¿Qué consecuencias le esperan a alguien que decide ignorar su paralizante depresión y evadirse con el alcohol? Kabi Nagata, la mangaka autobiográfica que ya nos había enamorado con Mi experiencia lesbiana con la soledad, volumen en el que relataba cómo contrató a una prostituta solamente para que le abrazara; y que narró de forma pormenorizada cómo lidia con su depresión en Diario de intercambio conmigo misma (dividido en dos partes y publicado por Fandogamia), vuelve con Acabé hecha un trapo huyendo de la realidad.
En este pequeño manga autobiográfico que decide imprimir por primera vez en tonos naranjas (cuando su anterior serie era siempre rosa), Kabi nos narra las consecuencias y represalias que tiene que soportar tras decidir evadirse de su vida y sus problemas empleando el alcohol.
Así, este manga se nos presenta una vez más como una autobiografía ficcionada, cruel y realista, que le pone rostro al alcoholismo, los problemas médicos como la pancreatitis y que sigue, de alguna forma, rezumando un increíble sentimiento cargado de soledad.
Resumen de Acabé hecha un trapo huyendo de la realidad.
Kabi Nagata, mangaka y joven autora, ha sido hospitalizada por pancreatitis aguda. ¿A quién le sorprende? Desde la cama del hospital, alimentada a base de gachas aguadas y fruta hervida con azúcar, Kabi nos relata cómo durante años ha permanecido todo su tiempo consciente completamente borracha para poder sobrellevar el peso de su existencia. Solamente bebiendo es capaz de dibujar manga, llegar a las entregas y funcionar como una adulta, aunque está claro que ahora que está a las puertas de la muerte es posible que tenga que replantearse sus decisiones…
Un argumento que se repite: la historia de la autodestrucción de Kabi
No podemos decir que Acabé hecha un trapo huyendo de la realidad sea una historia optimista ni mucho menos que guarde una progresión positiva. Al contrario: la historia de Kabi Nagata es dolorosamente cruel de lo realista que es, ya que nos presenta la horrible situación en la que vive una mujer bajo el implacable peso de una depresión. Kabi, incapaz de buscar ayuda en una sociedad poco tolerante con la terapia, ha tenido una tumultuosa historia de salud mental que los lectores hemos podido seguir con la publicación de sus tres volúmenes anteriores.
Así, en Diario de intercambio conmigo misma hemos podido ver cómo Kabi trabajaba en el hecho de poder tener amistades reales con las que interactuar lejos de las pantallas, del muro de Twitter al que siempre está enganchada y de los correos electrónicos. La hemos visto entrar y salir de la casa de sus padres, culparles de todas sus decisiones y darle mil vueltas a las cosas hasta el punto de ser obsesiva y provocarse misma la ruina. Kabi es incapaz de lidiar con sus propios pensamientos y con un sentimiento de culpabilidad muy oriental que solo los que conozcan bien Japón comprenderán.
Al fin y al cabo, a cualquier europeo le costará entender que Kabi se siente completamente abrumada por una combinación entre una falta de autoestima y confianza provocada por la ausencia de cariño que le dieron sus padres de pequeña, sumado a una terrible culpabilidad por ser una lastra para su propia familia. Este sentimiento de responsabilidad hacia los sentimientos y emociones del resto, es muy típico de oriente y sobre todo de la mentalidad japonesa, la cual considera el deber hacia la comunidad superior al cuidado de uno mismo.
Acabé hecha un trapo huyendo de la realidad recupera por tanto temas sin resolver de la autora como el alcoholismo (del que ya nos había hablado en Diario de intercambio conmigo misma), así como su continuo debate entre la necesidad de usar su manga de una forma terapéutica para contar sus vivencias y problemas frente al dolor que le ocasiona a sus padres ver sus fracasos aireados por todo Japón.
Independientemente de todo esto, Kabi nos sorprende al enfocar este libro como un viaje a través de una pancreatitis aguda que casi acaba con su vida. Es frustrante ver cómo la autora, en cuanto se recupera de sus terribles dolores, vuelve a caer en patrones autodestructivos como dejar de comer, esconder las gachas del hospital o incluso recaer en la bebida incluso aunque eso podría matarla.
Todo ello lo hace, sin embargo, desde su estilo de dibujo caricaturesco de siempre, que la deforma y le resta dramatismo a una historia ya de por sí traumática.
La amabilidad de los japoneses no incluye ir a terapia
Uno de los puntos más interesantes del cómic, sin embargo, es vivir el calvario de Kabi Nagata (la cual se comporta con cierta infantilidad) dentro del hospital. Todo el personal de enfermería, farmacología y médicos que nos muestra siempre son increíblemente amables y reducen las quejas y lamentaciones de la paciente a simples contratiempos empleando el mismo tacto que usarían si hablaran con un niño. Esta falsa amabilidad japonesa es un perfecto reflejo de su costumbre por no decir nunca lo que piensan realmente (el concepto conocido como honne y tatemae).
Kabi Nagata, de cualquier forma, parece decidida a ignorar las razones por las que continuamente se sabotea, se ha vuelto una alcohólica o su depresión la ha convertido en una egomaníaca de su sufrimiento. Así, en esta obra veremos que los médicos le prescriben todo tipo de drogas para el trastorno de déficit de atención e hiperactividad (Concerta), así como relajantes musculares (Diazepam) y todo tipo de medicamentos. Kabi ignora o simplemente no resalta el hecho en su cómic de que ha estado mezclando alcohol con anfetaminas (que es lo que son, esencialmente, el Concerta) y en ningún momento se plantea acudir a un psicólogo o buscar ayuda profesional. Y vaya si la necesita.
En su continua búsqueda por encajar, Kabi se reinventa una y otra vez, movida por simples impulsos: “ahora quiero ser autora de ficción, ahora vuelvo al ensayo porque la lectura de un blog me ha emocionado”. Su falta de apego a una decisión puede resultar frustrante y sin embargo es una consecuencia directa de ese TADH que le han diagnosticado en algún momento entre Diario de intercambio conmigo misma 2 y Acabé hecha un trapo huyendo de la realidad.
Mi opinión sobre Acabé hecha un trapo huyendo de la realidad.
Kabi Nagata puede resultar frustrante, confusa y a veces genera cierto resentimiento al ver cómo se sabotea continuamente y cómo toma las peores decisiones posibles para su vida, pero su estilo de dibujo tiene algo mágico que funciona a todos los niveles y que convence al lector. No es una gran autora de fondos y comparado con su primer manga, Mi experiencia lesbiana con la soledad, ha ido dejando de dibujar detalles, trabajar en la creación de otros personajes o dotar a sus viñetas del potentísimo significado emotivo que tenían en un primer momento; pero aún así, vivir a su lado todas las pésimas decisiones que ha ido tomando y conocer a su familia hace que la sientas cerca de ti.
La autora demuestra de alguna forma una suerte de confianza y valentía muy necesarias a la hora de sensibilizar temas como la depresión, el suicido, la anorexia, el alcoholismo y la soledad en un país que a menudo se idealiza y que puede ser, tal y como Kabi nos muestra, implacablemente amable con la gente autodestructiva.
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