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NOTA: 8

Lago negro de tus ojos: opinión sobre una novela acerca del abismo.

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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - Lago negro de tus ojos: opinión sobre una novela acerca del abismo.

Qué extraña atmósfera transmite esta novela. Qué inquietante sensación de angustia transmite. Con tan solo 135 páginas, Guillem López crea en Lago negro de tus ojos una obra oscura que me recuerda al tono tan sublime que logró con su cuento La cosecha, publicado por Obscura Editorial.

Lago negro de tus ojos nos traslada al pueblo de El Clot en un ejercicio narrativo cargado de talento y creatividad que rezuma violencia, tristeza y una nube de insectos inquietos que revolotean por las páginas. Intentaré acercarme con esta reseña a lo que me ha hecho sentir la novela de Guillem López. Espero poder hacerle justicia.

Lago negro de tus ojos: la historia de un regreso a un lugar que te desprecia.

Carla lleva toda su vida huyendo de su pasado. Sin embargo, cuando le ofrecen desde su periódico volver a su pueblo natal y escribir un artículo sobre la desaparición de una actriz famosa, decide dar un paso adelante y viajar hasta allá.

El Clot, el lugar que durante mucho tiempo fue su hogar, se ha convertido ahora en un hervidero de insectos vivos y turistas ansiosos que acuden obsesionados por la posiblidad de acercarse a una de las lagunas negras que aparecieron hace quince años de la nada. Los rumores dicen que estos estanques comunican con otro punto del planeta. Y Carla está convencida de que existe una relación entre la desaparición de Elena Ferri y las aguas cenagosas que se extienden por la costa.

TODO
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La angustia de lo inexacto: un viaje a través de fragmentos y recuerdos

Lo primero que sorprende cuando empiezas a leer Lago negro de tus ojos es el estilo del autor. Guillem López, violento y plástico, cinematográfico y sin lugar a dudas cargado de talento, construye su relato a través de saltos y pedazos descuartizados de historias conectadas a través de la mente de Bernart, el narrador. Y este, permitidme que os lo diga, no es una voz común.

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A veces los secretos son fantasmas que regresan para atormentarnos cada noche, en esa casa familiar ruinosa que no sirve para resguardarse del horror cotidiano: la tortura de estar vivo y ser consciente de que todo sirve a un propósito enfermo y enfermizo.

Bernart encarna la sombra y la imagen del típico hombre común con el que, al menos al comienzo de la novela, es fácil identificarse: es un hombre de clase media, con una vida estándar, un trabajo no demasiado agradable y una mujer con la que, al parecer, no consigue conectar en ningún momento. Será él y su dispersa y maniática mente la que funcionará de óptica a través de la cual viviremos la historia. Una mente que, como la nuestra, salta de recuerdo en recuerdo y que además goza de la particularidad de estar clínica enferma. Así, a través de su narración en primera persona que paladea, reflexiona y mastica sus recuerdos y los procesa a través de un storyboard cinematográfico, es como Guillem López logra transmitirnos toda esa inexactitud y extraña angustia que puebla el relato.

No puedes fiarte del narrador. No solo lo sabemos sino que además, el propio autor se vanagloria de ello. Varias frases del texto parecen extraídas del propio corazón de Guillem López: reflexiones de Bernart a la hora de contar la historia que parecen en realidad un reflejo difuso que esconden parte del corazón del autor en 2019. Un espacio que comparte la culpa y, al parecer, un monstruo acechando siempre al momento idóneo para poder saltar a nuestra yugular.

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Escribir un libro es como jugar al escondite o a la gallina ciega, un ejercicio de búsqueda y camuflaje íntimo que requiere varias lecturas, como si a fuerza de profundizar en esas capas de palabras e imágenes uno llegase a comprender una verdad oculta incluso al autor.

De esta manera, el autor gira la trama, omite cualquier espacio o narración que no le interesa contar, se salta los momentos valle de la trama y va directamente al núcleo de la acción en cada parte, diviendo la novela en fragmentos que representan el storyboard o el cómic que se ha montado en su cabeza Bernart y con el que va reconstruyendo una historia de la que, ojo al dato, en muchas ocasiones no es testigo y que, por tanto, reinterpreta como él quiere, convirtiéndola, en el momento en el que pasa del mundo de las ideas al grafito, en una realidad.

El Clot: Belleza, bichos y desasosiego en Lago negro de tus ojos

Y es que parte de esta sensación agobiante, parte de esta atmósfera extraña donde cada bocanada que tomes trae consigo la amenaza de que una nube de mosquitos acampe en tu paladar, la tiene el pueblo. El autor consigue en Lago negro de tus ojos generarte una sensación de incómoda familiaridad a la hora de presentarte El Clot: un lugar que sin duda no está carente de belleza, pero cuya gente y camino expiden una inmensa bandera de advertencia roja.

Cada diálogo de los lugareños con Clara te recuerdan a las historias en las que los forasteros acudían a una posada en el lejano oeste, con pueblerinos mirándote de reojo, señoras atrincheradas en sus sillas de plástico bajo sus sombreros de apicultor y un par de figuras de autoridad machistas, violentas y como poco malencaradas. En este contexto, Clara, que representa el futuro, la modernidad venida de fuera, no puede evitar encontrarse a disgusto. Los recuerdos de su pasado se materializan en una casa roñosa y llena de polillas e insectos, y la única persona con la que puede relacionarse, Bernart, es en el fondo un pobre desgraciado con clarísimamente sentimientos conflictivos sobre ella.

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Esperamos sentirnos vivos en este mundo vivo que se sustenta sobre carroñeros y tanatófagos.

Para transmitir esta sensación a pueblo viejo, cerrado y asfixiante, el autor nos da un par de puntos de referencia, cada cual más agobiante: un bar maloliente de cerveza pronta, una casa ruinosa, una comisaría de policía disfuncional, un hotel indeseable… Todo ello lo acrecienta con comentarios y diálogos con la gente del lugar donde, de vez en cuando, las palabras en catalán salpican el escenario de El Clot.

TODO
TODO

No hay ni un solo lugar que transmita paz en la novela de Guillem López. Ni un solo instante que no parezca salido de una pesadilla enferma en la que el catalán de la gente desbocada por sus emociones negativas y los mosquitos revoloteando, no inunden las páginas. Solo hay un lugar que transmita una cierta sensación de calma, y esa es, sin lugar a dudas, la laguna.

La laguna: un reflejo del abismo humano y cósmico en la narrativa de Guillem López.

La laguna representa una especie de oasis completamente diferente en la historia. Al más puro estilo de la novela *Stalker,* de los hermanos Strugatsky, el autor crea un espacio negro, peligroso y extrañamente seductor que aísla al mundo exterior (y sus insectos) y atrae a los incautos a la profundidad de sus aguas. La laguna es un pozo negro y sombrío que, extrañamente, imagino de una increíble belleza, capaz de reflejar y mostrar como un espejo los planetas más alejados y el frío espacial que condensa el vacío que hay dentro.

Y es que Lago negro de tus ojos tiene esa capacidad de convertir un concepto tan extraño como un agujero de gusano en un espacio de negrura que, no sé muy bien por qué, quizás porque le doy demasiadas vueltas a la cabeza, me da la sensación de que es un reflejo de la oscuridad innata de los seres humanos de la que nos previene el narrador al comienzo de la obra. Aunque en ese caso, si eso fuera así… ¿Qué retorcida imagen sería el suicidio saltando a la laguna?

Recuerdos, realidades y recaídas: mi opinión sobre Lago negro de tus ojos

Últimamente, me cuesta enormemente terminarme los libros. Empiezan con un arranque delicioso y de pronto sus argumentos se quedan suspendidos como el polvo en un impasse terrible de relleno donde parece que el autor se centra, en un deleite onanista, en abandonarse al placer del fanfic de su propia obra. Y quizás, precisamente por ello y por la manera violenta, resentida y al mismo tiempo preciosa que tiene Guillem López, y que ya me enamoró en su día en su relato de la antología de cuentos de Obscura, Lago negro de tus ojos me haya gustado tanto.

TODO
TODO

Es una historia oscura que oscila y vibra por dentro con un intraquilizador zumbido detrás de tus orejas. La historia de Carla, que vuelve al sitio donde nadie la espera, es, para mí, una metáfora de una recaída en uno de nuestros episodios de emociones oscuras. Y es que hay muchas cosas escondidas detrás de estos fragmentos esquizofrénicos con las que Bernart nos cuenta la historia. Hay mucho más allá tras ese cómic de viñetas imaginarias que se hacen realidad. Conceptos sobre cómo nuestros recuerdos, aunque sean falsos, modulan la realidad en la que vivimos; cómo nuestra incapacidad por perdonarnos y hablar de los sentimientos, nos lastra al fondo de un pozo negro capaz de hundirnos y acabar con todo y sobre todo, la oscura necesidad del ser humano por encontrar una deidad o algo en lo que creer y al que servir.

Lago negro de tus ojos ha sido para mí, por tanto, mucho más de un thriller de 135 páginas. Representa, de alguna manera, todo ese enorme y tenebroso espacio líquido dispuesto a arrastrarte a la inconsciencia que, de alguna forma, espera cada noche a que cierres los ojos.

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