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NOTA: 6.5

Seremos de cobre: un retelling steampunk de La Bohème

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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - Seremos de cobre: un retelling steampunk de La Bohème

Existen pocas novelas capaces de mostrarte el mundo a través de otros ojos, de abrirte las puertas a realidades diferentes y hacerte comprender, de una forma visceral y honesta, cómo es vivir en la piel de alguien con experiencias vitales radicalmente distintas a las tuyas y Seremos de cobre es una de esas raras obras que consigue precisamente eso.

Esta pequeña obra de fantasía, que reimagina la Ópera La Bohème de Puccini en un París industrial y asfixiante, nos habla de algo universal: la necesidad de perseguir nuestros sueños, incluso cuando el destino parece habernos reservado un final mucho más sombrío. A través de la construcción de personajes no normativos y una narrativa que abraza la diversidad, Maeva Nieto nos sumerge en una historia sobre cómo afrontar tu día a día cuando tu cuerpo, la sociedad y hasta el propio aire que respiras parecen conspirar en tu contra.

Argumento de Seremos de cobre

El cielo es de color cobre plomizo cuando Ruud Delagrange llega a París, aunque nadie puede decir si es por la contaminación o por las nubes de tormenta. Como contable recién llegade del sur de Francia, donde las flores todavía crecen en los campos y el aire no te araña la garganta al respirar, la capital se le antoja como una pesadilla industrial: las calles hierven con piquetes de trabajadores desesperados, y las chimeneas de las fábricas vomitan un humo tan espeso que nadie recuerda ya el color real del cielo.

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En este contexto, Ruud acaba trabajando como contable para Industrias d'Arsonval después de que se ha detectado que han desaparecido varias piezas del interior. Sin embargo, Ruud, a quien las interacciones sociales le cuestan más que los números, se ve forzade a adaptarse a este nuevo ambiente: a su vecina Marzy, demasiado directa y agresiva cuando sus prótesis auditivas zumban; a Sascha, que convierte cualquier superficie en un instrumento con sus brazos metálicos; y a Claude, cuyos ojos albinos y seriedad le provocan a Ruud fascinación.

Sin embargo, todo cambia cuando un día ve una cabellera roja en el edificio de enfrente que lo enciende desde el corazón. Mika, el hijo adoptivo del dueño de d'Arsonval, se cuela por la ventana de Ruud con sus pulmones artificiales y sus problemas respiratorios para compartir con Ruud su único sueño: construir la primera máquina voladora y huir a algún lugar donde todavía exista la primavera.

La Bohème reimaginada: del París romántico al steampunk

Cuando Puccini estrenó La Bohème en 1896, el público se conmovió con la historia de un grupo de artistas bohemios en el París del siglo XIX: Rodolfo, un poeta enamorado de Mimì, una joven costurera enferma de tuberculosis; Marcello, el pintor atrapado en una relación tempestuosa con la cantante Musetta; y sus amigos Schaunard y Colline, un músico y un filósofo que completan este retrato de juventud, arte y amor en tiempos de escasez. Maeva Nieto toma la base histórica de esta ópera y la transforma en una historia steampunk que mantiene la esencia de la obra original mientras explora temas contemporáneos como la identidad de género y la diversidad funcional.

Así, los ecos de La Bohème resuenan en cada personaje de Seremos de cobre: Ruud, como Rodolfo, es une soñadore que encuentra el amor en el lugar más inesperado; Mika, heredero del espíritu de Mimì, lucha contra una enfermedad que se manifiesta en tosidos y fuelles mecánicos que escupen aceite en lugar de sangre. La pintora Marzy, con su carácter explosivo y directo, refleja la pasión artística de Marcello, mientras que Sascha aporta la musicalidad de Schaunard con sus brazos protésicos convertidos en instrumentos. Cloud, como Colline, es el filósofo que observa y reflexiona desde su particular forma de ver el mundo y que se toma su tiempo para aterrizar las emociones tempestuosas del resto.

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Lo que enriquece enormemente la lectura de esta novela es ver cómo Maeva Nieto conserva los temas centrales de la ópera (el amor, la bohemia, el arte como refugio y la lucha contra la adversidad) mientras los actualiza para una nueva generación. El frío ático parisino se convierte en un edificio en una callejuela de paredes de papel al lado de un complejo industrial abandonado, y la tuberculosis se transmuta en los pulmones mecánicos de Mika que lo doblan del dolor tras realizar cualquier esfuerzo, pero el corazón de la historia sigue latiendo bajo la misma sintonía: la de un grupo de jóvenes que se aferran a sus sueños y al arte como forma de resistencia contra un mundo que amenaza con aplastarlos.

Una narrativa pausada que refleja tonos de cobre

Seremos de cobre es una narración peculiar. Una que debe disfrutarse con un rooibos de cacao caliente y no con la prisa con la que últimamente parece que deben consumirse las novelas de fantasía (con sus capítulos trepidantes y sus cliffhangers al comienzo y al final de cada escena). De esta manera, Maeva Nieto construye con fragmentos narrativos cortos la acción a través de un ejercicio de impersonación de la voz de narrativa de los tres personajes principales: Ruud, Mika y Amadee. De esta forma, no solo nos encontramos con la posibilidad de comprender los pensamientos, voluntades e impulsos de cada uno de ellos, sino que además es un ejercicio de escritura magnífico en el que le autore naturaliza totalmente el género neutro para dirigirse a Ruud, a sus pensamientos y a lo que necesita en cada momento.

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Nunca había deseado a alguien de aquella manera. Era una sensación compleja, que crecía desde el pecho, que oscilaba entre el terror y el anhelo. Necesitaba apoyarse, porque creía estar en un tifón que le engullía. Los dedos de Mika, enredados en su pelo, ejercían la presión justa para no dejar que se separe sin hacerle daño. Parecían contactos eléctricos, llenaban todos su sistema nervioso de chispas.

El ritmo de la novela es, como ya os comentaba antes, pausado, especialmente en su primera parte. Le autore le dedica el tiempo que necesita a sentar las bases del escenario y de Ruud como protagonista, permitiéndonos conocer primero su día a día, su adaptación al edificio y sus peculiares vecinos y sus primeros días como contable antes de introducir el verdadero conflicto de la historia. Este vendrá de la mano de Mika, cuya complejidad como personaje se va revelando gradualmente y no se pondrá de manifiesto hasta que este ha alcanzado cierto nivel de confianza con le matemátique: desde su tormentosa relación con su padre adoptivo y el origen de su enfermedad hasta la dualidad entre el agradecimiento que siente hacia el hombre que lo rescató y su rechazo a las políticas empresariales que este representa.

De esta forma, Seremos de cobre se desmarca las novelas de fantasía trepidantes que buscan perpetuos cliffhangers al final del capítulo para invitarte a seguir leyendo. En su lugar, a excepción de un momento intenso y asfixiante al final del primer tercio de la trama, la obra se posiciona como un entretenimiento calmado y pausado que se apoya de las conversaciones susurradas a medianoche en el cuartito de Ruud, de los roces de manos frías contra mejillas febriles y de ese ambiente industrial y cobrizo que lo impregna todo de una melancolía steampunk.

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Un París de cobre y hollín: sobre el worldbuilding de Seremos de cobre

Parte de las grandes fortalezas de Seremos de cobre es su ambientación y es que esta obra dedica una cantidad considerable de páginas a la descripción de escenarios. Maeva Nieto Piñero abre cada capítulo detallando minuciosamente los espacios: el despacho de Ruud con sus archivadores metálicos, los pasillos de d'Arsonval, el piso polvoriento donde vive, o el refugio improvisado de Mika. Esta técnica, que podría parecer un recurso que ralentice la trama, a mí me hizo sentir como si viviera una experiencia casi teatral, como si estuviera ante una puesta en escena operística donde cada detalle debe estar perfectamente situado antes de que empiece la acción.

A pesar de ello, el comienzo de la obra me ha recordado, inevitablemente, a El imperio Final de Brandon Sanderson, con ese cielo eternamente cubierto de hollín y ese tono amarronado que tiñe toda la realidad. Maeva Prieto opta por una estética steampunk tradicional con engranajes que reemplazan órganos, prótesis mecánicas, y una omnipresente luz cobriza que, de alguna forma, empapa la lectura de la obra.

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Los ojos grises de Mika brillaban tanto que parecían de plata. Al tenerlo tan cerca, se fijó en que, cuando sonreía, todas las pecas de su cara se transformaban en pequeñas lunas.

Así, la obra comienza dejando clara la ausencia de las estaciones en París, hecho que refuerza el personaje de Mika, el cual nunca ha visto una flor de forma natural, y donde la contaminación y las precarias condiciones laborales están al día. Sin embargo, he de confesar que, aunque se dedica una parte importante de la contextualización del worldbuilding de la novela al malestar obrero y la precariedad, este desaparece con el avance de la trama y no se trasluce en cositas que quizás eché en falta ver: los problemas médicos derivados indudablemente de la escasez de Vitamina D ante un sol que no se percibe; la depresión y debilidad producto de la misma, el malestar de los personajes secundarios, la imposibilidad de Rudd y de sus amigues de acceder a productos frescos (que podrían haberse mostrado como un lujo en esa cena pre-concierto a la que van invitados por Mika), etc.

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También es cierto que quizás esa no es la historia que Maeva Nieto quería contar. Al fin y al cabo, este no es un libro sobre revolución social, sino sobre personas intentando encontrar su lugar en un mundo que parece diseñado para excluirlas, pero en mi humilde opinión este tipo de detalles más adelante habrían aportado algunas capas de complejidad al universo de Seremos de cobre que le habrían quedado de perlas.

Mi opinión sobre Seremos de cobre: un corazón que late diferente

Si algo me ha conquistado por completo de Seremos de cobre es su magnífica construcción de personajes. La decisión de Maeva Nieto de crear a Ruud como une protagonista no binarie no solo funciona a la perfección dentro de la narrativa, sino que además, en mi caso, me ha ayudado muchísimo a familiarizarme con el lenguaje inclusivo y comprender mejor las realidades de las personas que se identifican fuera del estricto binarismo de género.

Me fascina especialmente que ninguno de los personajes podría considerarse "normativo" y, sin embargo, sus diversidades funcionales nunca se convierten en el centro de sus personalidades ni en un lastre: los brazos protésicos de Sascha son instrumentos musicales, las prótesis auditivas de Marzy zumban al ritmo de su carácter explosivo, y los fuelles metálicos de Mika son parte de lo que lo hace único. Son personajes que transmiten una fortaleza extraordinaria sin caer en el cliché de la "superación", simplemente son y viven en toda su complejidad. Y, aunque en varias ocasiones aparece referenciada la idea de que el verdadero nombre de Ruud está a la vista en un documento, nunca se muestra de manera explícita en la narración.

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Y es que la sensibilidad de le autore por este tipo de detalles magnífico. Una fuente de inspiración en todos los sentidos.

Por si esto fuera poco, el romance entre Ruud y Mika se desarrolla de una forma tan natural y orgánica que es imposible no emocionarse con cada pequeño avance en su relación. Es, sin duda, el corazón que hace latir esta historia y cuenta con algunos momentos tan bonitos que hacen que necesites tomarte una pausa para procesar tus propias emociones.

En definitiva: Seremos de cobre ha sido para mí una experiencia reveladora, una de esas obras que te abren nuevos horizontes y te hacen ver el mundo con otros ojos. Como el cobre que da título a la novela, brilla con luz propia en el panorama actual de la literatura fantástica para aquellos que busquen una obra de fantasía cozzy, con tintes operísticos y a quienes les guste tomarse su tiempo para llegar a la acción.

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