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Conejo maldito, opinión de la colección de relatos de Bora Chung

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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - Conejo maldito, opinión de la colección de relatos de Bora Chung

Cualquier persona al que le guste pasearse por las librerías tiene que haber percibido que cada vez hay más obras de literatura coreana en el mercado. Mientras autoras como Han Kang se alzan con galardones tan prestigiosos como el Nobel gracias a una prosa introspectiva y radicalmente sensorial, otras voces como la de Bora Chung —responsable de esta colección de relatos— aparecen anunciadas por todo lo alto como finalista International del Booker Prize en 2022, galardón que rara vez se concede a autores coreanos.

Es precisamente esta colección de relatos publicada por Alpha Decay en España, el motivo por el que Bora Chung fue seleccionada como finalista. Una antología en la que lo cotidiano convive con lo fantástico, lo grotesco y lo escatológico, articulando un paisaje narrativo que se mueve entre escenas de la vida diaria y elementos propios del horror asiático más reconocible —con ecos de los yūrei japoneses, el gore corporal y los espacios simbólicos de lo reprimido—.

Terror corporal y crítica social: lo político como víscera

Si algo llama la atención, especialmente al público en general cuando respondes la incómoda pregunta de «¿De qué tratan los relatos de Bora Chung?» es el hecho de no podrías encasillarla en un género. El compendio de cuentos recogidos bajo el nombre del primer relato, Conejo maldito, mezcla terror fantasmagórico contemporáneo con relatos de ciencia ficción, fantasía, cuentos, y algunos slice of life algo más cercanos a lo que estamos acostumbrados a consumir dentro del mundo editorial coreano.

Son sus relatos de corte gore y repugnante lo que sin duda perdura en la memoria. Y es que los cuerpos en algunos de los relatos de Conejo maldito son recipientes que la autora emplea para trasladarnos cierto horror corporal que, la verdad sea dicha, se presta a diferentes interpretaciones.

En "La cabeza", por ejemplo, lo escatológico —una masa informe hecha de heces que cobra vida en el inodoro y se asoma para llamar “madre” a la protagonista— se transforma en un símbolo ambiguo: por un lado, lo percibimos como un ser hecho de heces y otros deshechos, pero por otro, se lamenta, ruega y se reproduce. ¿Es un hijo no deseado? ¿Una culpa internalizada? Lo monstruoso, aquí, además de la criatura, es el acto de negarla sistemáticamente.

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De una forma parecida, "La regla", subvierte el discurso biomédico tradicional. En lugar de presentar la anticoncepción como herramienta de empoderamiento, Chung dibuja un futuro distópico donde los anticonceptivos generan embarazos no deseados para hablar de la violencia obstétrica. El cuerpo femenino se convierte en territorio colonizado por los hombres, sin los cuales, una mujer es totalmente incapaz, según este relato de terror, de poder tener un hijo saludable.

Este uso del horror corporal recuerda a autores como Han Kang (La vegetariana) o incluso a ciertos pasajes de Junji Ito, pero con un giro estructural: el miedo no está en el “monstruo” sino en la estructura que lo genera y lo silencia.

Fábula moderna y capitalismo: oro que sangra y conejos que maldicen

Otros relatos del libro se alejan totalmente de lo gore para beber de la estructura clásica de la fábula —con su moral velada, su uso de animales y elementos fantásticos, y su tono casi arquetípico—, para subvertirla de raíz y realizar una crítica contra la opresión y el capitalismo

En “La trampa”, probablemente el relato que más claramente dialoga con el género tradicional de la fábula, un zorro herido es capaz de sangrar oro. A partir de ahí, el cazador que lo “acoge” y lo recluye empieza un proceso de explotación literal de su cuerpo hasta matarlo. Es un relato donde lo monstruoso del acto de tener a un animalito encerrado al que hieres una y otra vez por tu propia riquiza se convierte en una crítica a la codicia intergeneracional, al ciclo de abuso que se hereda y normaliza, disfrazado de progreso o sacrificio. Aquí no hay moraleja, sino un retrato despiadado de lo que significa convertir lo vivo en mercancía.

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Ese mismo cruce entre lo mágico y lo corporativo se encuentra en “Conejo maldito”, el relato que da nombre a la colección. Una lámpara con forma de conejo (adorable e infantil) es también un objeto maldito, programado como mecanismo de venganza contra una gran empresa.

Otras historias son asimismo cuentos clásicos con un final claramente moralizante contra la codicia como en “El amo del viento y la tierra” mientras que otras historias como “Mi dulce hogar” muestran claramente un mensaje anticapitalista al mostrar a una mujer que ha vivido toda su vida preocupándose por las deudas y por el dinero y que se aferra a su única fuente de ingresos (un edificio con enormes problemas con los inquilinos y el barrio), hasta un punto enfermizo.

Desilusión contemporánea y precariedad emocional: cuando el infierno es el sistema

Si en los relatos anteriores Bora Chung canalizaba su crítica a través de lo simbólico o lo monstruoso, en cuentos como “Mi dulce hogar”, “Adiós, amor mío” o “Cicatrices”, la autora desplaza el foco hacia la erosión interior. La angustia, la alienación y la soledad estructural que padecen sus protagonistas son síntomas de un sistema que no entiende al individuo y lo condena a padecer terribles sufrimientos.

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En “Mi dulce hogar”, una pareja endeudada acepta comprar un edificio lleno de problemas. La promesa de estabilidad económica y de un “hogar propio”, se convierte rápidamente en una trampa sin escapatoria, poniendo de manifiesto los conflictos que tiene también su propio matrimonio. El edificio aquí es metáfora y prisión, y Chung nos recuerda que en las sociedades capitalistas la precariedad no solo es económica: es afectiva.

Este desarraigo afectivo también atraviesa “Adiós, amor mío”, el relato más ubicado dentro del género de scifi de todo el libro. La historia habla de un científico que convive con una androide diseñada para amarlo que se ha quedado completamente obsoleta. El protagonista no es un visionario, sino un ser desbordado por el hecho de no poder dejar marchar una amante que ya no le quiere. Así, Chung realiza aquí un paralelismo entre el amor imposible de una pareja que rompió hace mucho con el de un androide obsoleto.

Y, sin embargo, para mí, Conejo maldito, no funciona

Creo que de alguna manera el análisis del simbolismo de la obra de Chung quizás desdibuje un poco mi propia experiencia leyéndolo. Y es que tenía muchísimas ganas de volver a sumergirme en una obra de relatos de terror y Conejo maldito, con su llamativa cubierta, parecía ser la elección perfecta.

Desafortunadamente, creo que he errado al elegirlo. Por mucho que Chung tenga detrás una intención de crítica demoledora, una visión femenina anticapitalista y un registro muy variado, no ha conseguido transmitirme horror, pena, sorpresa ni asombro más que en su último relato. La forma tan superficial por la que pasa por protagonistas que podrían haberse desarrollado mucho más para ser fascinantes (como trabajando los problemas de violencia soterrada del matrimonio de Mi dulce hogar, la ansiedad de la mujer de La regla, etc.) hace que no me despertara interés el destino de ninguno de ellos.

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No solo eso, sino que la forma en la que trabaja las conclusiones, ya sean capitulares o argumentales de sus relatos, espanta por la forma tan abrupta y absurda de presentarlas. Apresurado e inexplicable es el final de Adiós, amor mío y la manera en la que la obstetra le dice a la joven de la regla que se ha quedado embarazada por usar mal el anticonceptivo sin haber mantenido relaciones sexuales de ningún tipo está mal planteado y resulta, sin duda, poco creíble.

Así, la lectura de Conejo maldito va oscilando entre relatos que prometen ser fascinantes, como La trampa, que se resuelven muy pobremente; y otros que, directamente, como El amo del viento y la tierra, no entiendes cómo han sido elegidos para estar ahí. He de marcar un gran paréntesis sobre esta opinión, ya que el último relato de todos, El reencuentro, sí me pareció pulido, sorprendente y que transmitía una sensibilidad que se alejaba de lo superficial y está claro que el cuento principal, Conejo maldito, es imaginativo. Desgraciadamente no es suficiente como para que pueda recomendar, con la conciencia tranquila, esta antología de relatos. No es para mí. Quizás, en su lectura en la versión coreana, funcione un poco mejor.

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