Border top left cut image
Border middle left cut image
Border bottom left cut image
Border middle right cut image
Border bottom left cut image
Logotipo de momoko.es

Buscar en Momoko

Book cover

Todas las benditas decisiones

Autor: May Boeken
Después de la ruptura con Gary, Rebeka se refugia en casa de su hermano en Hallerburg, Alemania, para reorientar su vida e intentar olvidar cuanto antes al rockero norirlandés. Se siente perdida, herida y cabreada. Lo echa mucho de menos, pero se niega a recular e intentar arreglar las cosas con él. A base de juergas en el Rocco’s ?un peculiar bar ilegal?, los cuestionables consejos de su amiga Ana y una nueva amistad con su vecino Daniel ?un espécimen germano guapo a rabiar?, consigue recuperar el rumbo. Pero lo que tiene el amor es que viene sin avisar y a veces llega sin llamar… ¿Su relación con Daniel se convertirá en amistad-algo-más? ¿O existirán las casualidades cósmicas y volverá a aparecer Gary en su vida?

Lo más leído del libro

Todas las benditas decisiones: opinión de la última parte de Everlasting Wound

Todas las benditas decisiones pertenece a la saga 'Everlasting Wound'

Imagen Destacada - https://momoko.es/images/thumbnails/sagas/todas-las-malditas-decisiones_thumbnail_1_160px_160px.png

Everlasting Wound

2 tomos - Saga completa

Rebeka es una chica alocada y divertida que se va a Londres para celebrar la despedida de soltera de una de sus amigas. Allí conocerá a Gary Connolly: un joven realmente salvaje y atractivo que hará que sus piernas bailen, y que le arrebatará el corazón.

Portada libro - Todas las malditas decisiones: Everlasting Wound I
#1 | Todas las malditas decisiones: Everlasting Wound I
Portada libro - Todas las benditas decisiones
#2 | Todas las benditas decisiones
Todas las benditas decisiones: opinión de la última parte de Everlasting Wound
Seguía sentada con la boca abierta, babeando y mirando fijamente a Daniel, cuando de pronto dejó de estirar para echarse el agua del botellín por la cabeza. Haciendo que disfrutar de las vistas se elevara a un nivel porno. Tenía que estar haciéndolo queriendo. Ach du Scheiße! Hice un cálculo rápido; si le saltaba al cuello, él necesitaría aproximadamente diez segundos para tenerme esposada contra el suelo. Y no exactamente para disfrute de ambos.

No quiero ni pensar qué tipo de vuelo les va a dar a los de la aerolínea, porque tenía toda la pinta de necesitar un buen lingotazo. Ya conoces el dicho: Dios inventó el whisky para que los irlandeses no dominen el mundo…

Ahí estaba de nuevo el lado más odioso de mi persona: la Rebeka egoísta y superficial que había gestionado todo lo relacionado con Gary como una niñata inmadura. [...] Daniel merecía algo mejor que yo, eso lo tenía claro, pero como todavía no se había dado cuenta, tenía la oportunidad de hacer méritos para que no lo descubriera.

Fui ligeramente consciente de que el doctor se había largado, y de que mi madre y Ana se nos habían pegado como dos lapas pedorras que nos observaban divertidas. como si nos encontráramos en la escena final de una novela romántica y hubiera perdices correteando

por el pasillo, ajenas al hecho de que la situación estaba condenada a írseme de las manos de un momento a otro. Me hallaba en una situación límite: a un tris de tirarlo al suelo de un placaje, abofetearlo mientras lo besaba y arrancarle la ropa con los dientes. Eso, echando mano de toda la cordura que me quedaba.

—¿Qué haces aquí? —repetí, intentando contener mis inoportunos instintos cavernícolas de apareamiento y recuperando el control sobre mi mirada, que se centró en su inofensiva oreja izquierda.

—Me han echado del último bar. ¿Tú qué crees?

Bufé mosqueada. Él se encogió de hombros con inocencia.

—Perdón. continúa, por favor.

—Por muy perfecto que sea, y por mucho que haya intentado que lo fuera todo para mí, ha sido imposible. Me entristece el daño que le he podido provocar… Me gustaba mucho, pero no con la intensidad que sé que puedo llegar a sentir. No me temblaban las piernas, no perdía el aliento, no me quedaba anonadada mirando sus ojos o jugueteando con los dedos de sus manos. —Hice una pausa tratando de ordenar las ideas—. No eras tú.

May Boeken

Author portrait
Iamge from momoko instagram feed
Iamge from momoko instagram feed
Iamge from momoko instagram feed
Iamge from momoko instagram feed
Iamge from momoko instagram feed
Iamge from momoko instagram feed