coloque ahí su propia angustia, su propia versión de los hechos.

Conclusión: la revolución silenciosa

Las novelas gráficas minimalistas son una pequeña revolución silenciosa dentro del cómic contemporáneo. Se rebelan contra la necesidad de "lucirse" técnicamente y reivindican la honestidad emocional como máxima aspiración artística.

Al igual que las brujas literarias que se niegan a ser encasilladas —como reflexionábamos juntas en aquel otro viaje por Macbeth, Carmilla o Circe—, estos cómics minimalistas desafían la norma: renuncian al artificio para contar la verdad más incómoda. Y es en esa decisión valiente donde reside su belleza, su rareza y su necesidad.

Quizá, la próxima vez que abramos una novela gráfica y nos parezca basado en un dibujo muy sencillo, deberíamos detenernos un segundo y recordar: a veces, la línea más fina es la que deja la herida más profunda.

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