Decidida a lograr su independencia económica y a ayudar en su casa, Agnes Grey, la hija menor de una familia venida a pique, se coloca como institutriz en la casa de la familia Bloomfield. Su juventud e inexperiencia, así como la crueldad de los niños con quienes le toca lidiar y la frialdad de sus padres, son una difícil piedra de toque. Pero su perseverancia la llevará a cambiar de casa en busca de mejores perspectivas. Con sus nuevos empleadores, los Murray, las condiciones tampoco son fáciles, pero Agnes, poco a poco, se abrirá camino...
Está claro que la lectura del libro, a menudo colocada entre las listas de las obras recomendadas para adolescentes, puede hacerse tediosa y aburrida. Los amantes de una buena hisoria de romance encontrarán en el acuerdo entre Agnes y el pastor (un guiño a la profesión de su padre), frío y carente de todo tipo de tensión; mientras que los que la lean en busca de divertidas y escabrosas historias de una institutriz desdichada verán con decepción que estos momentos son puramente anecdóticos en la obra.
Agnes Grey gana en valor cuando te sientas a reflexionar sobre la obra y todo lo que esta transmite, sobre la perversión de las clases poderosas frente al luteranismo y sobre la precariedad de la mujer. Solo por eso, cualquier amante de la literatura debería leerla. Solo tened en cuenta que esto no es Orgullo y Prejuicio y que no habrá un señor Darcy del que enamorarse en el proceso.