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La evolución del vampiro en la literatura: de monstruo a héroe romántico

¿Te has preguntado alguna vez cómo hemos pasado del aterrador Conde Drácula a los cautivadores vampiros de Crepúsculo? La transformación del vampiro en la literatura es fascinante, y dice mucho sobre cómo ha cambiado nuestra sociedad.

En el siguiente artículo exploraré la transformación del vampiro

El terror victoriano: cuando los vampiros eran verdaderos monstruos

Es imposible hablar de vampirismo en la literatura sin asomarnos a la época victoriana, momento en el que empezaron a “ver la luz” una gran cantidad de títulos que influyeron poderosamente nuestros días. Este período fue especialmente fértil para la literatura de terror y lo sobrenatural, en gran parte por el ambiente de fascinación y temor ante lo desconocido, lo cual encajaba perfectamente con las historias de vampiros.

Obras como The Vampyre de John Polidori (1819), Varney the Vampire de James Malcolm Rymer (1845-1847) o Carmilla de Sheridan Le Fanu (1872) fueron los precursores de las historias de los no-muertos que marcaron de alguna forma las reglas de este subgenero del terror.

De cuaquier forma, para entender realmente a los vampiros victorianos, tenemos que situarnos en su contexto histórico. La Inglaterra victoriana era una sociedad obsesionada con la muerte y el sexo... aunque parezca contradictorio. ¿Por qué? Como señala Margaret Atwood, «los victorianos siempre asociaban el sexo con la muerte», y tenían buenos motivos para hacerlo.

En una época sin antibióticos ni medicina moderna, el sexo podía ser literalmente mortal. Las enfermedades venéreas como la sífilis devastaban poblaciones enteras, y la mortalidad en el parto era altísima.

¿Te imagináis vivir en una sociedad donde cada encuentro sexual se asociaba con el peligro de estar condenándote a ti misma a morir? Los vampiros victorianos eran la perfecta manifestación literaria de estos miedos.

TODO
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Drácula: El vampiro que lo cambió todo

Cuando Bram Stoker publicó Drácula en 1897, no estaba simplemente escribiendo una historia de terror. Estaba capturando todos los miedos de su época en un solo personaje. El Conde Drácula era:

  • Un aristócrata extranjero que amenazaba la "pureza" británica
  • Un depredador sexual que corrompía a las mujeres "decentes"
  • Una criatura que invertía el orden natural (los muertos no deberían caminar)
  • Un ser que practicaba el "intercambio de fluidos" en una época obsesionada con la higiene

¿Y sabéis qué es lo más interesante? La forma en que Stoker describe las escenas de vampirismo está cargada de simbolismo sexual. Como señala la investigadora Emily Schuck, si sustituimos "sangre" por "semen" y "mordiscos" por "relaciones sexuales", Drácula se convierte en una de las novelas más explícitamente sexuales de su tiempo.

Carmilla: La vampiresa que desafió las normas

Pero antes que Drácula, en 1872, J. Sheridan Le Fanu nos dio a Carmilla, una historia que era incluso más transgresora para su época. ¿Por qué? Porque presentaba a una vampiresa que:

En todas estas obras clásicas, los vampiros son una criatura fundamentalmente aterradora. Incluso cuando empezaba a ser seductor (como en las películas de la Hammer o en Carmilla), seguía siendo una amenaza mortal que representaba todo lo que estaba mal dentro de la sociedad. Esto cambiaría radicalmente en las décadas siguientes...

La transformación moderna: cuando el monstruo se volvió héroe

Si bien los vampiros eran monstruos con un apetito de sangre insaciable, producto de una corrupción demoníana, ahora quiero centrarme en cómo ese monstruo se fue transformando hasta convertirse en el héroe romántico que conocemos hoy.

TODO
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Todo empezó a cambiar significativamente con Anne Rice y sus Crónicas Vampíricas en los años 70. ¿Te acuerdas de Louis y Lestat? Por primera vez, nos encontramos con vampiros que nos contaban su propia historia, que reflexionaban sobre su condición y que, lo más importante, nos hacían empatizar con ellos. Ya no eran simplemente los malos de la historia, sino que contaban con una conciencia cargada de matices que ponía entredicho la naturaleza diabólica y cruel de los vampiros y que empezaba a atribuirles características y atributos positivos.

"

Me quedé desesperadamente desarmado. La visión muda de que viviéramos juntos se extendió hasta anular cualquier otra consideración en mi mente.

—Dije que te quería. Te quiero más que a nada en el mundo —repitió con un sutil cambio de expresión. Y entonces tomó asiento, esperando, aguardando.

De monstruos a seres atormentados

Y es que la gran diferencia es que muchos de los vampiros modernos sufren por su condición. Como señala Emily Schuck en su paper de investigación titulado ***Conceptions of Sexuality and the Undead from Rossettis Proserpine to Meyers Cullen [***LUX: A Journal of Transdisciplinary Writing and Research from Claremont Graduate University. Volumen 2, Revista 01,Artículo 26. 2013] , existe un cambio fundamental en cómo estos personajes ven su propia naturaleza:

  • El vampiro victoriano abraza su maldad sin remordimientos
  • Mientras que el vampiro moderno lucha constantemente contra sus instintos

En La Reina de los Condenados, por ejemplo, Rice describe el intercambio de sangre entre vampiros como una experiencia casi mística: «El éxtasis que sentí fue insoportable... la fuente ardiente rugía dentro de mí... mi cuerpo palpitaba de nuevo con el placer».

Un ejemplo fascinante sobre ello lo encontramos en la saga de La Hermandad de la Daga Negra de J.R. Ward. En esta serie, los vampiros no solo se enfrentan a peligros externos, sino que deben lidiar con dilemas internos complejos sobre identidad, pertenencia y aceptación en un mundo que los rechaza.

Los vampiros de Ward viven en una sociedad organizada con sus propias leyes, una jerarquía y reglas de conducta estrictas, lo que les otorga una dimensión más humana y vulnerable. Además, encontraremos a personajes como Rhage, quien carga con una maldición que lo convierte en una criatura monstruosa cuando pierde el control y que encarna la lucha interna entre los impulsos primarios y el deseo de pertenecer.

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Esta saga plantea dilemas morales profundos sobre la coexistencia entre especies (vampiros y humanos) y toca temas de exclusión y discriminación. Como metáfora, los vampiros en La Hermandad de la Daga Negra son más que seres sobrenaturales: representan a aquellos que la sociedad ve como “otros”, explorando sus luchas internas por la aceptación, la redención y la búsqueda de un lugar en el mundo.

El poder de la elección

Sin embargo, el cambio más radical llegó con Crepúsculo. Anne Rice ya había introducido en sus novelas a vampiros como Lestat que detestaban alimentarse del resto, pero fueron Edward Cullen y su familia los que representaron algo completamente nuevo: vampiros que han elegido conscientemente no ser monstruos. Como dice Schuck, "re-masculinizar al vampiro significa retornar a un discurso patriarcal dominante que promulga el status quo heteronormativo".

¿Qué significa esto? Básicamente, que hemos domesticado al vampiro. Lo hemos convertido en un ser que:

  • Puede mantener relaciones románticas "normales" (siempre y cuando no te importe que te observe dormir cada noche)
  • Que controla sus instintos depredadores.
  • Capaz de integrarse (más o menos) en la sociedad humana
  • Y que forma familias y tiene valores tradicionales

El precio de la humanización

Pero esta transformación tiene un coste. Al humanizar tanto al vampiro, ¿no hemos perdido algo de lo que lo hacía especial? Los vampiros de Crepúsculo brillan al sol en lugar de arder, van al instituto en lugar de acechar en castillos góticos, y sus mayores dilemas tienen que ver con el amor adolescente más que con la naturaleza de su existencia maldita.

Es fascinante ver cómo hemos pasado de temer al vampiro a querer ser el vampiro. O mejor dicho, a querer estar con el vampiro..., como ocurre con la última obra de Holly Black, *La chica más fría de Coldtown* donde la sociedad ha romantizado hasta tal punto a los vampiros que se ofrecen a ser sus dispensadores de sangre a cambio de la promesa de ser convertidos en el futuro.

Sangre diluida: el precio de domesticar al vampiro

Como hemos visto a lo largo de este artículo, el vampiro literario ha recorrido un largo camino desde las sombras victorianas hasta nuestros días. Es fascinante ver cómo ha pasado de ser una metáfora del terror sexual y la transgresión a convertirse en un símbolo de romance y redención.

Del terror a la domesticación

Si recordamos la evolución vampírica,

  • Empezamos con vampiros victorianos como Carmilla y Drácula, que representaban todos los miedos de una sociedad reprimida
  • Pasamos por la revolución de Anne Rice, que humanizó al vampiro dándole voz propia
  • Y llegamos a la completa domesticación con Meyer, donde el vampiro se convierte en el perfecto caballero romántico

¿Hemos perdido algo en el camino? Como señala Emily Schuck en su investigación, probablemente sí. La domesticación del vampiro, su "re-masculinización" y su integración en las normas sociales tradicionales han eliminado gran parte de su poder subversivo original.

TODO
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¿Qué nos dice esto sobre nosotros?

Es curioso: mientras los victorianos usaban al vampiro para explorar sus miedos más profundos, nosotros lo utilizamos para fantasear con el amor perfecto. ¿Significa esto que nuestra sociedad tiene menos miedos? No lo creo. Más bien sugiere que hemos perdido la capacidad de usar al vampiro como vehículo para explorar nuestros temores más oscuros.

El futuro del vampiro literario

¿Volverá el vampiro a sus raíces terroríficas? ¿O seguirá evolucionando hacia nuevas formas de representación? Como amante de la literatura vampírica, me atrevo a decir que el vampiro siempre encontrará formas de reinventarse. Después de todo, como dice Schuck, "los vampiros han demostrado ser uno de los monstruos más adaptables de la literatura".

Quizás lo que necesitamos es un nuevo tipo de vampiro literario: uno que mantenga su capacidad de perturbarnos y hacernos cuestionar nuestras normas sociales, pero que al mismo tiempo refleje los conflictos y ansiedades de nuestra época. Porque si algo nos ha enseñado la historia de la literatura vampírica es que estas criaturas siempre encuentran la forma de morder nuestra imaginación colectiva.

¿Qué opinas? ¿Echas de menos al vampiro terrorífico victoriano o prefieres las versiones más románticas modernas? ¿Crees que es posible recuperar el poder subversivo del vampiro en la literatura contemporánea?

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