Es imposible asomarse al género de la fantasía juvenil, sobrevolar con los ojos la saga que empieza con *El príncipe cruely* y resistirse a la edición de coleccionista de Una corte de rosas y espinas que Crossbooks ha tenido a bien poner a la venta.
Así que ahí estaba yo: ilusionad por entrar en el mundo de Acotar, descubrir de una vez quiénes eran los Tamlin, Feyre y Rhysand que tanto me salían en Tiktok y decidida a ampliar mis horizontes culturales con una serie de novelas que ya se han convertido en canon dentro de #bookstagram, convencida de que sería un entretenimiento maravilloso y ligero después de haberme leído OUT.
Desgraciadamente, parece que esa profecía que me soltó la librera de la tienda cuando compré el libro y que me animaba a no desanimarme con el primero tenía mucho más sentido del que parecía porque Una corte de rosas y espinas me ha aburrido y gustado a partes iguales. Déjame que te lo explique en este post de Momoko.
Una corte de rosas y espinas: argumento de la primera parte de ACOTAR
Feyre no recuerda cómo era la vida cuando su familia y ella eran ricos. Bueno, tampoco ricos, pero al menos no tenían que preocuparse de cuándo volverían a tener la oportunidad de comer algo caliente. Desde que murió su madre y su padre perdió la capacidad de caminar, las casa y las ganas de luchar por su vida, Feyre se ha convertido en una hábil cazadora que rastrea el bosque frontera con Prythian, la tierra de los emigrantes, en busca de comida.
Pero ese invierno estaba siendo especialmente especialmente duro. Por eso, cuando desde el matorral vio al inmenso lobo, probablemente un inmortal, acechar a una cervatilla, no se lo pensó dos veces. Cogió la única flecha de fresno que tenía y disparó contra el ojo del animal, viendo cómo este abandonaba su vida sin luchar por ella.
La cierva les dio para comer esa noche. La piel del lobo se vendió por un buen puñado de monedas. Pero lo que Feyre no esperaba era que una enorme bestia aparecería esa noche en su puerta: un inmenso Inmortal que viene a cumplir el tratado entre humanos e inmortales que separó sus fronteras hace tantos siglos: Feyre se ha llevado la vida de uno de los suyos, así que ahora él reclama la suya a cambio.
Sin tener otra elección, Feyre acaba siendo arrastrada al otro lado del muro, a la mansión de la Corte de la Primavera, donde descubrirá que esa enorme bestia que vino a por ella es un alto fae llamado Tamlin… que sufre una terrible maldición que le impide poder quitarse una máscara dorada de encima.
Un retellying de La Bella y la Bestia con faes y lobos.
Una corte de rosas y espinas es, ante todo, un retelling del famoso cuento de La bella y la bestia, solo que en esta historia Sarah J. Maas lo retuerce todo para darle una vuelta oscura y sugerente. Y es que la obra de romantasy de la autora mantiene los elementos básicos del cuento: la protagonista que se sacrifica por su familia, la mansión encantada, la bestia maldita y hasta ese momento en el que la protagonista tiene que abandonar la mansión para salvar a su padre enfermo.
Lo que hace interesante el enfoque de Sarah J. Maas en este retelling es la manera en que expande y oscurece la narrativa clásica de La Bella y la Bestia. Feyre, a diferencia de Bella, no es una amante de los libros ni una soñadora en busca de aventuras: es una joven endurecida por las circunstancias, analfabeta, despreciada por todo el mundo, cuyo propósito en la vida es ser de utilidad para el resto e impulsada por la necesidad de sobrevivir en un mundo brutal. La mansión encantada de Tamlin tiene un aire bucólico que oculta un trasfondo siniestro, y el peso de la maldición que carga este Alto Fae no está únicamente en su máscara: se extiende a todo su reino, sumido en un peligroso letargo.
“… —Porque no querría morirme sola —dije y me tembló la voz cuando volví a mirar a Tamlin, y me obligué a buscar sus ojos con la vista —. Porque me gustaría que alguien me sostuviese la mano hasta el final y un rato más después. Eso es algo que todo el mundo merece, inmortales y humanos. —Tragué saliva, la garganta tan tensa que me dolía—. Lamento lo que le hice a Andras — dije y las palabras se me estrangularon tanto que no fueron más que un murmullo—. Lamento que hubiera…, que hubiera tanto odio en mi corazón. Ojalá pudiera…, ojalá pudiera deshacer lo que hice… Lo lamento, lo lamento tanto…”
La autora traslada el romance al ritmo de una construcción más contemporánea: Feyre no sucumbe al instante al encanto de su captor, sino que pasa por fases de curiosidad, desconfianza y, finalmente, comprensión. Sin embargo, los elementos más emblemáticos del cuento están allí: la mansión como personaje propio, el sacrificio personal y la búsqueda de redención. La figura de Tamlin se desplaza entre lo protector y lo intimidante, lo que añade una capa de tensión que reimagina al “príncipe bestia” bajo una luz más moderna y compleja.
Un mundo dividido: el worldbuilding de Prythian y el sistema de magia
Una de las fortalezas evidentes de Una corte de rosas y espinas es el cuidado con el que Sarah J. Maas ha construido Prythian, un reino dividido en cortes que reflejan aspectos simbólicos de la naturaleza y las estaciones. Desde la brillante y florida Corte de Primavera hasta la misteriosa y sombría Corte Noche, cada territorio tiene su propia estética, cultura y sistema de poder, lo que da al lector una sensación de amplitud dentro del mundo mágico.
El sistema de magia, aunque inicialmente se presenta de forma limitada a través de los poderes de Tamlin y Lucien, introduce conceptos intrigantes a través de criaturas tan fascinantes como el attor, el suriel, los naga, el bogge o el puca. Todos ellos me hicieron sentir, conforme me los introducían en el primer tercio de la obra, una suerte de deja vu que me trasladó a mis apasionados momentos infantiles descubriendo el mundo de J. K. Rowling. El hecho de que haya normas y reglas para lidiar con ciertas criaturas (como la gallina y la trampa con el suriel) que pertenezcan a la cultura popular y que otras forman parte de una sabiduría privada y hablada es muy propia de los fae tradicionales gaélicos y de sus manías que tan bien representaron otros autores como Ruyard Kipling en Puck, el de la colina.
Al mismo tiempo, en un intento por asentar un puente entre la novela y las tradiciones paganas, también asistiremos a la fiesta de Calanmai en la que Tamlin, como alto fae que él, participa en un ritual ligado a la fertilidad, la renovación y la conexión con la tierra para bendecir de nuevo su magia y asegurar la prosperidad de su territorio. Esta fiesta está evidentemente inspirada en el rito celta conocido como Beltane que se celebraba el 1 de mayo y que marcaba el inicio del verano en el calendario pagano. Beltane, como Calanmai, está profundamente relacionada con la fertilidad, tanto de la tierra como de las personas, y los rituales asociados incluyen encender hogueras para simbolizar el renacimiento y la protección, así como danzas y ceremonias que evocan la unión entre lo humano y lo divino.
De cualquier forma, esta introducción al worldbuilding no deja de ser eso: una introducción. Ni profundizamos realmente en el poder que tiene cada alto lord de cada corte ni sabemos si todos ellos son capaces de convertirse en bestias, qué pueden llevar a cabo ni demasiado sobre el el conflicto entre humanos e inmortales. Es más que evidente que Sarah J. Maas se reservó el resto de los libros para seguir indagando en este mundo que parece ser vasto y enormemente salvaje y peligroso no solo para los humanos que se atreven a traspasar sus muros sino también para lo faes que lo habitan.
Feyre: un retrato vulnerable y creíble de la lucha por encontrar el propio propósito
Desde las primeras páginas, Feyre se presenta como una protagonista distinta a las que estamos habituadas. Su vida gira en torno a la supervivencia de su familia: su padre, reducido por culpa de la minusvalía de la rodilla, y sus hermanas, a quienes protege y alimenta con estoicismo incluso a pesar de sus desprecios, casi anulando su propio deseo o bienestar en el proceso. Es un retrato convincente de una joven obligada a madurar demasiado rápido, que asume una responsabilidad que nadie más está dispuesto a cargar.
«Cualquier cosa menos inmortales», habían rezado los cazadores a nuestros dioses, olvidados hacía ya tanto tiempo... y yo había rezado con ellos en secreto. Hacía ocho años que vivíamos en esa aldea, a dos días de viaje de la frontera con los inmortales de Prythian, y en ese tiempo no había habido ningún ataque, aunque los vendedores ambulantes llevaban con ellos historias que describían pueblos fronterizos convertidos en astillas, huesos y cenizas. En los últimos tiempos, esos relatos, antes tan excepcionales que los ancianos de la aldea los descartaban como rumores absurdos, se habían convertido en susurros cotidianos durante los días de mercado.
La dinámica familiar de Feyre revela gran parte de su carácter: su resentimiento por haber sido empujada al papel de salvadora convive con una inquebrantable devoción hacia sus hermanas. Sin embargo, este eje que define su vida se desmorona cuando cruza al otro lado del muro. Alejada de sus responsabilidades y con el peso de su sacrificio como una losa, Feyre se encuentra a la deriva, enfrentándose por primera vez a una vida en la que no sabe quién es si no tiene a nadie a quien servir.
Aquí es donde Maas juega con un enfoque de empoderamiento femenino que va más allá de lo épico o lo heroico. Feyre no es inmediatamente fuerte o indestructible; su debilidad, su fragilidad emocional y su inseguridad son palpables, y eso la hace extraordinariamente humana. Su arco de transformación no consiste en ganar poderes o enfrentarse a villanos, sino en entender que puede existir por sí misma, que puede permitirse estar viva, confiar en el resto, disfrutar de la comida y ser feliz.
Maas utiliza este viaje para subrayar una forma más realista de empoderamiento del personaje. Porque, vale, está claro que Feyre se comporta a menudo como la típica proganista de novela juvenil cabezahueca que hace exactamente lo contrario a lo que seres increíblemente poderosos que intentan mantenerla a salvo le dicen, provocando que como lectora a veces te sientas frustrada con su estupidez. Pero personalmente me ha convencido cómo Sarah J. Maas, al igual que intentó hacer Brandon Sanderson con Vin en *El imperio final,* deconstruye a una mujer que ha tenido que volverse violenta, ruda y agresiva a través de un proceso de desconcierto y dolor donde se reencuentra con su inclinación a las cosas bellas, suaves y dulces (por no decir, femeninas, que no lo son) y cómo siente una natural resistencia inicial hacia ellas.
— Preferiría no usar vestido.
— ¿Y por qué no? —dijo Lucien con voz suave. Fue Tamlin el que contestó por mí.
— Porque matarnos es más fácil con pantalones
Entonces ¿merece la pena Una corte de rosas y espinas?
La edición es maravillosa. Sublime. Creo que no tengo libros tan bonitos en mi casa. Ya no hablo de la sobrecubierta y de los cantos pintados sino especialmente de las ilustraciones en relieve dorado que tienen las tapas por dentro.
También es cierto que el worldbuilding feérico de Maas funciona muy bien y me ha encantado encontrarme con los suriel, los acertijos de los faes y el olor metalizado de la magia. Pero tengo que confesar que no esperaba que el romance idílico y platónico de la novela estuviera tan patente. Durante el primer arco de la novela viviremos una sucesión de capítulos valle donde aparece de vez en cuando un fae mutilado o decapitado para mantener la tensión del peligro externo que no sirven para quitarte el mal gusto en la boca de tanto baile, tanta danza, tantos momentos pintando en un cuartito y una pomposidad que parece salida de las fantasías de Edith Warton.
Te amo —susurró y me besó la frente—. Con espinas y todo.
Hay mucho relleno en esta obra, y mucho relleno innecesario. Tanto en el primer como en el segundo arco de la obra, Feyre pasa de ser una cazazadora potente y cruel a la protagonista de una teen movie. Y no deja de ser contradictorio porque se supone que para los feéricos los humanos son poco menos que motas de polvo desechables, pero desde el primer instante en que pisa la Corta de la Primavera (y sucesivos eventos de los que no hablaré para no hacer spoiler), el mundo gira alrededor de lo que lleva puesto cada noche esta chiquilla.
Me siento ligeramente decepcionada. Quizás si no hubiera esperado tantísimo de este libro, me hubiera convencido más. Quizás tengo que darle una oportunidad a la segunda parte para saber cómo evoluciona esto, porque lo que está claro es que no ha habido demasiado misterio para mí dentro de estas cortes aparentemente crueles y retorcidas: ni detrás del comportamiento de Rhysand, ni del gesto de indiferencia de Tamlin, ni mucho menos de la plaga que asola este mundo.
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