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Una exploradora del espacio inmortal. Un mensaje misterioso. Un enemigo desconocido. Un amor que trasciende la muerte y el tiempo…
Amahle es una light chaser, una surcaluz que viaja por el universo recopilando los recuerdos de los habitantes de los mundos distantes a cambio de baratijas.
Sin embargo, este último viaje guarda una sorpresa para Amahle. En uno de los collares de memoria recogidos encuentra ...
¿Qué se siente al vivir por toda la eternidad? ¿Podrías llegar a olvidar quién eres, de dónde vienes y cuáles fueron los ideales que te construyeron como persona? A bordo de una inmensa nave inteligente, Ahmale atraviesa con indolencia el espacio acompañada de todo tipo de exuberantes comodidades. Es una surcaluz, una agente de un planeta desarrollado que vive eternamente viajando de un sistema a otro en una misión aparentemente religiosa que en realidad esconde una oscura y desgarradora verdad comercial.
A través de sus aventuras y sus escasas 149 páginas, Light Chaser nos plantea un desafío: ¿somos libres o estamos condicionados por el tiempo? ¿Podemos escapar de las normas que nos imponen o estamos condenados a repetir los mismos errores una y otra vez?
Esta es mi reseña de Light Chaser. Surcaluz. Y os puedo asegurar que, al menos que yo no sea consciente de ello, ninguna IA ha participado en la redacción de este texto.
¿De qué trata Light Chaser?
Para unos es una diosa, para otros una simple comerciante. Amahle se ha pasado los útimos siglos acudiendo a un planeta subdesarrollado tras otro en misión oficial haciéndose pasar por una deidad y recogiendo collares de memoria: unas joyas que almacenan la vida de sus portadores y que luego ella lleva de vuelta a SiempreVida, una corporación que comercializa con sus historias.
Entre los viajes, como el trayecto es largo y a menudo deben pasar años antes de llegar a su siguiente destino, Amahle se entretiene usando los collares para divertirse y ver las vidas de aquellos tan efímeros que mueren antes de cumplir un siglo. Sin embargo, su mundo cambiará radicalmente cuando empieza a encontrarse en diferentes recuerdos de los collares a hombres que afirman ser Carloman, su esposo fallecido hace milenios en la tierra. Carloman parece ser el único capaz de recordar sus anteriores reencarnaciones y cada vez que eso ocurre, busca a alguien con un collar para dejarle un mensaje a Amahle: que no se fíe de su IA.
Una historia sobre tiempo, metaficción y analepsis.
De la mano de dos autores de renombre, Light Chaser nos muestra la oscuridad que esconde una idea aparentemente brillante. Y es que esta es la primera obra con la que colaboran Peter F. Hamilton y Gareth L. Powell. Peter F. Hamilton es conocido por sus sagas de space opera como La caída del dragón o El vacío temporal. Gareth L. Powell es autor de novelas como Embers of War o Ack-Ack Macaque.
Para ello, comienza mostrándonos el lado brillante y dulce del contrato que Amahle tiene con la empresa SiempreVida: gracias a ellos y a las peculiaridades de su adn, puede vivir eternamente y mantenerse joven y atractiva en una nave hecha única y específicamente para complacer sus deseos. El interior de la Mnemósine se ajusta a sus preferencias y le todo lo que ella necesita: la impresora de comida le proporciona el menú que prefiera; cuenta con una piscina con peces modificados entre los que nadar y una biblioteca inmensa con la que ocupar sus horas. Sin embargo, como en muchas otras obras de ciencia ficción, existe una contrapartida a todas estas comodidades.
Una mezcla de géneros que enriquece la obra.
La obra comienza con una salvaje analepsis, mostrándonos el final de la historia y realizando, posteriormente, un salto al pasado para que disfrutemos del viaje temporal que lleva a esa brutal conclusión. Y es que la obra se carga de sentido cuando comprendemos que todo es, tal y como dictan las leyes de Amahle, un continuo viaje temporal. Y es que Light chaser es una hábil amalgama de ciencia ficción y relatos, en la que la narrativa se desenvuelve de manera fluida y evocativa, combinando elementos del pasado y el presente para crear una obra de gran profundidad y complejidad temática. Cada collar de memoria que revive Amahle nos permite revivir parte del pasado de personajes completarmente dispares que se han criado y han evolucionado en diferentes espacios y ambientes, aportándonos de esa manera una metanarrativa muy enriquecedora para la trama principal y dándole una dimensión adicional a la experiencia de lectura.
[…] los reyes morían y los castillos caían, pero la surcaluz permanecía, inmortal e infinita, en el crepúsculo entre las estrellas.
El lenguaje y el poder de una IA transformadora
Otro aspecto destacable de Light Chaser es la creación de un vocabulario propio que refleja el mundo imaginario que construyen los autores. Palabras como surcaluz, efímeros, collares de memoria o Dominio nos sumergen en una realidad alternativa donde el tiempo y el espacio realmente son los que dictan el valor de las personas y los posiciona en una jerarquía mental que se traslada muy bien a la mente del lector. El lenguaje se convierte así en una herramienta para generar atmósfera, credibilidad y originalidad en la narración.
Esto nos permite ubicarnos como lectores en este worldbuilding construido donde, cómo no, la IA y la nave (la Mnemósine) cuenta con un papel principal. De manera similar a cómo lo plantea Kameron Hurley en Las estrellas son legión (Kameron Hurley. Alianza Editorial, colección Runas, 2017), la nave tiene vida propia. La Mnemósine cambia y se modifica perpetuamente para acomodar a su surcaluz y condicionar un estado de apatía fruto del exagerado bienestar. Para ello, podremos ver cómo el espacio alrededor del que vive Ahmale va cambiando y evolucionando de una forma más que inteligente.
Durante los últimos dos años de los quince que había durado el viaje, un enjambre de bots ingenieros, había dedicado restructurar la antigua nave estelar. El hangar había desaparecido, junto con todos los transbordadores con los que se viajaba desde la nave en órbita hasta la superficie de cualquier planeta y los vehículos transplanetarios. Todo ello se había fundido junto con el resto de componentes superfluos y ahora se almacena en forma de plasma en un enorme cámara contenedor magnética
Los escenario y la ambientación son increíblemente importantes. Los autores dedican un esfuerzo considerable a la creación de escenarios detallados y un worldbuilding cuidadoso. Cada entrada nueva en órbita, cada aterrizaje en un nuevo planeta o sistema y con cada nuevo recuerdo de un collar de memoria los autores se toman su tiempo en explicar el proceso de terraformación, las reglas del mundo creados y un retrato de las sociedades tan dispares entre sí: algunas ancladas en una belicosa edad media, otras incrustadas en un planetoide helado y desconfiado.
Qué difícil es ser una surcaluz: la crítica al capitalismo escondida en la obra
El papel de Amahle viajando a cada uno de estos planetas es el de una especie de “diosa espacial” que se ampara de su potente tecnología para navegar a través de sociedades no del todo desarrolladas intercambiando baratijas a cambio de collares. Sin embargo, Amahle no es ninguna divinidad, sino simplemente una mujer potenciada por una tecnología avanzada. De una forma increíblemente similar al libro Qué difícil es ser dios de los hermanos Arkadi y Borís Strugatski (Gigamesh. 2011), Light Chaser nos introduce en un debate moral importante: ¿si tuvieras la oportunidad de cambiar una sociedad entera, de ayudarles a sobrevivir a terribles enfermedades y pesares, lo harías? Amahle está condenada a no conectar con nadie y a no desarrollar vínculos afectivos. Al igual que en la obra de los Strugatski, esta superioridad social, biológica y tecnológicamente aparentemente tan beneficiosa imprime una muralla insalvable entre ella y la gente con la que se relaciona, convirtiendo su vida en una sucesión de consumo de experiencias y momentos completamente pasivos.
Todas aquellas civilizaciones estáticas, se mantenían sin que su presencia importase. Las vidas de sus habitantes podían ser asquerosas, brutales y cortas en comparación con la de Amahle, pero la experiencia humana que adquiría de los collares era enriquecedora y única. Por eso pasaba la mayor parte del tiempo sumida en una vida vicaria entre las grabaciones de los collares.
Sin embargo, lo realmente fascinante de la obra es la crítica al capitalismo que subyace detrás del texto. Fulgor, el planeta hiper desarrollado y la empresa que subvenciona la nave de la surcaluz, es en realidad un sistema en el que el estado de bienestar exagerado hasta los límites ha provocado que sus habitantes hayan desarrollado una indolencia total hacia las emociones. Su vida se ha vuelto tan aburrida y carente de placer que necesitan consumir productos / vivencias de lugares subdesarrollados para poder experimentar sensaciones nuevas. Cuanto más violento, desgarrador e injusto sea, mejor para el consumidor.
Algunos de los mundos de mi circuito son bastante salvajes. La esperanza de vida no es alta. Supongo que por eso le gustan tanto a Fulgor. Una experiencia brutal, aunque segura para aquellos hastiados de la vida aquí, ¿me equivoco?
De esta manera, la empresa para la que trabaja Amahle crea una especie de Netflix basado en experiencias reales de personas que viven en entornos terribles y atroces. Al igual que actualmente el primer mundo se aprovecha de las circunstancias de precariedad del tercer mundo y su falta de protección para producir prendas y bienes a bajo coste que luego revenden por precios exorbitados, Fulgor mantiene a propósito a esas sociedades en una rigurosa situación de escasez, violencia y fragilidad para poder generar experiencias que sean prime time en su mundo.
[…] lo que buscaba Fulgor era el conflicto con todos sus altibajos. Un modo de ensalzar las emociones y los sentidos.
Es decir ¿merece Light Chaser la pena?
Light Chaser. Surcaluz es una novela que nos invita a reflexionar sobre el tiempo, la memoria y el amor en un universo que funciona como una crítica al capitalismo moderno. Los autores nos presentan a una protagonista compleja y fascinante que se enfrenta a un misterio que pondrá patas arriba todo lo que ella creía del mundo. Con un ritmo ágil y una prosa envolvente y poética en ocasiones, el libro es en realidad una amalgama de géneros que combina elementos de la ciencia ficción más dura y relatos, empleando una analepsis y apoyándose en su propio vocabulario para crear un universo convincente y creíble.
El libro tiene una interesante mezcla de momentos altamente técnicos basados en ciencia ficción dura, con datos matemáticos y detalles minuciosos sobre la nave y la atmósfera, junto con otros momentos más entretenidos que mantienen al lector enganchado. Si bien puede resultar abrumador para aquellos que buscan una lectura más ligera, aquellos que aprecian el rigor científico disfrutarán de los detalles meticulosos y la atención al realismo técnico en la trama.
En mi opinión, la ambientación detallada, el conflicto con la IA y la vida de Amahle dentro de la nave son los aspectos más destacados de esta novela y fueron precisamente estos aspectos los que capturaron mi antención más que el inicio y la conclusión de la historia. Lo que está claro es que Light Chaser se me hizo corta: me hubiera gustado pasar más tiempo dentro de la nave con Amahle, comiendo pasta nutritiva impresa de manera sintética y callejeando por los pasillos de una nave hecha para satisfacer una vida inmortal. Pero debemos entender que los finales forman parte de la vida de los efímeros como tú y como yo.
Light Chaser. Surcaluz es una novela que te hará viajar por el espacio y el tiempo, que te hará sentir el amor y el dolor de los que viven y mueren, que te hará descubrir los secretos y las mentiras de los que mandan y manipulan. Es una novela que te hará preguntarte: ¿quién eres tú en este universo infinito?
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