Tras El Incidente, unas extrañas lagunas aparecieron por todo el mundo. La periodista Carla Babiloni regresa a El Clot, donde está la más grande de todas ellas, para investigar la desaparición de una actriz. Pero el regreso es un ajuste de cuentas con el pasado, un reencuentro con todo aquello que creía haber dejado atrás de forma definitiva. Deberá enfrentarse a policías corruptos, militares de una agencia de seguridad mundial y sectarios fanáticos, además de a sus propios miedos y temores, atrapada en un torbellino de recuerdos y profecías funestas.
Es una historia oscura que oscila y vibra por dentro con un intraquilizador zumbido detrás de tus orejas. La historia de Carla, que vuelve al sitio donde nadie la espera, es, para mí, una metáfora de una recaída en uno de nuestros episodios de emociones oscuras. Y es que hay muchas cosas escondidas detrás de estos fragmentos esquizofrénicos con las que Bernart nos cuenta la historia. Hay mucho más allá tras ese cómic de viñetas imaginarias que se hacen realidad. Conceptos sobre cómo nuestros recuerdos, aunque sean falsos, modulan la realidad en la que vivimos; cómo nuestra incapacidad por perdonarnos y hablar de los sentimientos, nos lastra al fondo de un pozo negro capaz de hundirnos y acabar con todo y sobre todo, la oscura necesidad del ser humano por encontrar una deidad o algo en lo que creer y al que servir.
Lago negro de tus ojos ha sido para mí, por tanto, mucho más de un thriller de 135 páginas. Representa, de alguna manera, todo ese enorme y tenebroso espacio líquido dispuesto a arrastrarte a la inconsciencia que, de alguna forma, espera cada noche a que cierres los ojos.