La exiliada reina mortal de Faerie, Jude, ya no tiene poder alguno y aún está recuperándose de la traición que ha sufrido. Pero está decidida a recuperar todo lo que le han arrebatado. Y su oportunidad llega cuando su hermana Taryn le pide ayuda porque su vida está en peligro. Jude deberá regresar a la traicionera corte de Faerie si quiere salvar a su hermana. Pero Elfhame no está como antes de que Jude se fuera. La guerra es inminente. Y Jude va a tener que entrar en territorio enemigo para retomar el sangriento juego de poder de los inmortales. Y, cuando una poderosa maldición se desate y cunda el pánico, Jude deberá elegir entre consumar su ambición o conservar su humanidad…
La trilogía Los habitantes del aire sigue a Jude Duarte, una mortal criada en el peligroso mundo de Faerie, donde lucha por ganar poder y respeto en una corte llena de intrigas, traiciones y seres inmortales. A lo largo de los libros, Jude manipula, conspira y enfrenta a los fae, mientras se ve envuelta en una compleja relación de odio y atracción con el príncipe Cardan. Con giros inesperados y un
Es como preguntarle a alguien si le gusta la corona de estrellas que acabas de extraer del cielo.
No hay banquete demasiado copioso para un hambriento
Los tratos con feéricos tienen una mala fama bien merecida. Casi siempre tienen letra pequeña. Sí, de primeras suenan muy bien. Por ejemplo, teprometen que serás feliz el resto de tu vida, pero entonces disfrutas de una noche estupenda y luego te mueres por la mañana. O te prometen que perderás peso, entonces llega alguien y te corta una pierna.
Si pudieras alargar mucho la mano, ¿podrías acaso arrancar la luna del cielo?
Da igual con qué fantaseara en aquel entonces, ahora soy yo el que suplicaría de rodillas para recibir una palabra bonita de tus labios. —Sus ojos negros están cargados de deseo—. Eres mi condena eterna.
Puede que desear que alguien te quiera no sea lo peor del mundo, aunque no seas correspondido. Aunque te duela. Puede que la debilidad forme parte de la esencia del ser humano.
Me repito que no pasa nada por desear algo que puede hacerte daño.
Lo echo de menos, y el dolor de su ausencia es como un abismo en el que ansío dejarme caer.
Pienso en su sonrisa veleidosa.
Pienso en cómo detestaría verse atrapado de este modo. En lo injusto que sería que yo lo mantuviera sometido de este modo y pretendiera llamarlo amor.