Veinticinco años antes de que Drácula de Bram Stoker se publicase y popularizase la figura mitológica del vampiro de Transilvania, una dama de extrema languidez y profundo sentimentalismo ya se paseaba por Europa seduciendo a jovencitas y arrebatándoles la vida entre estertores de confusa y arrebatadora sexualidad lésbica. Carmilla, escrito Josep Sheridan Le Fanu en 1871 es una de las primeras obras vampíricas jamás escritas. Su estilo epistolar, basado en los testimonios que la protagonista confiesa ante el lector, así como el oscuro paisaje europeo y el locus en el que se ambienta la historia fueron una clarísima inspiración para la obra de Stoker.
Y sin embargo, Carmilla se presenta como una obra siniestra que sacudió y escandalizó por igual a la sociedad del momento ya que claramente, la joven vampiresa, no hace demasiados esfuerzos por esconder la atracción lésbica que siente por la joven protagonista.
Carmilla es el alfa y el omega de las vampiresas góticas. Esta es su historia.
Sobre Carmilla: argumento, miedo e historias irlandesas
1871. Poco se podía imaginar Joseph Sheridan Le Fanu, autor irlandés, que su obra se convertiría en un pilar de inspiración alrededor del cual se montaría todo un imperio de ficción. Y es que su obra, Carmilla, fue la primera vez que la Europa moderna conoció una novela sobre vampiros, además de ser una de las primeras hsitorias en mostrar una relación lésbica de forma abierta.
Su librito, de apenas 200 páginas, corto e intenso, te va sumergiendo en una historia de horror, superstición y deconocimiento que gira alrededor de las vivencias y testimonios de una mujer llamada Laura. A través de una larga carta en la que la joven recuerda un estremecedor y traumático suceso de su pasado, la protagonista nos cuenta cómo experimentó un suceso aterrador que la dejó completamente traumatizada.
Ahora voy a contaros algo tan increíblemente extraño que requerirá toda vuestra fe en mi honestidad para creer en mi historia. No solo es cierta, de todos modos, sino que de su veracidad responde el que yo fuera testigo directo.
Todo comenzó cuando un carruaje tirado por caballos se sale del camino y vuelca justo delante del schloss donde viven Laura y su padre. Del vehículo sale una mujer muy compungida que les explica que la que va en el interior del carruaje es su hija, una joven llamada Carmilla, de extrema debilidad, que no podrá continuar el camino con ella. Debido a la prisa que tiene la desconocida y a lo incómodo de la situación, el padre de Laura y esta misma se ofrecen a dar cobijo a la joven herida hasta que su madre pueda volver a por ella.
Pero cuál será la sorpresa de Laura cuando esa misma noche descubre que su nueva invitada se parece inexplicablemente a una pesadilla que tuvo cuando tenía seis años en la que una dama aparecía al lado de su cama y le mordía en el pecho con dos enormes colmillos afilados…
La sexualidad en la obra de Carmilla y los traumáticos eventos que la rodean
Carmilla es una obra de gran controversia que esconde es sus escasas 125 páginas mucho más de lo que podría parecer en un primer momento. Sheridan le Fanu logra en este relato cargado de melancolía, languidez y tristeza condensar no solo las primeras bases sobre las que se sustenta el mito de los vampiros, sino también recoger los mitos y supersticiones del lugar.
De esta forma, el libro nos presenta por primera vez en la novela europea moderna a una mujer vampírica: un monstruo que se alimenta única y exclusivamente de la sangre de otras mujeres jóvenes y bonitas. Carmilla es delicada, inteligente, lánguida y deshinbida y está claro que está acostumbrada a vivir bajo sus propias normas. Esto, contextualizado en el S.XIX donde el puritanismo victoriano estaba en su pleno apogeo, nos hace comprender desde el primer lo atípico que es el personaje.
La relación entre ella y Laura es desde el primer instante, tóxica y codependiente. Al carecer Laura de una madre o de una compañía femenina de su edad, desde el mismo momento en que conoce a la vampiresa siente un rechazo y una atracción prácticamente simultáneas por ella. Esta sensación, comparada a menudo en el futuro con el miedo instintivo que sienten las presas ante un depredador juguetón, en el caso de la protagonista se explica fácilmente debido a lo sola que esta se ha sentido a lo largo de toda su vida.
De pronto aparece una dama delicada, que parece necesitada de protección (al fin y al cabo, Carmilla se asegura de que todos sepan de su languidez y es un concepto que se repite con insistencia a lo largo de la obra) y que obliga a que Laura se sienta útil y tenga la percepción de que sin ella, la dama europea no sería capaz de vivir.
Pero está claro ante los ojos de un lector más moderno que lo que siente Carmilla por su anfitriona no es más que una desesperada pasión lésbica. La vampiresa desde el primer instante le confiesa sus sentimientos a Laura, la inunda a besos, la abraza y pasea sus labios por el cuello y el pecho de su amiga. La situación, incluso para los puritanos ojos de la época llega a ser tan flagrante y evidente que incluso Laura llega a preguntarse si en realidad su amiga no es más que un muchacho disfrazado ya que claramente sus intereses no son en absoluto propios de una dama a sus ojos.
—Querida mía, tu pequeño corazón está herido. No me juzgues cruel por obedecer la ley irresistible de mi fuerza y mi debilidad. Si tua amado corazón está herido, mi apasionado corazón sangra con el tuyo. En el éxtasis de mi enorme humillación vivo en tu cálida vida, y tú morirás… morirás, morirás dulcemente, en la mía. No puedo evitarlo.
Muchos críticos han señalado que no es casualidad que Sheridan Le Fanou hubiese formulado a su monstruo devorador de jovencitas como una joven lesbiana que ataca la virtud de las muchachas incautas y que no teme vivir su sexualidad de forma abierta. La figura de Carmilla y lo dulce, suave y femenina con la que se le presenta y después sus oscuros deseos y secretos podrían significar para el momento la necesidad de contención y supresión de los lazos y la intimidad entre mujeres.
Lo que sí que está claro es que Sheridan Le Fanou presenta como salvadores únicamente a personajes masculinos. Esto es, a la figura del padre, el médico, el sacerdote y el barón, capaces de acabar con la impureza que supone un vampiro o una mujer homosexual.
A pesar de ello de la clara conexión entre mujer homosexual = monstruo que debe ser decapitado, no hay que olvidar que, aunque Laura se muestra por momentos repulsada por este comportamiento, no deja de tolerarlo e incluso expresa en ocasiones lo confundida que la dejan los acercamientos de esta joven obsesionada por obtener el amor de su anfitriona.
—Tú eres mía, serás mía; tú y yo somos una para siempre. —Y luego volvía a recostarse en su asiento y se cubría los ojos con sus pequeñas manos, dejándome temblorosa.
—¿Es que somos parientes? —solía preguntarle yo—. ¿Qué quieres decir con todo eso? Acaso te recuerdo a alguien a quien amaste, pero no debes hacerlo, lo detesto. No te conozco… no me conozco a mí misma cuando hablas y actúas así.
Asimismo, la mayor parte de los personajes masculinos que aparecen en la obra rozan la rayana estupidez. Desde el momento en el que aparece un cuadro de la condesa de Karstein de 1698 que es exactamente igual a Carmilla y el padre no le da importancia, hasta el comportamiento de médicos, criados, sacerdotes y visitantes que se muestran incapaces de sumar uno más uno.
Las reglas de los vampiros en Carmilla: más vivos de lo que nos esperamos
Uno no puede leer Carmilla y no percibir la enorme cantidad de similitudes que tiene el libro con Drácula. Desde el personaje de Van Helsing, claramente influenciado en el Baron de Voldenburg, hasta en las alusiones sexuales y la atmósfera creada.
Lo absolutamente fascinante de Carmilla es que Sheridan Le Fanu establece unas reglas poco extendidas sobre el comportamiento de los vampiros. En esta historia los vampiros pueden atravesar paredes y convertirse en gatos enormes y monstruosos. Asímismo, están condenados a dormir cada día enterrados, o al menos con los restos de sus mortajas y no pueden responder a ningún nombre que no sea el que tenían al morir.
Asimismo, tal y como se puede ver, Carmilla es especialmente sensible a lo cánticos cristianos y manifestaciones religiosas, llegando incluso a ponerse violenta al ser testigo de cualquier tipo de cántico, imagen o rezo.
—Ese canto me taladra el cerebro —dijo Carmilla casi enfadada, tapándose los oídos con sus delicados dedos—. Además, ¿por qué das por supuesto que tu religión y la mía son la misma? Tu actitud me hiere, y detesto los funerales. ¡Tanto escándalo! Bueno, tú también tienes que morir, todos tienen que morir; y cuando eso ocurre son más felices. Vámonos a casa.
Al mismo tiempo el autor aprovecha para introducir una mordaz crítica a los vendedores ambulantes, los amuletos y varias supercherías que ofrecen aquellos parte de los pueblos nómadas que tanto censuraban en la época victoriana.
Mi opinión sobre Carmilla
Carmilla es una obra corta que consigue condensar en sus pocas páginas una atmósfera tenebrosa y melancólica e intranquilizar al lector con su manera tan diáfana de presentarnos a un vampiro femenino. El libro cobra especial importancia al observarlo desde una perspectiva crítica y analítica ya que su ambigüedad moral y la presentación que hace de las relaciones claramente sexualidazas por parte de las dos protagonistas son sumamente fascinantes al ubicarlos en la época victoriana en la que fue escrito.
Es un relato cargado de horror y de cierto romanticismo que gana en las sucesivas lecturas, en las que podrás sonsacarle nuevos matices a los extraños diálogos que mantiene Carmilla con Laura.
El mito de Carmilla y su influencia en la literatura es más que evidente y solo por eso ya debería ser una lectura de obligada recomendación. Además, de ella podemos extraer muchos sanos consejos para el día a día: a veces las personas que más afirman quererte, las más dulces y lánguidas, son las que esconden las peores intenciones.
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