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¿Por qué no hay dos árboles iguales?
Los árboles están deseando decirnos muchas cosas. Si los escuchamos, nos hablarán de la tierra, del agua, de las personas, de los animales, del clima y del paso del tiempo. Y nos hablarán también de sus vidas, de lo bueno y de lo malo. Los árboles cuentan una historia, pero solo a quienes saben leerla.
En Cómo leer un árbol, descubriremos los mensajes que un árbol ...
Los Quercus robur, los majestuosos Fagus sylvatica y hasta el más humilde Olea europaea que crece en nuestras calles tienen una historia que contarnos. Por fin llega a nuestras librerías "Cómo leer un árbol", la obra de Tristan Gooley que ha revolucionado la forma de entender la dendrocronología y la morfología arbórea en Reino Unido, manteniéndose durante meses en las listas de más vendidos del Sunday Times. Ático de los Libros nos trae esta joya en una cuidada edición de tapa blanda que incluye un exhaustivo índice onomástico de materias y una traducción magistral de Claudia Casanova, editora jefe y fundadora de la editorial, quien ha sabido capturar la pasión y el rigor científico del original.
Cada fisura en la corteza, cada ángulo de ramificación y cada patrón de crecimiento cuenta una historia fascinante para quien sabe interpretarla. ¿Te has preguntado alguna vez por qué los anillos de crecimiento de un árbol no son perfectamente concéntricos? ¿O por qué algunos ejemplares desarrollan contrafuertes mientras otros mantienen un tronco perfectamente cilíndrico? Los árboles son auténticos historiadores vivientes que registran en su anatomía desde los cambios climáticos hasta las intervenciones humanas, desde las alteraciones geológicas hasta los patrones de viento dominante. "Cómo leer un árbol" nos abre las puertas a este fascinante mundo de señales y códigos que, sorprendentemente, han estado siempre ante nuestros ojos, esperando a que aprendiéramos a descifrarlos.
Estructura y metodología de Cómo leer un árbol: una invitación a la semiótica arbórea
Cómo leer un árbol se estructura en dieciséis capítulos meticulosamente organizados que nos guían desde los conceptos más básicos hasta las interpretaciones más complejas del lenguaje arbóreo. Lejos de ser un árido manual de botánica repleto de terminología latina, Tristan Gooley nos sorprende con un primer capítulo introductorio que sienta las bases de lo que él considera un arte interpretativo: la lectura de los árboles. Su aproximación al tema es refrescante y revolucionaria, ya que nos invita a abandonar la idea del aprendizaje memorístico tradicional para adentrarnos en lo que podríamos denominar una verdadera semiótica arborística.
Los hongos que brotan sobre las raíces pueden establecer relaciones simbióticas con el árbol, pero los que crecen fuera de la corteza son harina de otro costal. Ningún árbol quiere que un hongo se alimente de su tronco, así que, si observas alguno ahí y, es señal de que estos seres vivos heterótrofos lo están atacando o de que el árbol ya está muerto. Cuando veo poliporos a los abedules, sé con seguridad que el árbol tiene problemas o que ya no vive: Es frecuente verlos brotar de un tronco que llega a los seis metros y, luego, se frena de repente. Los sapótrofos, una gran familia de hongos, solo crecen en la madera en descomposición y no molestan a los árboles sanos.
A lo largo de sus páginas, el autor nos va desvelando cómo cada árbol es en realidad un mapa viviente que podemos aprender a interpretar. Desde la morfología básica que determina sus formas hasta los patrones más sutiles, como la ausencia significativa de ciertas ramas o las cicatrices que el viento deja en sus troncos, Gooley construye un relato fascinante que abarca todos los aspectos interpretables de estos seres vivos: cortezas, sistemas radiculares, tocones y patrones de crecimiento foliar. La edición de Ático de los Libros, además, enriquece la experiencia de aprendizaje con una sección central de fotografías a color realizadas por el propio autor que funcionan como un atlas visual perfecto para identificar las señales descritas en el texto. No es inusual que, leyendo sobre las señales y los símbolos, sintiera la necesidad de avanzar hasta las fotografías en busca de las pistas y los elementos que este había descrito en los capítulos.
[...] las hojas de un árbol tienen un nervio central pálido intenso y recuerdas que es señal de que hay agua cerca; un poco más adelante, ves el río. Muchos ejemplares que crecen cerca del agua, incluidos los sauces, poseen esa característica nervadura blanca en las hojas: parecen surcadas por un arroyo.
Por si fuera poco, la obra incluye un epígrafe a partir de la página 308 con información detallada sobre los diferentes latifolios mencionados, convirtiendo este libro en una herramienta completa para cualquier aprendiz de "lector de árboles".
Un viaje a través de las señales de un bosque. La forma única de hablar de los árboles de Tristan Gooley
La experiencia de lectura de Cómo leer un árbol es similar a emprender un paseo guiado de la mano de Tristan Gooley, donde cada capítulo nos acerca un poco más a los secretos que esconden estos seres vivos. El autor construye su narrativa alternando conceptos técnicos con fascinantes anécdotas personales que dotan al texto de una cercanía cautivadora. Así, nos encontramos acompañándolo mientras intenta orientarse en mitad de un sendero utilizando únicamente las señales de los árboles como guía, o descubriendo junto a él patrones tan reveladores como la forma en que los ejemplares más antiguos extienden sus ramas buscando ávidamente la luz solar, mientras que los más jóvenes se adaptan a los resquicios de claridad que los veteranos les dejan.
Uno de sus pasatiempos favoritos, de hecho, es perderse en la montaña sin GPS, móvil ni ningún elemento con el que orientarse más que sus conocimientos sobre árboles y todas estas peripecias y anécdotas curiosas salpican el texto de una forma simplemente genial, arrancándote una sonrisa de oreja a oreja.
El poeta Samuel Taylor Coleridge llamó al abedul «la dama de los bosques», y quizá haya algo femenino en las ramas suaves y delgadas que fluyen hasta el suelo.
Y es que hay algo profundamente poético en la forma en que Gooley contempla y describe el mundo arbóreo. Su prosa, salpicada de referencias a otros naturalistas y poetas, nos recuerda que la lectura de los árboles es un lenguaje universal que trasciende fronteras y épocas: el mismo código que utilizaban nuestros antepasados para orientarse en el bosque es el que hoy pueden interpretar las tribus del Amazonas o los habitantes de una remota aldea asiática. Los árboles, nos dice el autor, son el nexo silencioso que une a la humanidad, un idioma común que todos podemos aprender a descifrar si prestamos la suficiente atención a sus señales y si nos molestamos en aprender su lenguaje.
Aunque no sepamos el nombre de un árbol, sus raíces nos mostrarán el camino para salir de un bosque.
Cómo leer un árbol: Cuando la poesía se encuentra con la ciencia
Aunque "Cómo leer un árbol" destila poesía en cada página, Tristan Gooley no rehúye de la terminología científica cuando esta es necesaria para comprender verdaderamente el lenguaje arbóreo. Así, partiendo de conceptos básicos como la diferencia entre latifolios y coníferas, nos adentra en un fascinante mundo de auxinas (las hormonas vegetales que descienden por el tronco) y yemas apicales, permitiéndonos comprender fenómenos tan curiosos como lo que ocurre cuando podamos la copa de un árbol o por qué las ramas inferiores reaccionan de una manera específica. Esta comprensión te arroja una nueva luz sobre el paisajismo urbano que nos rodea y nos ayuda a entender por qué los árboles se comportan como lo hacen gracias a la ingente y extrañamente precisa cantidad de datos que ahora tienes en tu cabeza. Ahora comprendes que las hojas de los árboles pueden maximizar su rendimiento con solo un 20% de luz solary que los pioneros hidrófilos que bordean los ríos son de esa forma porque se enfrentan a intensos niveles de luz, viento y agua.
Leonardo da Vinci en su Tratado de la pintura acuñó la regla de los árboles: «Todas las ramas de un árbol, en cada fase de su altura, tienen el mismo grosor que el tronco cuando se juntan».
El autor nos revela que la vida de un árbol no termina necesariamente cuando lo talamos ya que el corazón del árbol, contrario a lo que podríamos pensar, no siempre está en el centro del tronco, y de un ejemplar aparentemente muerto puede brotar nueva vida.
Muchos árboles antiguos empiezan a pudrirse desde dentro, pero puede mantenerse con vida durante siglos y conservan sus capas exteriores en buen estado. El exterior es también la parte más importante para la resistencia estructural, que es otro concepto que nosotros, criaturas con esqueleto, nos resulta contraintuitivo. A pesar de que existan problemas en el centro de la base de un árbol viejo, este puede sobrevivir si crece hacia fuera y alrededor de la zona problemática. Los árboles ancianos pueden beneficiarse de este proceso gracias a la reabsorción de parte de los nutrientes que acaban en el suelo tras la descomposición de su propio interior.(de manera sorprendente, también echan raíces dentro de sus troncos para alimentarse de esto mismo).
Esta forma de "leer" los árboles también nos descubre secretos históricos fascinantes: la presencia de árboles en lo alto de las colinas o en medio de grandes campos puede explicarse por antiguos motivos defensivos, cinegéticos o incluso fiscales. Por ejemplo, en la Alemania medieval, las tierras con árboles se gravaban menos que los campos abiertos, lo que fomentó la preservación de estos gigantes verdes.
El arte de descifrar la vida secreta de los árboles
Y es que Cómo leer un árbol tiene un efecto casi evangelizador, o al menos así fue para mí: una vez que lo has leído, es imposible pasear por un parque o un bosque sin intentar descifrar las historias que esconden los árboles de los caminos. Empiezas a identificar las diferentes estrategias de supervivencia: si apostaron por un crecimiento rápido y vertical, sacrificando la solidez de su tronco por altura para alcanzar la luz antes que sus competidores, o si prefirieron quedarse pequeños, adaptándose a la luminosidad filtrada que les llega a través de lasa hojas. El fototropismo y el geotropismo dejan de ser términos abstractos para convertirse en señales visibles que explican por qué ese árbol se inclina de esa manera particular o por qué sus ramas se retuercen buscando el sol.
Si ves que la corteza está arrancada cerca de la unión de una rama, es probable que las ardillas sean las culpables: Utilizan las ramas como asidero y se agarran a ellas mientras ingieren la corteza cercana a la ensambladura.
Uno de mis nuevos pasatiempos favoritos es comprobar las cicatrices y heridas en los árboles, que ahora se transforman en un fascinante libro abierto donde se ven desde las marcas de poda hasta las infecciones fúngicas, donde el árbol ha reforzado sus paredes celulares creando cámaras de contención que se manifiestan en distintivos patrones radiales. Gooley nos demuestra que no hace falta ser un experto en dendrocronología para comprender estas señales y sus enseñanzas nos proporcionan las herramientas básicas para interpretar desde las "brújulas de los tocones" hasta los anillos de crecimiento que, como bien señala Neil Price en su obra Vikingos, han sido cruciales para datar acontecimientos históricos. Estos anillos no solo nos hablan de la edad del árbol, sino que son registros climáticos vivientes que nos revelan períodos de sequía o abundancia, ayudándonos a comprender mejor las migraciones humanas y los cambios históricos que han modelado nuestro presente.
Los árboles que presentan espinas foliares se definen del ramoneo de los herbívoros. Se trata de una respuesta dinámica en muchas especies, incluido el acebo, y cuantas más espinas observamos las hojas, mayores esfuerzo que han de realizar a la hora de defenderse de los animales. Esta es la razón por la que las hojas de acebo cercanas a la base del ejemplar arbóreo tiene mayor número de espinas que las de la parte superior. También, el motivo por el que los setos de acebo que las cuchillas de poda de los jardineros rozan son extremadamente espinosos.
Entonces… ¿merece la pena leer Cómo leer un árbol?
Leer Cómo leer un árbol ha sido una experiencia absolutamente fascinante y en absoluto se pareció a lo que la gente pensaría que es la lectura de una obra de ensayo sobre árboles.
La estructura en capítulos breves y dinámicos, salpicados con anécdotas personales del autor sobre su escuela de orientación natural y sus descubrimientos en el campo de la interpretación arbórea, hace que el libro fluya con una naturalidad sorprendente. Y es que la prosa de Gooley te atrapa desde la primera página y, antes de que te des cuenta, te encuentras subrayando párrafos, garabateando notas en los márgenes y volviendo una y otra vez atrás en busca de ese término científico con el que avasallarás a tus compañeros de trabajo en cualquier conversación casual que tengas.
Este no es solo un libro para botánicos o amantes de la naturaleza: es una obra imprescindible para cualquiera que alguna vez haya sentido una conexión con el mundo natural, ya sea desde una perspectiva científica, espiritual o simplemente contemplativa. Entre sus páginas he encontrado mucho más de lo que esperaba: no solo conocimiento técnico, sino también una forma completamente nueva de mirar el mundo que nos rodea. Sin duda, Cómo leer un árbol se ha convertido en una de esas obras que formarán parte de mi biblioteca esencial, un libro al que volveré una y otra vez, y que recomendaré sin dudar a todo aquel que quiera profundizar en los secretos que esconden estos maravillosos seres vivos que nos acompañan día tras día y que gritan su historia solamente a aquellos listos para escucharlas.
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