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NOTA: 8

Harrow la Novena, opinión y reseña de La tumba sellada parte 2

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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - Harrow la Novena, opinión y reseña de La tumba sellada parte 2

A tus manos llega Harrow la Novena, la segunda parte de un trilogía que pasa a convertirse en tetralogía y cuyo universo, oscuro y escabroso, resuena en tu interior con el mismo aroma salado a lágrimas y azufre que te ha acompañado en tus momentos más oscuros.

Y es que la segunda parte de la historia de los nigromantes tiene la capacidad de demolerte por dentro y recordarte que incluso los villanos y los héroes pueden llegar a convertise en despojos necesitados de protección y amor si se dan las circunstancias adecuadas.

Bienvenido a una historia protagonizada por la más talentosa nigromante de la Novena Casa. Bienvenido a una historia de cómo cayó y se hizo pequeñita y vivió encerrada en una burbuja de negligencia, ineptitud y autocompasión a los pies del Emperador Imperecedero.

Argumento de Harrow La Novena

Después de lo sucedido en Gideon la Novena, Harrow se siente completamente perdida. La que otrora se había alzado, orgullosa y despectiva, por encima del resto de las casas nigrománticas, ahora es media lictora cargada de autocompasión que se arrastra de un lado a otro aferrada a un mandoble que ni quiere ni comprende.

Mientras la nave que porta al Rey Imperecedero y a sus Santas Manos se desplaza lentamente, un enemigo colosal conocido como Bestia de la Resurrección amenaza con acabar con toda forma nigromántica como se la conoce. Y tras estas puertas, bajo la mirada despectiva de una Ianthe lictora maldita con un brazo inútil, Harrow recuerda cómo llegó a la Morada Canaan acompañada de Ortus, cómo el fantasma de una tiradora mató a Palamedes Sextus y a Camilla Hect antes de darles caza a ellos y cómo el invierno se les echó encima.

Porque así fue como pasó… ¿verdad?

Depresión, pena y el lastre incomprendido de aquello que has perdido

Si Gideon la Novena se mostraba abiertamente ambigua y opaca, Harrow la Novena decide burlarse del lector desde las primeras páginas y opta, vil y fragamentemente, por engañarte, mentirte y darte información contradictoria que descoloca y desequilibra a cualquiera que se encuentre con ella.

Desde un evidente cambio de voz narrativa, que pasa de ser una primera persona a una segunda imitando el arriesgado ejercicio de escritura que otras autoras del género ya realizaron con éxito, a un cambio en los pilares de la historia que conocemos y recordamos.

Porque, en primer lugar, Harrowhark Nonagesimus, la Reverenda Hija, ha perdido ese aura de poder y superioridad arrogante que la caracterizaba. La joven que se presentó en el anterior libro reventándole un par de muelas de una patada a Gideon y que demostró estar a la altura del proceso lictoral, es ahora una niña triste y sola que se arrastra por las esquinas, incapaz de comer, paranoica perdida y obsesionada con que alguien intenta matarla.

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Ianthe Tridentarius por @naomistares
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Harrow en La Tumba Sellada por Dejan Delic

En este punto es donde encontraremos la primera gran disonancia narrativa de la obra porque nada de lo que recordamos que ocurrió en Gideon la Novena es ni remotamente parecido a lo que leemos en Harrow La Novena. Sin el pilar de nuestra heroína, sacrificada y fallecida en combate en la anterior obra, nos veremos abocadas a asumir que es su fantasma la que ha poseído esta voz narrativa y está llevando de la mano, como una suerte de ángel guardián, a Harrow en un día completamente desolador.

Hay pocas obras capaces de transmitir de esa forma lo absolutamente devastadora que puede ser una depresión y cómo esta se come todo lo que eres y tienes. Así, el nuevo estado de Harrow, que solo despierta pena y desprecio en el resto de la tripulación de la nave del emperador, se mantiene estable mostrándonos cómo para la nigromante y semi-lictora, realizar cualquier tipo de actividad de auto-cuidado (ducharse, comer, cambiarse de ropa o simplemente buscar la preservación), le supone un auténtico mundo. Evidentemente, Tamsyn Muir tiene claro que Harrow no es su enfermedad, y por eso nos salpica de vez en cuando con momentos de gran genialidad, desprecio y brillantez que nos permite ver un atisbo de la gloriosa nigromante anterior.

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Interpretación de Harrow por NineRivens

Tamsyn Muir provee a su narración, como siempre cargada de una prosa que va oscilando entre la narración más elegante, delicada y gótica con la violencia callejera de siempre, de una gran cantidad de metáforas y dobles sentidos con los que busca proveer a las segundas lecturas del sentido del que carece en un primer momento. Un ejemplo de ello es el lastre emocional que Ianthe Tridentarius y Harrow tienen tras haber pagado el precio de la lictoridad. Como en cualquier fase de duelo, tras haber tenido que sacrificar a su caballero para obtener el poder de su alma, Harrow e Ianthe necesitan procesar internamente la nueva situación y desprenderse de las emociones negativas y encarnadas que las convierten en incapaces de ser lictoras.

Este arrepentimiento y rencor se manifiestan en dos objetos que tanto Harrow como Ianthe arrastran de un lado a otro y que les impide avanzar con su vida y empezar a ser lictoras completas. En el caso de Harrow es un mandoble gigante que ni puede ni sabe usar, que le genera ansiedad y para el que tiene que construir una armadura permanente de hueso que lo desliza detrás de ella.

Ianthe, al contrario, arrastra un brazo derecho inútil, mal creado, que de alguna forma la conecta a su hermana gemela, de la que nunca se ha separado; y al caballero que dio su vida sin pretenderlo por ella.

Así, la novela se carga de un sentimiento depresivo y lento que, como la llovizna, impregna y empapa el papel y te hace preguntarte hacia dónde va realmente la novela. La motivación para continuar leyendo la encarna, irónicamente, Ortus: el caballero que acompaña a Harrow en este segundo viaje a través de sus recuerdos a la Morada Canáan. Tamsyn Muir genera a propósito una enorme disonancia entre el recuerdo del lector de lo transcurrido en la primera parte con lo que está ocurriendo en la segunda para provocar que mientras lo leas, un sentimiento de confusión, indignación y cierto enojo te impulse a gritar «¡no fue así!» y sigas leyendo en busca de una respuesta a tal retorcido cambio de argumento.

Y por qué no, seamos honestos, la presencia de Ortus, como alma en pena, llorando por las esquinas e incovando a Mathias Nonius en la Noniada, no hace que salga bien parado (al menos al principio de la narración) al compararlo con Gideon.

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Una nave conflictiva: a sus pies, Rey Imperecedero.

En el mismo momento en el que se nos presenta al Rey Imperecedero y sus santos lictores, figuras veneradas y a las que se les presta una especial devoción en la Novena Casa, pronto uno se dará cuenta de que el Nigrolord Supremo, un título que haría que cualquier doncella se arrodillase a sus pies y le cediese su alma, no es más que un hombre anodino y cansado que ni de lejos parece tan brillante como debería.

Esta sensación de imperfecta humanidad tan confusa en seres aparentemente inmortales y todopoderosos es extraña, especialmente porque todo en ellos se basa en la contradicción. Así, Mercymorn, la santa del Regocijo, se nos muestra como una mujer odiosa y cruel en perpetuo mal humor, mientras que el Santo de la Paciencia se muestra del todo menos propenso a esperar los avances de su alumna Ianthe. Ellos las llaman “hermanas menores”, pero las tratan con todo el desprecio del mundo. En este ambiente de hogar disfuncional, el Lord Imperecedero hace todo lo posible por intentar que se comporten como una familia y se sienten juntos a la mesa, cada día, a cenar.

A pesar de su evidente enemistad, existe un paralelismo entre las figuras del mentor con su alumna. Así, la personalidad altiva, odiosa y arrogante de la Harrowhark de la primera obra es calcada a la de Mercymorn y cuanto más trata de imbéciles al resto la segunda, más claro nos queda. Funciona exactamente igual entre Augustine e Ianthe ya que ambos prueban ser fríos, superficiales y obsesionados por la belleza. De esta manera, la autora repite el mismo paralelismo que había hecho en la primera obra cuando contraponía la personalidad de los caballeros con la de sus nigromantes, solo que esta vez lo hará con sus maestros.

Y sin embargo, todos ellos mantienen un aparente objetivo en común que es servir al Lord Imperecedero: aquel al que de manera familiar, Augustine y Mercymorn llaman “John”. Frente a la imagen que teníamos del Gran Resurrector, la cabeza de la Iglesia de los de la Novena se nos muestra como un hombre cansado, taciturno, extremadamente calmado que parece funcionar de terapeuta del resto y que acostumbra a mostrarse con manchas de salpicaduras de té en la túnica mientras hunde galletas arenosas en mezclas de earl gray con un sucedáneo de leche espacial.

Mi opinión sobre Harrow la Novena ¿merece la pena?

Qué tendrá Tamsyn Muir que es capaz de hacernos leer cuatro cientas páginas de relato de una joven con depresión, un señor inmoral que moja las galletas en el té y el recuerdo pasado de algo que sabemos que no ocurrió así y que nos traslada la esencia del día de la Marmota. Porque seamos honestos: nada en Harrow la Novena encaja. Ni la personalidad de Harrow, ni la presencia del Lord Imperecedero, ni los recuerdos de la Morada Canaan o mucho menos las razones por las que el Santo del Deber intenta matarla una y otra vez.

La obra se viste de esta forma de un poético conflicto en el que sentimos, como lo hace Harrow, que algo no encaja. Su habitación, su túnica canaanita blanca con purpurina tan alejada de las oscuras vestimentas que la recubrían o la presencia del emperador se convierten en una suerte de sueño onírico que te recuerda a un mal viaje de vino blanco con diazepam. Nada de lo que está ahí tendría que ser así, pero sabes que la autora se está guardando una respuesta al final capaz de volarte la cabeza. Y vaya que no decepciona.

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Harrow deprimida la mitad de la obra 
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Ianthe Tridentarius siendo la diosa que es 

Harrow La Novena tiene la capacidad de llegarte de alguna forma muy dentro. Sus personajes son tan reales, con sus limitaciones mentales y su sufrimiento, que hace que de la primera indignación que sientes al ver a Harrow desprovista de su gloria nigromántica de paso a una sensación de comprensión y entendimiento que te hace empatizar con tus propios episodios depresivos y plantearte, tú también, el placer que sería meterte debajo de la cama y desaparecer de un mundo lleno de responsabilidades.

La obra se carga de un vocabulario cada vez más fantástico, herencia de los guías espirituales paganos que toman tu cuerpo cuando realizas un viaje astral para presentarte un Río, plástico, rojo y aterrador basado en la la laguna Estigia de Caronte, repleta de almas y fantasmas que le ponen la guinda del pastel a esta novela cadavérica, nigromántica y dada a especulación.

Especial mención merece la traducción de David Tejera, como siempre, y un epílogo que se esconde al final del glosario y que incluye mucho más de lo que una esperaría encontrarse en un primer momento.

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