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NOTA: 9

La pequeña Eve de Catriona Ward es estremecedora y apasionante a partes iguales

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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - La pequeña Eve de Catriona Ward es estremecedora y apasionante a partes iguales

El aliento sostenido hace que el olor del mar y el frío de las piedras que envuelven Altnaharra en Escocia me lleguen con una fuerza simplemente indescriptible. Mientras tanto, mientras me pierdo en la lectura de La pequeña Eve, me olvido por un largo momento de respirar. Me siento hundida en el fondo de un mar oscuro, solitario y absolutamente descorazonador en el que Catriona Ward me ha empujado sin mostrar ni una pizca de humanidad o de compasión por el lector. Cada página y cada capítulo te envuelven con más fuerza, y cada segundo que paso leyendo la sensación se vuelve más y más asfixiante. 

No esperaba que Catriona Ward me sorprendiera de esta forma. No esperaba encontrarme detrás de esta portada, que ni siquiera me llamaba la atención, un libro capaz de secuestrarme emocionalmente. Pero aquí me tenéis, después de haberme metido un atracón de ciento ochenta páginas seguidas, contemplando el teclado e intentando sacudirme de encima esta sensación de miedo y de inseguridad que siento dentro de mí para poder hablaros de La pequeña Eve sin que la sensación del culebreo de una serpiente corra dentro de mí. 

La pequeña Eve es la nueva entrega con la que Catriona Ward, la autora detrás de La casa al final de Needless Street, te golpea el cerebro. La obra, ganadora del Premio Shirley Jackson y premio August Derleth a la mejor novela de horror de los British Fantasy Awards 2019 te arranca del confort y la tranquilidad de tu hogar para recordarte de nuevo lo tóxico que puede llegar a ser el amor y lo mucho que nos influencian los traumas sufridos durante la niñez. 

Argumento de La pequeña Eve

Jamie MacRaith sabía que no debía atravesar la gran verja de hierro negro de Altnaharra. Ningún vecino se atreve a ir por allí desde hace años, desde que los Bearings causaron la muerte de dos hombres buenos y justos. 

Hace años que ninguno Bearing sale de casa ni va a la escuela, encerrados en un mutismo extraño, realizando oscuros y extraños rituales en las sombras. Pero aquel día, sabía que algo horrible ocurría. Aquel día comprendió que no era normal tanto silencio. 

Por eso subió por la cuesta, y avanzó en medio de una inminente tormenta, en la noche fría y helada, hasta encontrarse con los cadáveres colocados en forma de estrella, sin un ojo, siendo devorados por las gaviotas. Solo uno de ellos sobrevivió. La bella Dinah, la joven incomprendida. 

Esta es su historia. 

TODO
Amado y benévolo tío
TODO
Dinnah en la cama 

La serpiente me ha elegido: sectas y fanatismo en la obra de Catriona Ward

La pequeña Eve es una extraña y corta obra de una gran agilidad narrativa con un poder evocador y una atmósfera simplemente maravillosa. El libro te traslada al día a día de una familia organizada alrededor de un líder de un culto religioso que promete la liberación a través de la obediencia y el sometimiento pleno a su parábola del fin de los tiempos.  

Así, como en otras obras que exploran la inminente muerte desde los ojos de una persona de muy corta edad (como La casa de la muerte de Sarah Pinborough. Alianza. 2014), el libro se apoya en lo morbosa y absolutamente aterradora forma de vida de los Bearing. Y es que Catriona Ward construye su relato sobre las mismas bases y pilares temáticos que ya habíamos visto en La casa al final de Needless Street (Alianza. 2021). Así, al igual que le ocurría al monstruo que conocemos como Ted al principio de sus páginas, los personajes de La pequeña Eve están cargados de claroscuros, de momentos de incertidumbre, de debilidad y de reacciones violentas y animales que te dejan perplejas mientras estás leyendo. 

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Me pregunto si la carne sabe como huele, a consuelo y dolor a la vez. 

El libro nos permite caminar de la mano de la pequeña Eve: una niña adoptada por John Bearings, un profeta que se ha encerrado en un enorme castillo donde predica el final de todos los tiempos. John cree que una enorme serpiente saldrá del mar y los engullirá a todos y prepara de esta forma a su “familia”, obligándoles a vivir de una forma muy limitada que sobrepasa enormemente el maltrato, para ser puros y merecedores de la salvación. 

Ellos no pueden comer más que un par de mordiscos de fruta y verdura al día, pero él tiene permitido atiborrarse a carne. 

Ellos no pueden hablar con nadie del exterior, ni usar ropa ni zapatos, pero él lo posee todo. 

Ellos no pueden leer ni tener amistades, porque si no se contagiarían de las impurezas del resto del mundo. 

De esta forma, Catriona Ward crea un asfixiante clima dentro de un castillo frío y mugriento donde una niña que apenas sobrepasa los once años vive secuestrada emocionalmente por un manipulador de tomo y lomo. Famélica, deprimida y sobre todo, sola, Evelyn se verá continuamente abocada a competir por el amor del tío John con la desesperación de la que se cría sabiendo que solo mereces vivir cuando él te considera digna. 

Una de las partes más fascinantes de la obra es cómo Catriona Ward no te ahoga en largas explicaciones teológicas sobre las creencias de los Berings, sino que poco a poco, a través de los ojos de Eve, veremos cómo la necesidad de demostrar ser “pura” y ser la elegida por Hércules, la serpiente sagrada que cuidan, es lo único por lo que merece la pena vivir. Como en otras obras que narran las bases fundamentalistas de sectas religiosas (por ejemplo, El año del diluvio de Margaret Atwood. (Parte de la trilogía MaddAddam, publicado por Salamandra, 2009),  la pequeña Eve y el Tío también cuentan con su propio lore cargado de historias profundas que narran los orígenes de su religión y de la revelación divina de un ente superior a su líder elegido.

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El estómago le sobresale como una roca. A veces se lo sujeta como si le gustara o como si le doliera. El mar ha venido a Nora y le ha puesto dentro un bebé. 

Bajamos la vista y nos cogemos de la mano. 

—A Él damos las gracias —dice el tío—. Que pronto se enrosque en torno al mundo. 

Además de esto, cuenta con todos los elementos clásicos de un fanatismo religioso: mantiene a sus acólitos doblegados a su voluntad, aterrados ante el castigo de “la mengua” (que no es más que un oubliette, o mazmorra destinada a dejar de morir de hambre a tus enemigos) y limitar de una forma violenta y directa el acceso a cualquier fuente de conocimiento externo. 

TODO
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La obra, de una plasticidad pasmosa, es sobrecogedora y hermosa a la vez. La forma de describir las diferentes escenas hace que se te pongan los pelos de punta, pierdas el habla por segundos y te encuentres, una y otra vez, tomando aire como si cayeras de lo alto de un acantilado pedregoso y húmedo. Son así sus descripciones de Altnaharra, de los alimentos que se llevan las niñas, de las noches en las que temen ser invocadas a la presencia del tío para que les conceda “el honor” de violarlas, y de la autopsia de los cadáveres de las primeras páginas. 

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Se dirigió hacia el cuerpo del tío, tan blanco sobre la mesa. Hizo una incisión en la carne. El escalpelo refulgía a la escasa luz. Se oyó el siseo del gas al salir del cadáver. Encendió una cerilla y la acercó a la herida. La incisión empezó a arder con una llama verde y azulada. Repitió la operación los pulmones y el abdomen. Transformó a los muertos en velas. 

No solo eso, sino que la retorcida mente de Eve, la narradora de la obra, se carga de analogías y metáforas retorcidas y desagradables, propias de una persona profundamente trastornada y enferma que contribuye, como en obras anteriores de la autora, a que la etiquetemos desde el primer momento de monstruo. 

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La miro. Es blanca, con la carne derramada sobre los huesos delicados, como cera, pestañas como las largas sombras de los arbolillos al anochecer. Tiene las sienes húmedas y el pelo como un montón de monedas bruñidas derramadas sobre los labios. 

La pérdida de la identidad y los traumas infantiles en la obra de Catriona Ward

La pequeña Eve recupera parte de los conceptos sobre los que Catriona Ward construye la mayor parte de sus historias: el temor a la soledad, el miedo de sus protagonistas a ser monstruos incapaces de reinsertarse en la sociedad y de ser comprendidos, la pérdida de la identidad y los secretos ocultos tras puertas cerradas con llave.  

TODO
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De esta forma, la obra comienza con una declaración críptica de Dinah en 1921, y mientras vamos reconstruyendo desde la perspectiva de su hermana, saltando del pasado al presente, comprenderemos rápidamente que el tío los ha despojado de la posibilidad de ser personas. Para Eve, al menos, ella no es más que un monstruo que no merece la comprensión ni siquiera del resto. 

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Estoy llena de recuerdos. Tengo que hacer sitio en el pasillo oscuro. Así que me deshago de él. Te lo entrego. Hoy es el día en el que me convierto en lo que soy. 

Así, poco a poco conforme conocemos a los personajes nos iremos dando cuenta de los traumas que sufren cada uno, obligando al lector a estar en perpetua tensión, con la guardia levantada, mientras los secretos de cada una de las mujeres de la casa (y de Abel, por supuesto), nos acechan y nos van rodeando. Desde la pequeña Elisabeth, a la que durante toda la obra llaman “bebé” y tratan como uno aunque esta esté en plena adolescencia y que es incapaz de articular sonido; hasta Nora y Dinah, la cual vive con un miedo permanente en el cuerpo a estar encerrada. 

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Hace frío. En invierno nos despertamos con hielo en los labios. Pero la ventana tiene que quedar abierta. Dinah no soporta estar encerrada. 

La presencia del tío, su poderosa imagen forzando a sus acólitos a arrodillarse para tomar miel de entre sus dedos (su única fuente de azúcares y de energía para poder realizar los extenuantes trabajos físicos que le encomiendan), es un elemento que inestabiliza el ánimo del lector y que mantiene enganchados a los Bearings en su casa. Y es que una de las partes más interesantes es precisamente la forma con la que Catriona Ward construye las dinámicas que hay en el grupo con el tío ya que todos parecen pelearse y competir por agradarle, divinificándole con su comportamiento de grupo. 

Sin embargo, en cierto momento Alice y Nora (las más veteranas), se refieren al tío por su nombre de pila, John, un nombre tan común y sencillo que provoca inevitablemente una disonancia en la mente del lector. Este recurso, utilizado a menudo en obras distópicas sobre líderes espirituales, es tan efectivo como poderoso, y ayuda a poner cierta sensatez sobre la locura colectiva del grupo (recurso que emplea también Tamsyn Muir con el Nigrolord supremo en Harrow la novena (Nova. 2021)

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Conforme vamos avanzando en la lectura pronto comprenderemos que no hay ningún lugar en el que los niños de Altnaharra puedan llegar a ser libres. El exterior es peligroso ya que la gente del pueblo miente, engaña y les ataca con su total falta de empatía. Sin embargo, dentro del castillo el tío el tío les hace creer que siempre y cuando sigan las normas, estarán a salvo en el interior de una comunidad donde se las aprecia y valora. La obra pone el foco de atención preciso en el hecho de que el lector se plantee cuánto debemos ceder para estar a salvo del resto del mundo, y cuánto debemos tolerar para sobrevivir a las personas que se supone que debían amarnos y protegernos. 

Mi opinión sobre La pequeña Eve 

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Otro frío amanecer. El grito inútil que da comienzo el día. Las rodillas sobre el pino frío, lamenta un medio amortajada por la noche. La corriente le acaricia la frente, contra los tablones. Tantas grietas, tantas corrientes en esta casa. ¿Fue cálida alguna vez? Oh, señor. ¿Dónde estás? Ha sido abandonado. Se le ha negado el perdón.

Cuando creía que Catriona Ward ya no podría sorprenderme más tras el inquietante final  de La casa al final de Needleess Street, llega La pequeña Eve y consigue desestabilizarme de pies a cabeza. El librito es capaz de ponerte los pelos de punta desde el principio, presentándote una vez más a un monstruo incomprendido, un sociópata aparte del resto del mundo y de la sociedad del que obtenemos una visión privilegiada en el resto de los capítulos. 

Eve llega a conectar con cualquiera de nosotras fácilmente. Su Mengua y su silencio es nuestro aislamiento autoimpuesto en situaciones de alto estrés; su desesperación por ser elegida representa a miles de adolescentes que nunca se sintieron lo suficientemente especiales. Su desesperada necesidad de amor resuena en el interior de nuestro cuerpo con un eco familiar y convincente.  

Todos nosotros somos la pequeña Eve. Y alrededor de su recuerdo construimos nuestro Altnaharra. 

1 comentarios en este post

T
Ted Bundy Jr.01 Agosto 2022Responde
Una reseña muy cómica de un libro muy mediano. Me divertí leyendola.

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