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El príncipe cruel, análisis de la primera parte de la trilogía Los habitantes del aire

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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - El príncipe cruel, análisis de la primera parte de la trilogía Los habitantes del aire

Es posible que llegue espectacularme tarde a la fiebre de Holly Black, pero en cuanto tuve un instante, un pequeño momento de esparcimiento personal y un acceso a un ereader, la historia de El príncipe cruel se desdobló ante mis ojos.

No creí capaz a Holly Black de engancharme a una historia de hadas, mundos mágicos, sal en los bolsillos, mundos del revés, espadas y líos de faldas. Y antes de que pudiera darme cuenta había devorado el libro entero en menos de dos tardes. Y es que El príncipe cruel es una historia juvenil de aventuras, tramas políticas y un wordbuilding que personalmente he encontrado más que refrescante y que habla de cómo prevalecer al ser diferente en un mundo que te subestima. Esta es la primera parte de la trilogía Los habitantes del aire (The Folk of the Air en inglés). Y esta es mi reseña de la misma.

Argumento de El príncipe cruel

Madoc es un tirano. O al menos eso es lo que pensaron Jude, su hermana gemela Taryn y la extraña Vivi mientras veían cómo aquel ser extraño, con orejas de elfo y piel de color, asesinaba a sangre fría a sus padres. Ahora, más de doce años después, tras ser arrastradas al mundo de debajo de la colina, las tres buscan la forma de olvidar que su benefactor acabó un día con la vida que ellas conocían.

Taryn y Jude, como mortales hijas adoptivas de un aristócrata, acuden a lecciones con el resto de las hadas: seres de espectacular atractivo e increíble fuerza cuya magia está hecha para enamorar, encantar y esclavizar humanos. Ambas tienen dos formas muy diferentes de encajar en la sociedad de lo fae: mientras Taryn está decidida a enamorarse y casarse, Jude entrena para ser aceptada como caballero real.

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Sin embargo, las cosas no serán tan fáciles. Para dos niñas que han crecido en un mundo donde hasta la comida está hecha para matarlas, sobrevivir cada día es un auténtico reto. Especialmente si el Príncipe Carlan y su tropa la toman contigo.

La ambientación de El príncipe cruel y el mundo Faerie

Holly Black recupera a los fae que conocimos en *El nombre del viento (Crónica del Asesino de Reyes; Patrick Rothfuss)* y en los cuentos clásicos, para darle un escabroso y cruel giro a sus reglas tal y como la superstición irlandesa dicta.

Faerie, el mundo en el que han crecido Jude, Taryn y Vivi, es un lugar que te atrapa con su belleza hipnótica y te apuñala con su crueldad, recordándote una y otra vez la analogía de la mosca atrapada en una tela de araña. Y es que Holly Black no se conforma con un mundo de hadas luminoso y risueño; su Faerie es salvaje, implacable, un terreno donde la magia se entrelaza con el peligro en cada esquina. Los paisajes parecen sacados de un sueño antiguo, con sus castillos flotantes y las manzanas capaces de matarte de un solo mordisco repartidas por el camino, recordándote de alguna manera que todo, a tu alrededor, es una trampa que puede conducirte a la muerte.

Así, el mundo en el que crece Jude está plagada de ninfas, hadas femeninas y masculinas de exuberante belleza, criaturas élficas y similares a las sirenas que de alguna forma exudan seducción y que se muestran como los depredadores naturales de los mortales. Esta sensación de indefensión, de depender continuamente de la bondad de Madoc y de la protección que ofrece ser las hijas adoptivas de un general de Gorro Rojo, aparece continuamente representado en la obra y dictamina totalmente el comportamiento de Jude y de Taryn, a las que les recuerdan continuamente que no son más que mortales.

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Podemos maldecirte para que te consumas por el deseo de oír una canción que jamás volverás a escuchar o por recibir una palabra amable de mis labios.

Los detalles que Black ofrece están cuidadosamente seleccionados para envolver al lector en esa atmósfera asfixiante, donde los humanos son poco más que juguetes frágiles en manos de criaturas caprichosas y poderosas. A medida que Jude navega por este mundo, sentimos el peso de las tradiciones antiguas, las reglas invisibles que rigen la vida de los fae y la constante sensación de que la belleza aquí siempre tiene un precio alto y que nos recuerda a las historias de los djinn en Las mil y una noches.

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Las reglas de un mundo cruel: los elementos místicos que Holly Black introduce extraídos del folclore.

Así, la autora recupera algunos elementos místicos antiguos propios de las supersticiones paganas como el uso de la sal para evitar que la comida les encante y envenene, los collares de bayas como protección a los hechizos o llevar la ropa del revés para evitar encantamientos que te lleven a perderte. Déjame que te explique por qué estos elementos son antídotos para la magia de las gafas:

Por un lado, la sal ha sido vista en muchas culturas como un símbolo de pureza y protección. Se creía que podía repeler la magia oscura y proteger a las personas de las influencias malignas, incluidas las hadas. La sal, al ser un mineral puro, era considerada un antídoto contra los engaños de los seres faéricos.

Dar la vuelta a la ropa es otra práctica de protección común en el folclore. Se pensaba que los seres mágicos, incluidos los fae, se confundían o se desorientaban al ver algo fuera de lo común, como una prenda de vestir al revés. Esto podría romper un hechizo o hacer que la persona fuera invisible para las hadas.

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Si salas nuestra comida, destruyes cualquier posible encantamiento que contenga. Si te pones las medias del revés, nadie podrá hacer que yerres el camino. Si te llenas los bolsillos de bayas secas, nadie podrá influir en tu mente.

Por último, hablemos de los collares de bayas secas (Rowan berries): Las bayas de serbal (rowan) eran consideradas especialmente poderosas en la protección contra la magia faérica. Los árboles de serbal estaban asociados con la protección y se creía que sus bayas podían desviar las malas influencias y proteger contra el mal de ojo y los hechizos de las hadas. Precisamente por eso Jude las lleva continuamente con ellas.

De alguna manera Holly Black ha cogido todos estos elementos y ha compuesto un mundo con sus propias reglas, las cuales nos quedan especialmente claras desde el principio, que nos dejan entrever las consecuencias de aquellos que las incumplen: un trato roto con un hada hace que tengas que ser su esclavo durante siglos; estos están atados a los pactos que realizan y si muerdes una manzana estarás tan hechizada que cualquier hada podrá hacerte trabajar sin parar hasta que tu cuerpo literalmente caiga muerto de extenuación.

Los personajes de El príncipe cruel: la dualidad entre los deseos y los miedos

En El príncipe cruel, Holly Black construye personajes que viven atrapados entre dos mundos: el de los mortales y el de los fae, cada uno idealizando lo que no pueden tener. Jude y Taryn, aunque mortales, miran al mundo de Faerie con una mezcla de fascinación y terror. Para ellas, este es un lugar de belleza inalcanzable y poder insuperable, pero también es una tierra donde cualquier error puede ser fatal. Viven con el peso de la mortalidad en un entorno donde la inmortalidad es la norma, y esto las obliga a luchar por un sentido de pertenencia que parece siempre estar fuera de su alcance. Su obsesión por ser aceptadas por los fae revela un deseo profundo de escapar de sus limitaciones humanas, incluso si eso significa sacrificar su seguridad o su humanidad en el proceso.

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Podría concederte el poder para cautivar a todo el que te mire. Podría ponerte una manchita justo aquí —me toca la frente —, y cualquiera que la viera se enamoraría sin remedio. Podría darte una espada mágica capaz de cercenar la luz de las estrellas.

Mientras tanto, Vivi, su hermana mayor, se enfrenta al dilema opuesto. Como medio fae, inmortal y poderosa, sufre el tedio y la apatía de quienes ven la vida mortal como algo efímero y, por tanto, desechable. Vivi desprecia las reglas y la rigidez del mundo fae y sueña con la simplicidad y libertad que ofrece el mundo de los humanos, un lugar donde los deseos no están sujetos a las crueles normas de Faerie, incapaz de empatizar del todo con la rígida educación que Madoc y Orianna han planificado para ellas. Y, sin embargo, a pesar de su desprecio, no puede escapar del hecho de que su naturaleza fae la separa irremediablemente de sus hermanas.

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Esta tensión entre lo que se desea y lo que se teme define a los personajes de Black. Jude y Taryn anhelan un lugar en un mundo que las desprecia, mientras que Vivi sueña con un mundo mortal que, aunque la atrae, nunca podrá verdaderamente ser suyo. Las hadas, por su parte, viven en un constante vaivén entre el amor apasionado y el desapasionado desdén, una dicotomía que revela la volatilidad de su naturaleza. Son criaturas de extremos: capaces de amar con una intensidad abrumadora o de desechar ese amor sin una segunda mirada. Este contraste entre la fugacidad de los deseos humanos y la intensidad inconstante de los fae resuena a lo largo de la novela, subrayando la diferencia fundamental entre ambas especies.

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El deseo es algo curioso. En cuanto se satisface, se transforma. Si conseguimos hilo dorado, deseamos la aguja de oro.

Para Jude y Taryn, la vida en Faerie es una batalla constante contra la inseguridad y el miedo de no estar a la altura, de no ser lo suficientemente buenas o fuertes para sobrevivir. Este miedo se ve agravado por la inmortalidad de aquellos que las rodean, quienes ven sus vidas como un parpadeo insignificante. Jude, en particular, se niega a ser la víctima, y su deseo de poder y control la impulsa a hacer sacrificios que la acercan más a los fae que la desprecian de lo que ella podría predecir, perdiendo poco a poco la conexión con sus hermanas y su propia empatía como mortal.

Los fae, en cambio, con su naturaleza caprichosa e inmortal, no comprenden plenamente el valor de lo efímero. Para ellos, el amor y el deseo son pasatiempos, no necesidades, y este desapego emocional los convierte en criaturas peligrosas y Black nos muestra que detrás de su perfección, los fae esconden un vacío que los condena a una existencia sin propósito verdadero, una vida en la que el deseo no es más que un juego, y la muerte, una ocurrencia lejana que nunca los alcanzará.

Dinámicas de poder en El príncipe cruel: un juego mortal de intrigas

En El príncipe cruel, el poder es la moneda más valiosa, y Holly Black lo despliega en todas sus formas, desde la violencia física hasta el control psicológico. Faerie es un lugar donde la política se juega con cuchillos y promesas rotas, y donde las alianzas pueden cambiar en un instante. Desde el primer capítulo, queda claro que las reglas del poder en Faerie son brutales y absolutas. Los personajes se mueven en un tablero de ajedrez donde cada movimiento puede ser letal, y el menor desliz puede costarte la vida o algo peor.

Jude, como mortal, entiende que su único camino hacia la seguridad es adquirir poder, pero ese poder es esquivo en un mundo que la ve como inferior. Las dinámicas de poder entre los personajes son complejas y cambian constantemente. La relación entre Jude y Cardan, el príncipe cruel, está en el centro de estas dinámicas, donde el odio, la atracción y la necesidad de dominación se entrelazan en un juego peligroso de supervivencia. Los fae, con su inmortalidad y su desprecio por los mortales, ejercen su poder sin remordimientos, manipulando a Jude y a otros humanos como si fueran piezas descartables en su juego de tronos.

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La ambición es muy curiosa: puedes contraerla como si fuera una fiebre, pero no es tan fácil desprenderte de ella.

Lo fascinante de El príncipe cruel es cómo Holly Black nos muestra que el poder en Faerie no es simplemente una cuestión de fuerza bruta. Es un juego de inteligencia, de saber cuándo te toca arrodillarte y cuándo atacar. Esto, sumado al que es más que inevitable que un romance al final de la obra, hacen que al final bebas de esta historia con la misma necesidad con la que una mortal apuraría una copa de vino fae.

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Entonces… ¿merece la pena leer El príncipe cruel?

Y tanto. Desde su publicación, El príncipe cruel se ha consolidado como una de las novelas más influyentes en el género de fantasía juvenil o young adult. Holly Black ha conseguido cautivar a su público, no solo por su capacidad de crear mundos vívidos y complejos, sino por su habilidad para explorar las zonas grises de la moralidad y el poder. La trilogía Los habitantes del aire ha sido aclamada por su rica construcción de personajes y su narrativa envolvente, lo que la ha convertido en una obra de referencia dentro del panorama literario actual.

En un género que a menudo se inclina hacia lo predecible, Black introduce giros inesperados y un wordlbuilding bien construido del que siempre tienes ganas de más. Su enfoque en las luchas internas de los personajes y las complejas dinámicas de poder la distingue de otras obras contemporáneas, recuperando y retorciendo la figura de los fae, llevándonos a un mundo que recuerda a los relatos de los Sidhe en el folclore irlandés, pero con una crueldad y complejidad que evocan a autores como Neil Gaiman en Stardust o a los mundos intrincados de Sarah J. Maas en Una corte de rosas y espinas. La historia de Jude se inserta en la tradición de los héroes mortales que desafían a fuerzas sobrenaturales mucho más poderosas que ellos.

Sin lugar a dudas, si lo que buscas es literatura para evadirte, El príncipe cruel es una más que recomendable opción para ti.

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