El mundo literario está plagado de joyas escondidas. Esto es así. En un contexto en el que las masas se pelean por novelas de fantasía con los cantos tintados con una enorme cantidad de relleno para hacer “valer” dentro de la psicología del mercado editorial una obra, El velo cae como un manto de estrellas ante nuestros ojos.
Este magnífico librito, de tapa blanda y cubierta a lo JRPG japonés, publicado por una abrillantada presencia de Ediciones El Transbordador, esconde en su interior una de las novellas o historias cortas de fantasía épica mejor ejecutadas de cuantas han caído en mis manos. ¿Buscáis historias con personajes trágicos, tropos bien empleados y un worldbuilding con presencia de voluntades divinas capaz de robarte el corazón? Todo eso forma los ingredientes de esta maravillosa y peleona novella coral que Greta Mustieles Salvador escribe y que Antonio Torrubia introduce con el máximo de los aciertos.
Tomad aire porque no tendréis que encomendaros a Olare (la diosa de le esperanza y protección) para leer esta reseña, porque nada puede salvaros de mi diatriba de pensamientos enaltecidos al dar con una joya escondida de la literatura.
Argumento de El velo
El mundo está condenado. Hace siete años las estrellas cayeron del cielo y formaron un precioso y magnífico velo frente a los ojos de los reinos, ignorantes de que, al otro lado, todo se pudría. Desconocedores del horror que los róvegars, los monstruos que habitan allí, traerían al mundo.
Desde entonces la Comandante Sidaya ha luchado incansablemente por defender en la vanguardia a la humanidad, obsesionada por no perder vidas que puedan hacer al velo crecer. Sin embargo, todo cambiará cuando llegan a su campamento dos de las personas menos imaginadas para darle la vuelta a la guerra: una esclava hechicera verdaguina que no sabe conjurar y un sacerdote ciego convencido de ser el emisario de la diosa que cambiará el curso de la historia,
A unos cientos de metros de distancia, el horizonte queda interrumpido por una cascada de estrellas que desciende desde el cielo hasta el suelo: el velo. Es precioso. Y letal.
Una edición preciosa, un prólogo magnífico.
El velo es una novella atípica en todos los sentidos. Por eso también el prólogo tenía que ser completamente diferente. Sin embargo ¿cuántas veces nos hemos encontrado con obras diferentes que merecían unas palabras introductorias inspiradoras para acabar sumergidos de frente en un discurso de egocentrismo intelectual o en un galimatías que disecciona la obra como un pobre campesino en busca de los intestinos del róvegar más cercano?
En lugar de ello, Antonio Torrubia, el Librero del Mal (y presencia frecuente en la corrección de galeradas de más obras de las que te podrías llegar a imaginar), realiza un magnífico ejercicio a la hora de introducirnos El velo, porque lo hace como si fuera un cuento. A través de estas escasas tres páginas, Antonio Torrubia nos cuenta cómo llegó a sus manos el manuscrito de Greta Mustieles por puro accidente, cómo lo puso en las manos acertadas y cómo hizo realidad una obra maestra de este calibre que, de otra manera, quizás se hubiera perdido en las decenas de manuscritos que reciben cada día tantas editoriales.
El suyo es un prólogo de esperanza a los jóvenes escritores que cogen El velo por primera vez pero no es solo eso: Antonio Torrubia**, plenamente consciente de que muchos lectores, en un acto casi reflejo, tienden a saltarse estas páginas iniciales, nos interpela directamente** en una apelación tan personal que resulta imposible no detenerse a escuchar. No se limita a preparar el escenario para la novella; va más allá, compartiendo una historia tan íntimamente suya que transforma este prólogo en una pieza imprescindible de la experiencia lectora. Es un llamado a la reflexión, un puente tendido hacia el lector, que le invita a sumergirse en las aguas profundas de la narrativa con la promesa de un viaje inolvidable. En este acto de sinceridad y transparencia, Torrubia logra lo que muchos considerarían algo imposible: hacer un prólogo que sea verdaderamente interesante y que te invite realmente a apreciar la obra que tienes entre manos.
Hablemos del worldbuilding de El velo
Uno de los puntos clave dentro del género de fantasía épica y donde a pesar de ello muchos autores acaban patinando es precisamente en la construcción del woldbuilding. Y vaya si El velo vuelve a demostrar ser capaz de hacer un magnífico trabajo con él. En las escasas pero pobladas 200 páginas de El velo, Greta Mustieles Salvador logra un acto de equilibrismo literario digno de la más alta acrobacia narrativa. La autora no solo nos presenta un lienzo en blanco sobre el que mover sus personajes, sino que lo hace vibrar con la tensión de sus contradicciones, sus bellezas, sus horrores y el peso de una historia de conquista y venganza. La introducción de razas subyugadas, especialmente los verdaguinos frente a la dominante Celestia, es un hilo que teje profundidad y complejidad en la narrativa y que condiciona el comportamiento de la propia Hadine y del resto del mundo a su alrededor, demostrando que Greta Mustieles es capaz de representar no solo las tensiones raciales y culturales de su mundo, sino que abre una ventana a las consecuencias religiosas y económicas a largo plazo, pintando un cuadro de un mundo en constante ebullición, donde cada acción y cada creencia tienen su eco.
Por si esto no bastara, la autora huye de aquellas largas e innecesarias, densas descripciones de los ambientes y los escenarios, salpicando su texto en ocasiones con una belleza poética que describe la caída de las estrellas con una delicadeza y un atractivo que hace desear, como hizo Guillem López en su momento con el lago de negrura que conecta con otro punto del espacio. El velo es una ilusión y al mismo tiempo un espacio onírico y maravilloso plagado de enemigos, como la dungeon de una buena partida de rol.
Algunos le llaman el velo. Otros, el confín. Los que tienen ínfulas de poeta, la cascada. Los historiadores, el horror de Uhda. A mí me gusta llamarle, simplemente, la desolación
Sin embargo, donde El velo realmente extiende sus alas es en la construcción de su panteón divino. Y es que Greta Mustieles teje un sistema de deidades no solo convincente sino también convincente. Así, la autora nos va describiendo un sistema politeísta sin desbordarnos de información, dotando a los dioses de una capacidad velada para influir en la historia y en la sociedad y presentándonos a los diferentes opositores (como Nusearnat, la oscura señora del caos, y Sush’rna, la luminiscente divinidad de pureza) entre diálogos naturalizados y reminiscencias de este desastre ecológico y humanitario que fueron la caída de las estrellas.
Para dotarlo todavía de más credibilidad, la autora coloca en escena a los sacerdotes: pilares de conexión entre lo divino y lo terrenal, los cuales aportan desde el primer capítulo en el que se nos presenta a Évelar una prueba fehaciente del verdadero poder de los dioses, aportando de esta forma credibilidad total a la misión de nuestro bardo ciego y de su diosa de la esperanza, Olare.
Una novela completa que bebe de las historias de rol convencional y que lo tiene absolutamente todo
El velo es una declaración de intenciones del género: una novela dentro de la fantasía independiente nacional que demuestra que no necesitas quinientas páginas para presentar y desarrollaruna buena obra. De esta forma, la autora hace una brillante presentación de los tres personajes que guían esta novela coral, donde cada uno de ellos cuenta no solo con un capítulo introductorio que habla acerca de su pasado y de las dificultades que los han llevado al punto en el que comienza la trama, sino que sientan un maravilloso precedente en términos de diversidad. La variedad de personajes de El velo es más que refrescante y se nutre, de una forma impecable, de personajes como Évelar que acepta su ceguera, o de Hadine, abiertamente lesbiana, mostrando una representación de la inclusividad en un género donde tales personajes a menudo brillan por su ausencia.
Cada personaje, desde la inteligente Hadine con un síndrome del impostor de caballo hasta la propia Sidhaya con su marcial inflexibilidad, cuentan asimismo con su propio desarrollo interno en la trama. Y sí, Greta Mustieles no pierde ocasión de enfrentarlos contra miedos reales e imaginarios, conflictos, batallas, discusiones y penurias más que suficientes, diferenciándolos asimismo con sus propias personalidades dispares que chocan entre ellos y se complementan, haciendo que esta party de tres tenga más carisma que muchos de los acompañantes que aparecen en Baldur’s Gate 3.
Greta Mustieles dota a su trama de escenarios realistas y palpables, donde el agua negra de la Desolación huele y preocupa tanto al lector como a la propia comandante Sidhaya al caerse de la barca. Donde el cuidado por los detalles van desde la lluvia helada que cae en la primera noche de campamento de Hadine al dolor agudo con el que Évelar recuerda a su amada Taysúe, a la que está condenado a no volver a ver. Así, una vez que has leído y releído el libro, descubres que hay pequeñas pistas que te guían hacia el final, que la trama va dejando miguitas de pan donde la esperanza y el afán por hacer lo correcto a pesar de las continuas tentaciones por zozobrar (las de Nusearnat, sí, pero también las de la princesa de Celestia o del sacerdote de la venganza) obtienen su recompensa.
Y todo ello salpicado de exploración, capítulos cortos con narradores en primera persona que cambian totalmente la perspectiva y escenas de combates en las que cualquier cosa puede pasar.
En conclusión ¿merece la pena leer El velo?
Definitivamente, sí.
El velo es, en su esencia, una celebración de lo que la fantasía puede ser cuando se atreve a explorar nuevos horizontes y a dar voz a historias no contadas. La inclusión de personajes diversos, junto con una trama que desafía expectativas a cada vuelta de página, establece un nuevo estándar para el género. Estoy completamente hechizada por cómo, en un espacio tan condensado, esta novela logra evocar un espectro tan amplio de emociones y pensamientos, transportándote a un mundo de rol maravilloso y convirtiéndose no solo una lectura obligatoria para cualquier aficionado de la fantasía más épica y diversa.
El velo ha llegado para quedarse, aunque no de la forma en la que Nusearnat hubiera querido.
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