¿Qué tendrá la obra de Satoshi Yagisawa que hace que todos los libreros la recomienden? Destacada en el escaparate de las tiendas durante semanas, esta novella publicada por Letras de plata llegó a mis manos en diciembre como parte de un maravilloso regalo de cumpleaños literario. Y es que era imposible equivocarse con ella: Mis días en la librería Morisaki es una novela corta, con un lenguaje sencillo y muy directo con la capacidad de ensalzar las virtudes de un corazón honesto y valiente y el refugio terapéutico que suponen, para más de muchos, los libros y las librerías.
Esta es mi reseña sobre este joven librito de Satoshi Yagisawa que funciona, de una forma certera, como puerta introductoria al fascinante y complejo mundo de la literatura japonesa.
Argumento de Mis días en la librería Morisaki
Takako-chan ha perdido la voluntad de vivir y pasa los días debajo del futón tras sentir que lo ha perdido absolutamente todo. Y es que un día, de la noche a la mañana, el amor de su vida, el hombre con el que trabajaba, le dijo que se casaba con otra mujer. Desesperada, Takako se ve forzada a dimitir del trabajo para no verle, abocada a una vida sin propósito ni felicidad de ningún tipo, sumida en una depresión que la va consumiendo.
Esto es así hasta que su tío, el excéntrico propietario de una librería de segunda mano en Jinbocho, se pone en contacto con ella y no le da otra opción: Takako pasará a vivir en el ático de la pequeña, polvorienta y encantadora librería Morisaki: un entorno idílico donde aprenderá a volver a ser feliz.
Por teléfono, mi madre me dijo: "Decídete: o vuelves a Kyushu o te vas con Satoru". Y así, de mala gana, escogí a mi tío. Sabía perfectamente que si hubiese vuelto a Kyushu, me habrían concertado un matrimonio y habría perdido toda esperanza de regresar a Tokio. Después de todo lo que me había esforzado por llegar aquí, volver hubiera sido como admitir mi derrota.
Hacía tanto que no salía que me sentía aturdida. Al emerger de la estación del metro, me embistió la cálida luz del sol. Me percaté de que el verano había llegado mientras dormía. El sol sobre mi cabeza me azotaba como un niño caprichoso.
Una novela de una simpleza apabullante, hecha para hablarle al corazón
Mis días en la librería Morisaki se distingue por su estilo narrativo sencillo y por su lenguaje directo, sin subterfugios ni metáforas, que fluye con naturalidad e invitan a leerlo en cualquier momento del día y bajo cualquier estado anímico en el que te encuentres, por muy cansada que estés. Y este es, sin lugar a dudas, una de las claves de su éxito, ya que la novela en sí funciona como oasis en un mundo centrado en la productividad, en el non-stop y en los libros enrevesados e innecesariamente largos.
En ese sentido, a la manera de las short-novels que tan populares son en el país nipón, Satoshi Yagisawa apuesta por frases breves, ligeras descripciones y capítulos tan cortos que invitan a decir "solo uno más" hasta que, sin apenas darte cuenta, has devorado el libro entero en una tarde. Todas estas vibes de refugio-literario que tanto busca la obra están perfectamente revestidas por la perfecta edición de tapa blanda de Letras de plata y por la elección de unos márgenes generosos y una fuente no demasiado arrebujada como para obligarte a hacer un esfuerzo.
Es decir, que todo en La librería Morisaki busca encarnar lo que para Takako fue el irse a vivir al negocio de su tío: un refugio de paz, libre de esfuerzos superfluos donde tener la oportunidad de, simplemente, leer.
Satoshi Yagisawa ha creado una obra que, sin duda, está pensada para el público convencional que de alguna manera es capaz de romantizar Japón, pero que, de alguna forma, comprenden la necesidad de desconectar con el mundo, abrazar la simplicidad contemplativa que ofrece una vida lejos del acelerado mundo productivo y quieren leer una historia de autosuperación.
Es un lugar muy apreciado por escritores e intelectuales desde la era Meiji, que fue del 1868 al 1912. Si hay tantas librerías por la zona es porque en aquella época se construyeron muchas escuelas, cosa que favoreció la rápida apertura de tiendas especializadas en ediciones académicas.
Hablemos de emociones: el hermetismo japonés en su máximo exponente.
Como muchas de las obras literarias japonesas que capturan la esencia de la complejidad humana, Mis días en la librería Morisaki inicia con una declaración poderosa sobre la desconexión emocional prevalente en las relaciones modernas. Esta realidad queda patente de manera cruda y directa cuando Hideaki, el novio de Takako, le revela en los primeros capítulos durante una conversación que podría considerarse trivial por su tono educado y elegante, que está involucrado con otra mujer con quien planea casarse, sugiriéndole a Takako que podría continuar siendo su amante si así lo desea. Esta interacción, cargada de una cortesía superficial, destila una falta total de empatía y emoción, subrayando cómo las normas sociales pueden enmascarar la indiferencia y crueldad más profundas.
De esta manera, Mis días en la librería Morisaki pone así de manifiesto el fenónemo japonés del honne (los verdaderos sentimientos y deseos de una persona, que te reservas para ti y nunca compartes con nadie) y tatemae (las facetas y opiniones que se muestran en público por razones de conveniencia o cortesía) desde las primeras páginas de la obra. La revelación de Hideaki actúa como un catalizador para explorar estas facetas contradictorias del ser, mostrando cómo Takako fue engañada por la fachada de sinceridad y afecto que su novio mantenía, replegándose, irónicamente, a un estado de recogimiento y autocompasión en el que está tan desconectada de sus sentimientos que no es capaz de comunicarse correctamente con su tío Satoru en los primeros momentos ni con el resto de la gente a su alrededor.
El vacío de la marcha de alguien querido: la trama subyacente en Mis días en la librería Morisaki
Takako-chan ha perdido a alguien recientemente; pero en realidad, no es la única. Mis días en la librería Morisaki esconde en su interior dos tramas paralelas que hablan del vacío existencial que te deja la marcha de alguien sin dar explicaciones, de manera abrupta y dolorosa, y cómo el no comunicar lo que sentimos hará que esta herida emocional se vaya pudriendo hasta lastrar nuestro ánimo y nuestras ganas de vivir.
Es por eso por lo que el tío Satoru, cuya mujer le ha abandonado de la noche a la mañana hace cinco años, obligará a Takako a expresar qué es lo que siente. De esta manera, la novela no solo se centra en la dolorosa ruptura entre Takako y Hideaki, sino que también explora la compleja relación entre el tío Satoru y la tía Momoko, cuya partida repentina deja un vacío inmenso y una serie de preguntas sin respuesta. Ambas historias paralelas nos hablan del devastador efecto del superviviente, ese sentimiento de vacío y desorientación que sigue a la pérdida abrupta de una relación significativa.
El vacío emocional que experimentan tanto Takako como Satoru tras el fin repentino de sus respectivas relaciones es palpable y se convierte en un tema central de la narrativa. Yagisawa nos muestra cómo el silencio y la falta de cierre pueden corroer el alma, dejando heridas que tardan en cicatrizar. Este momento clave en la novela resalta una verdad universal: las palabras no dichas y los sentimientos no expresados pueden perseguirnos, impidiéndonos avanzar.
Una confort novel que habla acerca de cómo se cura la depresión y que romantiza la vida contemplativa
Mis días en la librería Morisaki es una confort novel. Una de esas obras que, si cayeran en el mundo de los videojuegos, habrían sido etiquetados como wholesale book. Y es que en su interior, Satoshi Yagisawa nos plantea auna situación con la que muchos lectores pueden identificarse: cómo las decepciones dan paso a la tristeza, de ahí a la anhedonia, luego a la desidia hasta, finalmente, desarrollar una terrible depresión.
Tan solo quería dormir, dormir y dormir. En los sueños no existían los malos pensamientos. Los sueños eran una miel muy dulce. Y yo era una abeja que giraba alrededor.
Takako-chan pasa sus días en la habitación de su piso durmiendo antes de mudarse con Satoru y lejos de vendernos el milagro mágico a lo Bajo el sol de la Toscana americano, tardará meses en recuperarse de su estado. Lo que el autor hace de una manera velada es que despliega sobre las páginas las pautas de la lucha contra la depresión y las naturaliza en el comportamiento con el que el tío Satoru va empujando de manera cándida a su sobrina hacia la recuperación.
Así, con una delicadeza basada en la paciencia y la tolerancia, poco a poco el librero obliga a Takako a adoptar una rutina, a salir a pasear bajo el sol, interactuar con otras personas, visitar una cafetería donde los comensales se tratan como miembros de la familia y a involucrarse en tareas que benefician a otros en el barrio, no son más que ejemplos de cómo los pequeños pasos pueden llevar a grandes cambios.
La estructura de la novela, con sus capítulos cortos y una narrativa ligera, refuerza esta idea de ser una "confort novel". No hay grandes dramas ni giros argumentales complejos; en su lugar, Yagisawa opta por una sucesión de momentos cotidianos que, poco a poco, tejen la red de seguridad emocional que Takako —y, por extensión, el lector— necesita. Este enfoque hace que el libro sea una compañía ideal no solo para aquellos que buscan desconectar del ruido del mundo, sino también como una introducción gentil y accesible a la literatura japonesa.
Nagai Kafū, Tanizaki Jun'ichirō, Dazai Osamu, Sato Haruo, Akutagawa Ryūnosuke, Uno Kōji... Nombres que ya había escuchado, pero de los que no había leído nada; o que me eran totalmente desconocidos, daba igual: si me llamaban la atención, los escogía y los leía con avidez. Y, cuanto más leía, más quería leer. Era la primera vez que vivía una experiencia tan maravillosa. Casi me parecía que había desperdiciado años de mi vida.
Dejé de dormir en la habitación, ya no sentía la necesidad. En lugar de refugiarme en el sueño, cuando mi tío me relevaba, me iba corriendo a leer a una cafetería o a mi cuarto.
Y es que si eres de esos que se sienten intimidados por la complejidad de la literatura japonesa tradicional, con figuras titánicas como Yukio Mishima, cuya prosa densa y temáticas profundas pueden resultar un desafío, o Junichiro Tanizaki, con su meticulosa atención al detalle y sus complejas narrativas psicológicas: Mis días en la librería Morisaki se presenta como un refugio acogedor con olor a polvo y café japonés capaz de hacerte sentir, durante unas 160 páginas, parte del mundo literario japonés.
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