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NOTA: 9.5

Sangre y acero: Opinión de la primera parte de Leyendas de Thezmarr que te dejará con ganas de más

La Insomne
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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - Sangre y acero: Opinión de la primera parte de Leyendas de Thezmarr que te dejará con ganas de más

Existen momentos en tu vida en los que lo único que necesitas es hacerte bolita en un sofá con un té de hibisco muy dulce y sumergirte en una novela capaz de entretenerte y reafirmar esa vocecita que tienes dentro de tu pecho que te dice que todo irá bien si sigues luchando por tus sueños. Y, aunque lo lógico sería buscar consuelo en mundos luminosos y mágicos, es precisamente esta historia de oscuridad, prohibiciones y acero lo que consigue abrazarte como un conjuro cálido en mitad del vendaval.

Ambientado en un mundo cubierto por un cielo de nubes grises y amenazado perpetuamente por la presencia de un velo de oscuridad que funciona como portal a otro mundo, Sangre y acero nos ofrece en esta primera parte de una tetralogía traducida por Xavier Beltrán Palomino, el comienzo del camino del héroe encarnado en una mujer cabezota, obstinada, egoísta por momentos y con más valor del que le echaría toda la orden de escuderos de Thezmarr. Esta primera parte de la saga Leyendas de Thezmarr ―cuya tetralogía principal comienza con Sangre y Acero, seguida por Vows & Ruins, Fate & Furies y Shadow & Storms, sin contar con el preludio Slaying the Shadow Prince― es exactamente lo que una necesita para disfrutar de un romantasy sin grandes pretensiones, pero disfrutable hasta decir basta.

Ponte los guantes, alquimista, porque voy a hablarte de mi opinión de Sangre y acero, la primera parte de Leyendas de Thezmarr. 

Sangre y acero, argumento de la primera parte de Leyendas de Thezmarr

Althea Zoltaire siempre ha soñado con ser espadachina. Atrapada en el interior del castillo de Thezmarr, poco a poco ve cómo los días pasan y se acerca irremisiblemente a los 27 años, momento en el que una profetisa le anunció que moriría. Y es que Thea es incapaz de encontrar consuelo como el resto de sus amigas o de su hermana Wren en el hecho de estudiar para ser alquimista y en las complejas pócimas y preparados que han destinado para ella.

TODO
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Por eso, desde que uno de los últimos espadachines le regaló su daga de acero naarviano en su lecho de muerte, Thea entrena en secreto, escondida del resto de escuderos, consciente de que si la pillan, podrían desterrarla o expulsarla; consciente de que el crimen de que una mujer porte acero, algo prohibido desde hace años en todo Thezmarr y el resto de los Mediorreinos, podría suponerle incluso la muerte.

Sin embargo, Thea se arriesga cada vez que puede para aprender fintas que no practica con nadie, desesperada por encontrar la posibilidad de cumplir sus sueños; hasta que un día, uno de los espadachines más mortales, Wilder Hawthorne, la atrapa. Será en ese momento cuando el consejo se reúna y tomen una decisión: Thea tendrá que viajar con Wilder hasta Harenth y elevar su súplica al rey. Si todo sale bien, podrá entrenar con los escuderos a su vuelta, pero si no es así, deberá resignarse a pasar el resto de sus años hasta su muerte profetizada, recordando que el único espacio que le permiten ocupar a una mujer en Thezmarr, es aquel donde no hay armas de por medio.

Un mundo partido por la oscuridad: el worldbuilding de Sangre y acero

Una de las cosas que nunca dejan de sorprenderme es la increíble capacidad que tienen las mujeres para construir novelas de romantasy con un worldbuilding apabullante. Y es que Sangre y acero sienta las bases de un mundo increíble, apoyado por el genial mapa que va integrado en la novela, y donde se percibe claramente el proceso de documentación y la contextualización de la autora.

Por un lado, nos encontramos con elementos y referencias ya conocidos: un cielo siempre encapotado y gris que impide que los habitantes de Thezmarr puedan ver el sol o las estrellas (como el cielo de ceniza de Nacidos de la bruma de Brandon Sanderson o el de Seremos de cobre de Maeva Nieto) y que, sin embargo, no tiene un impacto (o al menos no lo menciona) en el crecimiento de las plantas o la ecología del lugar.

TODO
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También nos encontraremos con un velo de oscuridad que divide el mundo y que, como en *Sombra y Hueso* de Leigh Bardugo o El velo de Greta Mustieles, supone una amenaza perpetua para la que los espadachines del momento no tienen solución. El velo en Sangre y acero no solo divide físicamente el mundo, sino que opera como un umbral que se va rompiendo y agrietando por diferentes puntos y a través del cual atraviesan enemigos que dictan el curso de todas las decisiones humanas del reino.

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—Guerreros de Thezmarr —exclamó Hawthorne de nuevo—. El destino que nos aguarda en las ruinas es glorioso si lo deseáis con suficientes fuerzas. Rabiad conmigo, rabia contra la oscuridad y alzaos una vez más como victoriosos protectores de los mediorreinos.

El mundo está en continuo y constante peligro ante estos enemigos, heraldos de la oscuridad con reminiscencias a los horrores de Eldritch de Lovecraft, capaces de contagiar a los humanos con sus tentáculos y ante los que solo pueden hacerles frente los espadachines de Thezmarr que hayan superado los ritos y que se mueven, como montaraces, sin patria ni rey, siendo bienvenidos en todas partes y respetados por igual.

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—El puñal más pequeño es el que puede marcar más la diferencia.

Y lo curioso es que Thezmarr, con toda su oscuridad, se sostiene bajo los estamentos básicos de una historia de fantasía medieval donde solo los monarcas y aquellos con sagre real han heredado algo de poder mágico. Los gremios, actividades y reparto de responsabilidades en el castillo responden a este tipo de lógica y está claro que Helen Scheuerer ha analizado o está familiarizada con la demografía de las ciudades medievales, ya que llega incluso a explicarnos cómo las casas de los ciudadanos más adinerados de Harenth están más próximas al castillo no por puro capricho aristocrático, sino porque estar cerca del centro —del poder, de la luz, del escudo mágico que protege de las brechas— es una garantía de supervivencia. El miedo reorganiza el urbanismo. Y eso ya nos dice mucho del tipo de mundo que habitamos.

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Sabía gracias a las lecciones básicas que la familia Fairmoore, la estirpe del rey Artos, era famosa por su magia mental. A lo largo de las generaciones produjo susurramentes, portadores de sueños y empáticos; el rey Artos era lo último. Durante siglos, los reyes Stallard habían sido fuegadores, aunque se rumoreaba que el rey Leiko solamente poseía una gota del poder de sus antepasados, mientras que los reyes Dufort de Aveum eran conocidos por sus videntes de distinta fuerza.

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Mujeres y lucha: feminismo y resistencia en Sangre y acero

Hemos hablado de que hay seres increíblemente peligrosos que salen de un velo de muerte y que ponen en jaque a la humanidad, o que los horrores que se viven en Thezmarr bautizan lugares como el Bosque de Sangre que rodea el castillo, pero todavía no hemos tratado la mayor amenaza de la novela: los hombres.

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—Bien —Audra le tocó las heridas—. Pues te voy a decir una cosa… Si buscas poder en un mundo de hombres y monstruos, no hay nada más poderoso que el conocimiento y la habilidad de blandirlo. No lo olvides, aspirante a escudera.

Y es que Sangre y acero es un manifiesto hábil, brillante y cuanto poco escabrosamente realista de lo que pasa en una sociedad medieval de fantasía donde gobiernan los hombres y que deja a la vista, bajo la apariencia de una novela de aventuras, una crítica potente a la exclusión de las mujeres de los espacios tradicionalmente masculinos como el de la espada, la guerra y la sangre.

Esto podemos verlo no solo en el hecho de que una niña (una niña, por amor de dios) haya causado tal revuelo y pánico con una profecía a todas luces ambigua, sino que este sea el detonante que haga que todos los monarcas de los medioreinos tomen la decisión de privar a las mujeres, guerreras, espadachinas y soldados de empuñar las armas. Esto lo hacen incluso teniendo en cuenta que dentro de la mitología de la obra, las primeras mujeres espadachinas son las Furias a las que hoy les rezan los soldados.

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Intentó encontrar cierta satisfacción en saber que les había enseñado a todos, incluido a Vernich el Carnicero, que Sebastos Barlowe no había podido con ella. Les había demostrado que era inquebrantable y que su lugar estaba en Thezmarr. Pero nada de aquello serviría si acababa muriendo en un pasillo.

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Convertidas ahora en leyenda, en material de canciones y advertencias, las Furias representan a todas aquellas pioneras que abrieron camino a golpe de acero. Y si bien el texto nunca cae en la simplificación de presentar a Thea como una nueva Furia, lo cierto es que el eco es muy evidente. Está ahí, latente, resonando con cada entrenamiento a escondidas, con cada mirada de desprecio, con cada paso firme en dirección contraria a lo que se espera de ella.

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—Ninguna mujer es responsable de las acciones débiles de un hombre cuya masculinidad se siente amenazada muy fácilmente —afirmó Wren, y la fuerza de sus palabras las dejó absortas—. Un hombre de verdad estaría orgulloso de luchar a tu lado. Y sabría que eres una fuerza con la que hay que contar, Althea la de las Nueve Vidas.

El peligro se vive desde dentro: el rechazo masculino al hecho de que Thea sea escudera

Cuando Thea se convierte en escudera por decreto y permiso real, no recibe ni vítores ni celebraciones por parte de su entorno, ni mucho menos cuenta con una red de seguridad por parte de aquellos que se supone que debían protegerla. Ya no es el hecho de que no le den tiempo para ponerse al día frente a otros escuderos que le llevan años ventaja, sino que la envían a dormir rodeada de hombres, sin supervisión de ningún tipo ni acceso a un cuarto de baño diferente. Y lo hacen sabiendo lo que eso significa: la están colocando al borde del acantilado para que sea el propio sistema, o el resto de violentos escuderos y su pacto de silencio, los que la destruyan definitivamente. No es una decisión torpe por parte , es una jugada política que emplea la exposición e indefensión como castigo por desear algo que no debería. Un castigo que toda mujer que ha pisado un espacio hostil conoce demasiado bien.

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Vosotros sois lo que se alza entre ellos y nuestro mundo, así que recordad una cosa: ser un verdadero guardián de los mediorreinos no implica odiar al mal que tenéis delante, sino amar las tierras y a la gente que tenéis detrás. Recordad que no hay gloria alguna en no caer, sino en levantaros del caos tras caer. No me decepcionéis.

Evidentemente, nos encontraremos un tipo de moving ante el que Thea realiza una resistencia pasiva (hasta cierto punto): le quitan la comida, la aíslan, le dan palizas y la boicotean continuamente, especialmente a través de la figura de Sebastos Barlowe que representa el nepotismo y las estructuras de poder heteropatriarcal en su máximo exponente. Su mera presencia es una provocación, porque en Thezmarr el acero es símbolo de poder, y una mujer con poder es siempre una amenaza.

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Al mismo tiempo, frente a la oscuridad violenta que representan los hombres (con sus pequeños matices a través de Kipp y de Cal), no puedo dejar de mencionar lo bien que Helen Scheuerer construye asimismo a las mujeres secundarias. En lugar de relegar a su hermana Wren al de una simple sanadora, le otorga un poder intelectual con aplicación práctica en batalla y política que la dota a menudo de mucha más utilidad que Thea al principio y sin el cual nos queda claro que esta estaría totalmente perdida. Por otro lado, queda claro que la autora sabe representar magníficamente la sororidad, ya que serán siempre el grupo de alquimistas las que la apoyen, estén a su lado, crean en sus sueños, nunca pongan en duda su capacidad y lo hagan riéndose y llamándola Thea la de las Nuevevidas.

El romantasy que sabes que necesitabas

Sangre y acero no solo cuenta con una ambientación absolutamente maravillosa y una protagonista que se enfrenta, una y otra vez en pleno camino del héroe, a un peligro y aventura tras otro, sino que es, además, un romantasy spicy de manual.

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—Althea. —Su nombre sonaba a melodía, y él se acercó para reducir el espacio que separaba ambos caballos. Bajó la vista a sus labios y habló con voz ronca—. No hay nada más atractivo que una mujer que sabe lo que quiere.

Wilder Hawthorne no es solo La mano de la muerte, sino que es también un hombre espectacularmente atractivo, atribulado y atormentado por su pasado, rencoroso, con un trastorno de apego evitativo de manual y además, por qué no, borde como él solo al comienzo de la novela: es decir, que cuenta con todos los ingredientes para ser un enemies to lovers de manual. Con esto en mente, ten en cuenta que desde la página cien, cualquier interacción entre Wilder Hawthorne y Thea en el que estén solos harán saltar chispas entre ellos.

TODO
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En conclusión ¿merece la pena introducirse en Leyendas de Thezmarr?

Definitivamente, sí. Hacía mucho que no disfrutaba tanto con una novela de fantasía y que las seiscientas páginas que la componían se me hacían cortas. Y es que Sangre y acero es más que entretenida y dinámica: los capítulos son rápidos de leer, el ritmo es acelerado sin por ello sacrificar el contexto ni la trama, los combates no están alargados en extremo y ni las pruebas y desafíos se te hacen bola conforme van sucediendo.

La parte spicy y la tensión entre Wilder y Thea me parece maravillosamente bien equilibrada y tiene sus momentazos épicos que me han hecho, al menos a mí, ahogar grititos de la emoción mientras lo leía. Pero lo mejor es que, cuando cierras el libro, te queda esa sensación de que has leído algo más que una novela de fantasía. Has leído una historia sobre resistir cuando todo te empuja a rendirte, sobre encontrar tu voz aunque no te la dejen alzar, sobre el peso de las expectativas y el valor necesario para romperlas. Y también, por qué no decirlo, sobre lo bien que sienta cuando un enemies to lovers está tan bien llevado que te deja con mariposas en el estómago.

Leyendas de Thezmarr no reinventa el género. No lo necesita. Lo habita, lo honra y lo hace suyo. Y lo hace con una espada en una mano y una taza de té de hibisco en la otra. ¿Hace falta decir más?

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