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Agnes Grey, análisis y temas de una obra clásica de Anne Brontë

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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - Agnes Grey, análisis y temas de una obra clásica de Anne Brontë

A menudo las grandes historias se nutren de vivencias personales. Y más frecuentemente de lo que nos imaginamos los autores encuentran su voz a través de la escritura de recuerdos y diarios que aderezan con momentos ficcionales. Agnes Grey de Anne Brontë es una de esas historias. Escrita en 1847, el libro se nutre de las vivencias de su autora para contarnos el día a día de una institutriz empobrecida con pocas esperanzas de llegar a encontrar algo mejor en su vida.

Argumento de Agnes Grey

Agnes Grey es la joven hija de un pastor cuya familia cae en la más desgraciada miseria económica. Desesperada por conseguir algo de dinero, decide tomar un trabajo como institutriz: una ocupación que le reportará algunas ganancias y que no compromete su honor ni su dignidad en plena época victoriana.

La historia nos cuenta el día a día de Agnes cuidando a los hijos de dos familias diferentes: los Bloomsfield y los Murray. Poco a poco se dará cuenta de que su respetabilidad como mujer y como persona no vale nada a los ojos de los ricos y que todos los valores por los que ella tan rectamente ha vivido no son del gusto de toda la sociedad.

Una novela sobre la dureza de ser una institutriz con una importante crítica en su interior

Agnes Grey es una de las novelas más representativas y que mejor explican el papel de una mujer en la época victoriana. Acostumbradas a leer historias sobre damas que alcanzan la cúspida social y económica a través del matrimonio, la obra de Anne Brontë no solo gana en importancia debido a su carácter revelador de la vida de una mujer empobrecida que carece de la protección de un hombre en su vida en plena sociedad victoriana, sino también por su carácter autobiográfico.

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La obra, leída como una forma para pasar el tiempo, puede parecernos en ocasiones pausada y quizás hasta algo insulsa, pero, como ocurre con todos los clásicos, gana interés al contextualizarla y analizar todo lo que la autora buscaba transmitir con ella.

Uno de los puntos más interesantes es el orgullo de la protagonista: característica que luego se volvería frecuente en las obras de Anne Brontë. Agnes, una joven trabajadora que comprende la situación desesperada a la que se enfrenta su familia sin la protección de un varón, busca un trabajo como institutriz lanzándose fuera del núcleo y la protección de su hogar. Este tipo de decisión, que toma valientemente aunque cargada de reparos, lo hace siempre extremando todas las precauciones posibles ya que el mundo no es un lugar seguro para una joven que esté sola.

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—Porque hago siempre lo que me ordenáis, supones que no tengo criterio propio. Pero ponedme a prueba, eso es todo lo que pido… y veréis lo que puedo hacer.

A pesar de ello, Agnes está determinada, y el libro nos muestra cómo esta primera romántica idea de cuidar a los niños del resto y convertirse en una institutriz querida y amada se transforma rápidamente en una pesadilla cuando se da de bruces contra la realidad. Y es que tanto los Bloomsfield como los Murray cuentan, cada uno por su lado, con un grupo de niños crueles y tiránicos que tratan a la protagonista con todo el desprecio que guardan las clases altas. Agnes Grey pronto se verá sometida a un trato del todo despreciativo en el que su posición como institutriz y encargada del cuidado y la educación de los niños es puesto en entredicho por unos padres incompetentes que no la respetan, a pesar de estar pagándole, por la diferencia de clase. Esto provoca que ante cualquier tipo de desacuerdo o de problema con un grupo de niños tiranos acostumbrados a salirse con la suya, Agnes sea reprendida por los progenitores que solo buscan quitarse de encima a sus hijos y evadir cualquier tipo de conflicto o de problema educativo.

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¿Qué podía yo hacer, si los visitantes, con sus elegantes ropas y buen cuidadas caras, los halagaban y mimaban para complacer a los padres? ¿Cómo podía yo, vestida con sencillez y sin arreglo en mi cara de todos los días, alejarlos con palabras francas? Me atormentaba procurando distraerles […]. Pero no conocían la vergüenza, se burlaban de toda autoridad que no les aplicara un castigo; en cuanto a la bondad o cariño, o no tenían corazón o lo guardaban tan hondo, tan oculto, que yo, a pesar de mis esfuerzos, no había encontrado forma de llegar a él.

La crítica evidente a las clases poderosas dentro de la obra queda muy patente debido al comportamiento idolente, a menudo sumamente reprochable desde la perspectiva de la moralidad luterana del momento que consideraba el trabajo como único camino para llegar a dios, de los padres y el resto de personajes con los que se relaciona la protagonista.

De esta forma, Agnes Grey se apoya de ideales y la ética protestante británica para ilustrar de forma reprobatoria las ocupaciones y la moral de las clases aristocráticas y poderosas. No es solo que estas carezcan de cualquier tipo de inclinación para el trabajo, sino que, además, son incapaces de comprender cualquier tipo de empatía básica. Agnes se desquicia poco a poco intentando transmitir a sus pupilos las enseñanzas de humildad y entrega que les ha enseñado sus padres solo para descubrir que los niños son incapaces de comprender por qué deberían ser amables en un mundo que se lo entrega todo. Un ejemplo especialmente ilustrativo se va con el joven Bloomfield, cuyo pasatiempo favorito es asesinar pajaritos que arranca del nido de las madres.

Así, la obra se encarna de un profundo sentimiento de soledad y de falta de pertenencia. Agnes Grey, en su perseverancia por mantener cierta dignidad, se encuentra a menudo entre dos mundos que le impiden llegar a ser completamente feliz. Así, la institutriz se dará cuenta de que no puede confraternizar con los criados y sirvientes de la casa ni hacer amistades dentro de la servidumbre, ya que eso le restaría estatus y por tanto daría pie a que se menoscabara todavía más su pobre autoridad. Al mismo tiempo, como guardiana encargada de la crianza de los hijos, tampoco está a la misma altura que los niños a los que cría.

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Esto provoca que la protagonista se encuentre en una permanente sensación de soledad e incomprensión: por parte de su familia, que no comprenden la tristeza que rodea a la joven ni sus dificultades en el trabajo, por la de sus pupilas que tratan a su institutriz como una sirvienta cualquiera de la que reírse y, sobre todo, por parte de una sociedad que valora a la mujer en función del matrimonio que pueda obtener. Al final, es una consecuencia lógica que Agnes decida aislar su corazón del resto y que se convierta, a tan joven y tierna edad, en una mujer amargada que busca la soledad. Este aislamiento tan presente en la novela se da no solo de forma comprensible dentro de la evolución del personaje debido al maltrato verbal del que es parte, sino también como efecto lógico del recogimiento al que ha estado sometida Agnes desde niña: tanto como mujer, impidiéndole formar parte de la sociedad y siendo protegida hasta que esta contraiga matrimonio, como por el simple hecho de haberse criado en el campo, desplazada de la turbulenta vida en sociedad.

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[…] Tengo demasiado desarrollado el instinto gregario para resignarme a vivir sin amigos, y como los únicos amigos que tengo y que espero conservar son los de mi casa, si los perdiera, no digo que no podría vivir, pero sí afirmo que preferiría no hacerlo en un mundo tan hostil.

El matrimonio como forma de crecimiento personal

Al igual que otras novelas escritas por y para mujeres de la época (como puede ser Mujercitas, de Louisa May Alcott publicada en 18969), Agnes Grey crea una historia que nos muestra el único camino con el que cuenta una mujer de aquella época para poder progresar en la vida y asegurar su supervivencia: el matrimonio.

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Sin embargo, aunque es evidente que la vida de una mujer sin la protección de un hombre es difícil y está abocada a terribles esfuerzos físicos y emocionales, no podemos olvidar que Anne Brontë en esta novela realiza una interesante reflexión sobre los peligros de casarse únicamente por conveniencia. Así conoceremos de primera mano que la madre de Agnes, dulce y siempre solícita, era una mujer emparentada con una familia notable que renunció a todo por casarse con un hombre de una condición más baja. En lugar de lamentarse por ello, anima a sus hijas a seguir el mismo camino y casarse por amor.

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Pienso decirle que se equivoca lamentablemente al suponer que pueda arrepentirme del nacimiento de mis hijas, orgullo de mi existencia y único consuelo de mi vejez, o de los treinta años transcurridos en compañía del hombre que más y mejor me ha amado […].

Asímismo, alrededor de la idea del matrimonio no solo subyacen conceptos como el valor de una mujer o la posibilidad de sopesar la tranquilidad que te ofrece casarte con alguien con una situación económica desahogaga frente al hecho de compartir tu vida (y tu espacio personal) con un hombre al que puede que detestes, sino también la idea de que la vida de una mujer que no se prepara para el matrimonio es inútil. En la obra especialmente a través de la segunda familia a la que Agnes cuida, el personaje de Rosalie aparece para mostrarnos cómo el comportamiento superficial, vanidoso y soberbio de la chiquilla (valores completamente opuestos a los que luteranos del momento) le granjean no solo todo tipo de entretenimientos sino también la posiblidad de “casarse bien”. Sin embargo, la protagonista se niega a dejarse llevar por este tipo de vanidades y de pasiones, convencida de que su papel como mujer trabajadora es incompatible con la idea de mujer bonita.

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Desear ser bella es algo estúpido. Las personas dotadas de sentido común jamás lo desean para sí mismas ni se preocupan de lo ajeno. Cuando se posee un espíritu cultivado y un corazón bien dispuesto, el exterior no interesa a nadie. 

Sin embargo, el libro, como ya sabemos, está lleno de un anhelo desesperado por lo que no se tiene: amigos, compañeros, comprensión, libertad, respeto y, por supuesto, cierta envidia a los placeres que rodean a Rosalie y a las mujeres de clase alta de las que se rodean que pueden vivir de una forma mucho más desahogada que Agnes y dedicarse a ser bellas y a atrapar a un marido. Está claro que para Agnes esto está mal pero… ¿acaso la idea de una vida dedicada al placer no seduciría a cualquiera?

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La explotación laboral, la precariedad y la inhumanidad en la obra

La deshumanización de la figura de la institutriz es un tema recurrente en la obra, pero es precisamente la posición de Agnes como “mujer de ninguna parte”, es decir, como una joven que no se encuentra en ningún estamento social concreto, lo que le permite mostrar la pereza y crueldad no solo de las clases más pobres sino especialmente de los ricos. De esta forma, su superficialidad, vanidad y forma despótica de proceder en su vida, permitiendo y ejerciendo enormes actos de crueldad contra otras personas y animales, nos genera un retrato del pensamiento luterano del momento en el que la riqueza y la falta de humildad estaban considerados uno de los mayores pecados.

Así, en el libro podremos ver no solo cómo los ricos permiten y aleccionan un comportamiento violento en sus propios hijos sino cómo tratan al servicio, y por extensión a Agnes, como si no mereciera ni la más mínima consideración.

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La señora Murray se sorprendió de la inusitada energía con que formulé mi petición, opinando que no había motiva para tanta precipitación máxime cuando podía tratarse de una falsa alarma. «Y si no era así, después de todo, es la ley inmutable de la naturaleza… “Todo lo que nace muere”. ¡Además no vaya a creer que es usted la única persona afligida de este mundo!

Mi opinión sobre Agnes Grey

Agnes Grey es una obra que gana en el momento en el que dedicas algo de estudio a su contexto histórico y a lo magníficamente bien que refleja la encrucijada frente al matrimonio y la imposibilidad de ganarse la vida por parte del sector femenino de la sociedad victoriana.

Está claro que la lectura del libro, a menudo colocada entre las listas de las obras recomendadas para adolescentes, puede hacerse tediosa y aburrida. Los amantes de una buena hisoria de romance encontrarán en el acuerdo entre Agnes y el pastor (un guiño a la profesión de su padre), frío y carente de todo tipo de tensión; mientras que los que la lean en busca de divertidas y escabrosas historias de una institutriz desdichada verán con decepción que estos momentos son puramente anecdóticos en la obra.

Agnes Grey gana en valor cuando te sientas a reflexionar sobre la obra y todo lo que esta transmite, sobre la perversión de las clases poderosas frente al luteranismo y sobre la precariedad de la mujer. Solo por eso, cualquier amante de la literatura debería leerla. Solo tened en cuenta que esto no es Orgullo y Prejuicio y que no habrá un señor Darcy del que enamorarse en el proceso.

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