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Historias de Xuya, reseña de dos relatos con olor a té y aceite espacial

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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - Historias de Xuya, reseña de dos relatos con olor a té y aceite espacial

Aliette de Bodard por fin vuelve a España de la mano de RedKey Books, y lo hace de una manera simplemente magnífica.

Escondidas bajo una cubierta que no podría ser más acertada se encuentran las dos historias de esta apasionante escritora de ciencia ficción capaz de hacer que el locus, o los lugares, cobren vida por sí mismas. De esta forma, esta maestra de la escritura entrecruza, funde y mezcla el género de la fantasía y la ciencia ficción con las historias de detectives y ladrones para traernos unos relatos cargados de decadencia, feminidad y un embriagador olor metálico y a té capaz de seducir el intelecto de los lectores más sensibles.

Dejad que Historias de Xuya os tome de la mano y os transporte muy lejos de aquí: a un mundo decadente, lésbico y extraño donde las naves tienen conciencia y las mujeres se arrastran, aplastadas por el peso de las apariencias, en una sociedad distópica basada en el confuccianismo más clásico.

Argumento de Historias de Xuya: retratos de dos mujeres encadenadas a su pasado.

Historias de Xuya condensa en su interior dos relatos ganadores de tres premios Nébula, un locus y cinco premios de la Asociación Británica de Ciencia Ficción.

La maestra del té y la detective nos introduce en la vida de La hija de la sombra: una nave que sirvió en la gran guerra y ahora intenta ganarse la vida preparando tés para aquellos que viajan al espacio profundo. Sin embargo, su vida cambiará radicalmente desde el mismo momento en que Long Chau, una extraña clienta, le hace una retorcida petición que acabará llevándoles, irremisiblemente, a investigar un extraño asesinato.

Siete de infinitos nos acompañará al interior de la casa de la pupila de Vân: una joven con un oscuro secreto que verá cómo toda su vida se desmorona cuando una mujer aparece asesinada en el interior de la habitación de su alumna frente a una nave mental que no es quien dice ser.

Ambos relatos se apoyan en los arquetipos de las novelas de Arthur Connan Doyle y Maurice Le Blanc para traernos historias de una gran sensilidad, cargadas de giros en la trama y magníficamente hiladas que te darán la sensación de estar flotando en un espacio profundo rodeada de la fría soledad que acompaña permanentemente a aquellos que han muerto.

La apariencia lo es todo: el confuccioniamismo inherente en Historias de Xuya

Desde el mismo instante en el que uno toma con sus manos Historias de Xuya, es absolutamente imposible que no te sientas fascinada por todos esos detalles basados en la estética, la férrea jerarquía basada en los orígenes y antepasados de los personajes y, cómo no, el confuccionanismo que queda más que claro en la obra.

Y es que al igual que hacían otros autores en Estrellas Rotas (Alianza Editorial. 2020), Aliette de Bodard plantea para sus historias un mundo que cabalga peligrosamente entre la época clásica y la ciencia ficción más distópica y naturalizada en la que los seres humanos viven en enormes estaciones espaciales controladas por cámaras, la milicia y, extrañamente, un orden social basado en el confuccionismo clásico.

TODO
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El mundo de Xuya es científico y plástico al mismo tiempo y consigue de alguna forma que salas metálicas con hologramas que parecen salidos de un capítulo de Black Mirror (Netflix. Fifteen Million Merits) se evoquen en tu cabeza como enormes paneles de madera y seda creados a través de la más fina seda y estampados con grabados chinos. El doblepiensa de George Orwell se intensifica, ya que continuamente tienes la sensación en la obra de que los opuestos conviven en perfecta armonía; no solo en Xuya, sino también en tu propia mente: una nave que es de metal pero es mujer; una habitación de madera y satén que huele a polvo a pesar de ser un holograma; un té aromático con un profundo sabor que las protagonistas saborean sin tocarlo a la vez.

La autora crea de esta forma una sociedad futurista, podrida y poderosa, inflexible con aquellos que no cumplen la ley y al mismo tiempo tan estancada y fanagosa que para poder progresar naciendo en un estamento bajo, te ves obligado a convertirte en un delincuente.

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Xuya es una sociedad eminentemente matriarcal donde cada persona cumple con su función, sin elevarse por encima de sus competencias y capacidades.

La crítica social de una sociedad rígida se esconde entre líneas en estos dos relatos y nos permiten asomarnos por un agujero peligrosamente grande del suelo y atisbar un mundo en el que la apariencia, la fama y lo que proyectes lo es absolutamente todo. Así, Aliette de Bodard nos deja claro lo peligroso que puede llegar a ser tener la apariencia equivocada (como le ocurre a Vân en “Siete de infinitos”), ya que puede llegar a atraer sospechas de gente capaz de herirte o incluso abrirte las puertas al interior de una casa de renombre para ejercer de profesora de una prometedora estudiante. Cuando Long Chau acude a ver a La hija de la sombra, su vestido y sus andares le dicen mucho de la posición de esta en el mundo y de lo que puede esperar en cuanto a los peligros que supone relacionarse con ella.

Este universo vivo y metálico, soportado en el espacio por una extraña tecnología que desconocemos, guarda en su interior un grito desesperado de añoranza por la naturaleza perdida por la humanidad. Así, en Xuya, todas las naves guardan evocadores nombres de frutas, plantas o árboles; y los personajes femeninos tienden a juguetear con diferentes bocaditos de jiaozis, Har gao, empanadillas al vapor y té arómatico capaz de generarle un efecto de sinestesia especialmente evocador al lector que se encuentre desprevenido con la lectura de la obra.

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Porque había abierto a La hija de la sombra como si de una granada se tratada, y hurgado las viejas heridas hasta hacerlas sangrar, rojas y maduras; porque la había diseccionado como al cadáver del muelle del hangar, y luego se había largado cuando el problema había dejado de interesarle.

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Estilo narrativo y naves con forma de mujer

Los dos relatos de Historias de Xuya comparten el mismo tono narrativo que tanto caracteriza a la autora y que se encarna en un tono pausado y reflexivo. A través de las descripciones de los escenarios y los ambientes y de las reacciones de las protagonistas ante leves estímulos, Aliette de Bodard pinta un retrato íntimo donde pequeñas declaraciones de intenciones sirven para hacerse una idea del tipo de vida oprimida y basada en las apariencias que las protagonistas se han visto forzadas a adoptar para sobrevivir.

Podría haber adoptado un avatar pequeño y tranquilizador. Podía haber flotado sobre los hombros de la gente como una mascota o un juguete infantil, algo que estaba de moda entre las naves mentales de más edad. Pero ella había vivido una guerra, un levantamiento y una hambruna, y no estaba dispuesta a seguir haciéndose de menos para evitar lastimar sentimientos ajenos.

Así, ambas historias giran y oscilan en una órbita que cada vez acelera más y va atrayendo a las protagonistas a un punto de encuento irremisible en el que se verán presas de sus propios miedos y el debate entre el deber y su corazón. Así ocurrirá con La hija de la sombra, fragmentada y debilitada por su propio miedo y Long Chau; y con Vân y Bosque Sombrío.

La carga de erotismo lésbico espacial, aunque simplemente aludido con breves descripciones, juega un papel especial precisamente debido a que en ambas, una de las dos amantes es en realidad una proyección holográfica de una nave anclada en un puerto espacial.

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El argumento de las historias va resbalando como aceite de motor negro, deslizándonos en una trama evidentemente inspirada en las historias de Sherlock Holmes, donde las protagonistas, que a menudo viven al borde de la delincuencia, tienen que hacer las paces entre lo que la injusta sociedad fuertemente estamental esperaba de ellas, sus cargas y errores pasados, y la liberad que necesitarán para vivir en paz.

Mi opinión sobre Historias de Xuya

Aquellos que dijeron que la ciencia ficción asiática carecía de originalidad, claramente no se habían encontrado con Aliette de Bodard (ni con muchos otros como Baoshu, Cixin Liu o Xia Jia. La maestra del té y la detective  y Siete de infinitos esconden en su interior un clamor delicado y con olor a flores de hibisco mucho más intenso que parece: el grito de alguien que desesperado se ve obligado a vivir al margen de la ley para ser escuchado, para tener la oportunidad de ganarse la vida en un mundo competitivo y cruel. A través de sus personajes, que a veces parecen bordear el espectro autista, la autora nos habla de una ucronía dura, desencarnada y elegante donde el la estricta vigilancia de las apariencias impide que las naves puedan sentir, que las mujeres puedan ser libres o que aquellas que llevan años cargando con los pecados de sus camaradas, puedan encontrar un lugar donde descansar por fin.

Sin duda, una de esas obras que querrás mantener cerca y que, si le das una oportunidad a una relectura, continuará sorprendiéndote.

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