Qué maravilloso es ese momento en el que un libro de romance erótico es capaz de servirte en bandeja ambas cosas: desde un coqueteo dulce y detalles dignos de provocarte tal subidón de azúcar que la diabetes se te dispare, hasta escenas de intenso placer y alto erotismo en los momentos adecuados. Y esa es, sin duda, la mayor virtud de Todas las promesas que rompimos.
Todas las promesas que rompimos es un spin-off independiente de la bilogía Everlasting Wound escrito por May Boeken. La autora, famosa por crear protagonistas con cabezas de chorlito e iconos eróticos como acompañantes, se ha puesto el delantal para ofrecernos una novela romántica y erótica capaz reventarle el corazón a cualquiera que la lea.
Argumento de Todas las promesas que rompimos
Ana tiene un secreto. Y no es un secreto cualquiera, sino uno de esos que te obligan a robarle a tu mejor amiga una maletita rosa pequeña y atravesar toda Europa para volver a ver a un tío con el que pasaste una noche de arrebatadora pasión y del que no volviste a saber nada. Ahora, embarazada y con el peso de todas las inseguridades del mundo a cuestas, volverá a encontrarse con un hombre destrozado por la muerte de su esposa que no sabe muy bien cómo reaccionar al caos y la rabia devastadora que significa esa mujer en su vida.
Sin embargo, las cosas no serán fáciles. Ella no tiene la más mínima intención de tomarse las cosas con calma, y él se esforzará todo lo posible por tranquilizar una situación del todo demencial que pondrá sus vida patas arriba. Sin embargo, pronto se darán cuenta de que la atracción que hay entre los dos es capaz de desafiar cualquier frontera lingüística… y que es muy posible que este bebé sea la salvación que ambos andaban buscando.
Primero, hablemos de la edición
Como siempre, Phoebe Romántica destaca a la hora de escoger la edición perfecta para sus obras publicadas. El libro, impreso en tapa blanda, tiene un grosor perfecto para no sufrir desperfectos cuando te lo lleves a todas partes y lo maltrates al meterlo en tu bolso con otras cincuenta cosas. Además, la portada, llamativa y de un fuerte color rosa, provoca que el volumen no pase desapercibido en ninguna parte.
La autora, May Boeken, ha añadido canciones a lo largo de todo el texto que ejemplifican y acompañan la experiencia de lectura, tal y como había hecho en el pasado con la bilogía Everlasting Wound. También cuenta con referencias a obras de otras autoras que comparten sello editorial, como Ana Cantarero o Silvia Sancho.
Opinión de Todas las promesas que rompimos
El libro es un maravilloso algodón de azúcar rosa que se te queda pegado en los labios y que alguien te retira a base de lengüetazos. Y es que a diferencia de las novelas eróticas más comunes en las que ellos suelen ser seres dominantes que imponen su voluntad y ofrecen la fantasía de la sumisión y el orgasmo ininterrumpido, Todas las promesas que rompimos alterna momentos familiares con otros de intenso romance sin convertir por ello a la obra en un libro vainilla y azúcar glass.
De esta forma, la obra, que puede leerse perfectamente sin haber consumido previamente la bilogía Everlasting Wound ya que la autora sienta perfectamente las bases en los primeros capítulos del libro, te ofrece ambas cosas. Así, una vez que por fin has comprendido quién es Ana y de dónde ha salido Daniel (y por añadido, Heiko, Roberto y Verena), puedes sentarte a disfrutar de un libro que va desarrollándose con toda la calma del mundo y que irá enredándote en una cotidianeidad hogareña con sabor a glühwein y galletitas de canela.
Y es que Daniel, el protagonista propuesto como Adonis masculino para esta obra, es un ser creado con todo tipo de coherencias, un backstory lógico y, vaya por donde, defectos. En ese sentido May no teme arriesgar al mostrarnos a un hombre con la apariencia de ser hermético y de guardar secretos cargado de claroscuros y que después se comporta como un adulto perfectamente razonable a lo largo de toda la obra. La atracción que Ana y Daniel sienten el uno por el otro no es lógica ni comprensible en los primeros capítulos de la novela: no solo por la historia que hay detrás de cada uno sino también por la diferencia de personalidades. Sin embargo, el libro es capaz de mostrarte ese mismo estupor al ofrecerte el punto de vista de ella y de él en capítulos alternos, y lo hace de una forma orgánica, natural y convincente a lo largo de toda la trama, de forma que cuando los sentimientos de una o de otro se desarrollen, el lector sienta que ha sido testigo de un proceso de enamoramiento.
Las escenas sexuales de May, como he dicho en reseñas anteriores, siguen siendo supremas. Cada encuentro con Daniel es capaz de elevar la temperatura de la habitación varios grados. La autora incluso rompe el tabú sexual incluyendo juguetes sexuales (mencionados pero no explícitos), además de una escena en el que él le practica sexo oral a ella: algo sumamente infrecuente en un género que a veces peca de ser falocentrista.
Pero si vamos a hablar de rupturas con el género, hay algo que no se nos puede pasar y es el hecho de que por primera vez nos encontraremos una protagonista femenina embarazada. Ana vive una colisión de sensaciones y emociones en parte empujada por el cóctel de hormonas que lleva dentro y por otro lado por el obligatorio trauma del pasado que no le deja abrirse y confiar en su pareja. En ese sentido, la autora decide ignorar las partes menos favorecedoras de un embarazo de una mujer y, aunque cita en un par de ocasiones el hecho de que la protagonista cuenta con una talla no normativa (una 40, como ocurre con la novela de Solo nosotros de Silvia Sancho), crea un embarazo perfecto para Ana sin demasiadas náuseas, pies del tamaño de barcas, ni vomitonas constantes y largos períodos en la cama.
Feminismo en la novela
Si Rebeka en Everlasting Wound daba una caña espectacular con el tema del feminismo, Ana no se queda atrás en ningún momento. En lugar de generar situaciones cliché en la que la mujer tenga que luchar por sí misma, el feminismo en esta obra es más orgánico y está naturalizado en todas las conversaciones. Daniel no presiona en ningún momento a Ana para hacer algo que no quiere, siempre le da la posibilidad de elegir estar con él o alejarse y, al mismo tiempo, evita en todo momento un lenguaje posesivo y agresivo.
Uno de los momentos más representativos de cómo la autora consigue introducir este tipo de pensamiento en la obra es precisamente el instante en el que Ana y Daniel se encuentran con los padres de esta y le sugieren abortar al niño. Después de la conversación se da un breve enfrentamiento en el que Daniel hace el papel del caballero de blanca armadura que sale en defensa de la joven. Esta situación, tan cliché en el género, da un giro de 180 grados cuando Ana le dice:
—No necesito que me defiendas —le increpé, más por hacerme la dura después de la situación que acabábamos de vivir que porque se lo mereciera.
—No es a ti a quien defiendo, ¡es a mi hijo!
Al mismo tiempo, aunque no se muestre directamente, por fin hay alusiones a la masturbación femenina (tema tabú en el género) ya que la protagonista viaja con un satisfyer hasta Alemania y habla de la cantidad de veces que se ha tocado pensando en Daniel.
Vale pero… ¿lo has disfrutado?
Todas las promesas que rompimos es una novela genial. Es el típico libro de romance picante que le recomendaría a cualquier persona que no suela leer el género y que estoy segura que le encantaría. Sin embargo, tengo que puntualizar que los tres primeros capítulos se me hicieron muy cuesta arriba y que me costó empatizar con Ana. Un recurso que personalmente no me encaja en las novelas románticas con doble narrador (el de ella y él) es que se repitan las mismas acciones simplemente aportando las valoraciones interiores o los puntos de vista de cada uno. Esto, que solo ocurre en esta introducción de la novela y que no se repite, hace que vivamos el embarazoso momento en el que Ana le estampa la ecografía en la cara a Daniel dos veces, y genera una sensación de lento avance.
El principio de una novela es uno de los puntos críticos para engancharnos a la lectura, y fue el hecho de lo mucho que me gustó la bilogía de Everlasting Wound lo que me impulsó a seguir leyendo, ya que Ana al principio no me encajaba del todo. Su ironía y su retranca, aunque luego va naturalizándose, al principio sonaba artificial ya que interactuaba verbalmente con los personajes de una forma muy recargada en la que parecía primar el hecho de presentarnos al personaje como una joven guerrera con opiniones muy extremas más que la narración en sí.
—Una tiene sus necesidades, y aunque a Daniel le corra horchata por las venas y parezca un pagafantas a primera vista, es la puñetera fantasía erótica de cualquier mujer. Fue un momento de debilidad, y el ron con cola, ese lubricante emocional demasiado dulce que me puso en sintonía con él, me ayudó a que los remordimientos fueran tardíos y borrosos.
Sin embargo, esto poco a poco deja de suceder y Ana empieza a mostrarse como un ser humano de reacciones más lógicas y palpables, emotiva y coherente que, aunque tiene arranques propios del personaje (como cierta escena con un Mercedes a toda velocidad por la carretera), son coherentes teniendo en cuenta su carácter.
En conclusión, Todas las promesas que rompimos es una novela dulce y muy disfrutable de leer que sin duda recomendaría a mis amigas. Está claro que la autora va mejorando con cada entrega a pasos agigantados y es capaz de hacer que te enamores de personajes secundarios tan carismáticos como Lore, Andrea o Heiko. Lo único que no me queda claro es… ¿será su próxima obra un spinoff de los personajes de este libro? ¿O se lanzará de cabeza con una historia nueva y refrescante de amor y odio?
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