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Estrellas Rotas: reseña de una antología de ciencia ficción como nunca la has vivido

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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - Estrellas Rotas: reseña de una antología de ciencia ficción como nunca la has vivido

¿Cómo empezar una reseña sobre una antología de relatos escritos por las figuras más ilustres de la ciencia ficción china? ¿Cómo encontrar la humildad suficiente como para asomarme a Estrellas Rotas y dar mi opinión sobre una obra de tal magnitud? 

Estrellas Rotas corresponde a la segunda parte de una serie de relatos escogidos por Ken Liu, afamado escritor y traductor chino. Tras el éxito de su primera entrega, Planetas invisibles, el autor se esmera por acercar a occidente las voces de espectaculares autores chinos que de otra forma posiblemente ni siquiera conociéramos. Así, en su interior encontraremos no solamente al galardonado y ampliamente conocido Cixin Liu, sino también a Tang Fei, Zhang Ran, Ma Boyong, Gu Shi o Chen Qiufan. 

He de confesar que este es mi segundo acercamiento a la literatura china tras haberme leído prácticamente todo lo que hay traducido de Mo Yan. Y quizás por ello no me esperaba encontrar historias capaces de competir en genialidad con los guionistas de Black Mirror, o percibir detrás de un aparente inocente cuento una profunda crítica política. Estrellas rotas  es una puerta, un tícket solo de ida a comprender la forma tan particular con la que estos autores se acercan a la psique humana. 

Un poco sobre Estrellas Rotas: II Antología de ciencia ficción china contemporánea editada por Ken Liu  

La literatura china, y en especial la ciencia ficción china, no tienen nada que ver con la de Occidente. Esto es más que evidente si tenemos en cuenta las diferencias sociales y culturales, sino también el hecho de que tenemos en las manos los cuentos e historias de mujeres y hombres que han vivido sometidos de alguna forma a la herencia que provoca un país continuamente enfrentado por su filosofía y sus ideales, donde unas simples palabras son tan capaces de ensalzarte como de hacer que tanto tú como todos tus allegados paguéis con vuestra vida el descaro de haber publicado nueve años antes un artículo de opinión en una revista universitaria. Estamos hablando de genios creativos que, constreñidos por una sociedad en la que las apariencias y la moderación lo son todo, han decidido sentarse a soñar.  

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Muchos relatos hablan del aislamiento y la soledad del ser humano al enfrentarse a la tecnología
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Algunas historias como la de Cixin Liu se enclavan en situaciones contemporáneas.

Es decir, que las narraciones y los relatos que encontraréis en Estrellas Rotas son diferentes de lo que nunca hayáis leído. Sí, es cierto que muchos de ellos compartan ideas comunes como la pequeñez del ser humano frente al universo, la visión pesimista de un planeta que se muere o el fatalismo inherente de los que no creen en la posiblidad de llegar nunca a ser plenamente felices. Apresados por un sol ardiente que todo lo destroza, un marido mentiroso, un espejo en ambas direcciones o un pasaporte que te mantiene lejos de tu amada, Estrellas rotas es capaz de conmoverte y hablar de tú a tú, conectando con tu alma por momentos y haciéndote sentir, extrañamente comprendida en la soledad de tu lectura. 

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Con toda aquella gente sufriendo crisis espirituales y con las catástrofes económicas sucediéndome una tras otras… Cada día era peor que el anterior, pero el siguiente todavía iba a ser peor. Los vivos envidiaban a los muertos. A lo mejor ese era el motivo por el que el gran autor se había retirado a su cabaña en los bosques: él era el único que comprendía lo mal que estaban las cosas. 

—Salinger y los coreanos. Hang Song 

A diferencia de Planetas invisibles, Estrellas Rotas recoge en su interior relatos que a veces ni siquiera parecen parte del género ciencia ficción. Algunos, como “Salinger y los coreanos”, escrito por Han Song; o en “Bajo una luz más halagüeña lo que ha pasado verás” de Baoshu, son más bien obras de ficción donde las fechas o los sucesos históricos están invertidos o descolocados, pero hay que tener en cuenta que el elemento central de todas estas historias no es otro más que el tiempo. 

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De repente sentí que la anciana, la niña y yo misma pertenecíamos a tres mundos distintos. Uno de esos mundos venía hacia mí a toda velocidad, mientras que el otro se alejaba cada vez más y más. Aunque visto desde otra perspectiva era yo quien paseaba lentamente hacia ese mundo sombrío del que nadie regresaba jamás. 

—Buenas noches, melancolía. Xia Jia. 

Teniendo esto en cuenta, uno puede sumergirse en la lectura de estos 16 relatos sabiendo que quizás no encajes con los 14 autores retratados (los cuales, por cierto, representan una perfecta paridad de un 50% masculino y un 50% femenino), pero que sin duda encontrarás, como en un potaje de laba, una maravillosa variedad que hará las delicias de los lectores más avezados y expertos. Así, la obra comienza con una introducción en la que Ken Liu explica que las historias no representan en absoluto un top o tier list de los mejores autores de China, sino más bien un compendio de obras que a él, personalmente, han llegado a conmoverle.

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Así es el potaje de Laba del relato de Anna Wu: El restaurante del fin del mundo. Potaje de Laba

Consciente del desconocimiento general por parte de Occidente de muchos de los autores, Ken Liu introduce cada capítulo/sección con una pequeña biografía de cada uno de los autores. Así, nombres como  Gu Shi o Zhang Ran dejarán de sonarle del todo confusos al lector que, tras enamorarse de algún cuento en específico, vuelva atrás para memorizar el nombre del artífice de la historia. 

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El mundo existe. Su existencia precede a la esencia porque su propia existencia está imbuida de la nada. Es absurda sea cual sea el orden de los sucesos que la componen. A lo mejor tiene usted razón; si el tiempo hubiese escogido otra dirección, el universo sería muy distinto: la humanidad progresaría de la oscuridad a la luz, del pesar a la dicha; pero ese universo tampoco sería mejor. A la postre, la felicidad le corresponde a quienes nacen en épocas de felicidad; y el sufrimiento a quienes nacen en épocas de sufrimiento. A los ojos de Dios, todo es lo mismo. 

—Bajo una luz más halagüeña lo que ha pasado verás. Baoshu. 

Está claro, de cualquier forma, que los relatos son una masa hetereogénea de influencias. Algunos tratan la historia de China con el máximo de los respetos, construyendo sus historias como denuncias políticas (este es el caso de Baoshu), en oposición a Fei Dao que en su obra “El robot al que le gustaba contar trolas” construye un cuento enrevesado con una moraleja extraña y recursiva. Cixin Liu en su maravilloso relato “Luz de luna” tocará el tema de los viajeros en el tiempo, mientras que otros como Ma Boyong y sobre todo Chen Qiufan en “La llegada de la luz”usan el xiuzhen (ciencia ficción con elementos taoístas) para burlarse de sus tiránicos emperadores. 

La naturalización de la tecnología en algunos de los relatos 

Una de las cosas más maravillosas que me he encontrado en Estrellas rotas es la forma con la que los autores naturalizan e integran los avances tecnológicos y elementos propios de la ciencia ficción en el día a día de sus personajes. A diferencia de la rimbombante descripción pormenorizada de enormes naves espaciales, androides poderosos y mutaciones genéticas que pueblan una ilusión de avance científico de las obras occidentales, los chinos, al igual que los japoneses, se vuelcan en los efectos que esta tecnología tendrán sobre la psique humana. Y en Estrellas rotas, en particular, cómo el tiempo, algo que percibimos de forma lineal por influencia greco-cristiana, influye enormemente sobre la forma con la que los individuos viven el presente.  

Esto puede verse maravillosamente bien en mi relato favorito de la obra: “Buenas noches, melancolía” de Xia Jia. En esta historia, la protagonista es una joven que, cargada de tristeza y con una encarnizada fobia social, decide hacerse con un androide que le haga compañía. En lugar de explorar la avanzadísima capacidad de procesamiento del androide o de dotarle de un aspecto erótico, Xia Jia, brillantemente plantea robots con formas de peluches kawaii que seduzcan a las compradoras femeninas y que no hacen más que hacerle sentirse todavía más sola. En “Buenas noches, melancolía”, Xia Jia introduce la figura de un terapeura de robots que les ayudase a desarrollarse emocionalmente. Y lo hace de tal forma que uno es capaz de creerse, a pies juntillas, todo lo que narra esta autora especializada en tratar la soledad de los que solo son capaces de comunicarse con máquinas.  

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Los relatos escogidos por Ken Liu demuestran asimismo una profundísima sensibilidad por las palabras, las descripciones y los colores que a menudo se cargan de texturas, olores y sabores procedentes de la naturaleza, generando un efecto de sinestesia lectora. 

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Colores y texturas me trajeron a la memoria aquella tarde veraniega largo tiempo atrás: gaviotas; brisa fresca; cajas de cerezas a la venta junto al muelle, tan maduras que el rojo parecía rezumar.

—Buenas noches, melancolía. Xia Jia. 

Aunque, por supuesto, cada autor escoge su propio tono y es fácil reconocerlos en los mismos. Cixin Liu y Ma Boyong, por ejemplo, son mordaces y sarcásticos, rompen la cuarta pared y se ríen directamente con el lector de tropos y prejuicios extendidos hoy en día. Ma Boyong y su relato “Los juegos del Primer Emperador” en el que un emperador tirano va probando videojuegos actuales son simplemente hilarantes y hacen que yo me sintiese obligada a leérselo en voz alta a mi pareja gamer antes de pasar a recomendarlo en foros y canales de discord sobre juegos. 

Sin embargo, “Luz de luna” de Cixin Liu, así como el relato de Baoshu no dejan de ser obras profundamente pesimistas que condensan dentro de pocas páginas la esencia misma de los autores. Leer “Luz de luna” es como introducirse en el núcleo del pesimismo del autor chino y de su perspectiva ante la inutilidad del ser humano para salvar el universo, mientras que otros como Baoshu o Hang Song emplean los relatos como crítica mordaz a la atribulada política china en perpetuo cambio. Así, “Submarinos” de Hang Song es fácilmente una crítica brutal comparable a Las baladas del ajo de Mo Yan en la que el autor arremete contra las políticas del gobierno que obligan, en esta versión de la historia, a todos los campesinos a mudarse a submarinos al otro lado del canal de una ciudad.  

Algunos relatos guardan pequeños secretos y referencias, pero todas son obras que pueden leerse de forma independiente. Por ejemplo, los más avezados verán referencias a la Trilogía de los tres cuerpos de Cixin Liu en su relato o a Sueñan los androides con ovejas eléctricas de Philip K. Dick en el relato de Fei Dao; el “Restaurante del Fin del Mundo: Potaje de Laba” de Anna Wu es un metarelato dentro de otro relato, mientras que el de Hao Jingfang titulado “El tren de Año Nuevo” se publicó originalmente en la revista Elle. 

Mi opinión sobre Estrellas Rotas 

Esto no quiere decir que todos y cada uno de los relatos me hayan encandilado y enamorado. Es muy difícil que esto suceda. Como os he comentado, algunas historias, en especial “Buenas noches, melancolía” de Xia Bia, “Luz de luna” de Liu Cixin, “Estrellas Rotas” de Tang Fei, “El restaurante del Fin del Mundo. Potaje de Laba” de Anna Wu y “Los juegos del Primer Emperador” de Ma Boyong me han parecido sublimes. Todos ellos son capaces de acariciar la prosa con una sutil delicadeza que encadila mientras que por otro lado tratan temas de enorme y gran crudeza como la incapacidad para ser feliz, la depresión, el aislamiento social, el fin del mundo o la avaricia humana. 

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Es fascinante ver cómo muchos autores deciden trasladar tecnología moderna a tiempos pasados, cometiendo un divertido y más que interesante anacronismo. 

Sin embargo, otros relatos se me hicieron cuesta arriba y fui absolutamente incapaz de empatizar con él. Desde la historia del delfín cantarín que quería remontar una cascada y que me dejó con la misma cara que si Mr. Wonderful (o en este caso Cheng Jingbo) me hubiera metido un puñetazo en las tripas, hasta las desagradables imágenes con las que Chen Qiufan desarrolla ejercicios de reflexión ante la mente del lector en “Historia de las enfermedades futuras”. Asimismo, las reflexiones en forma de ensayo sobre el papel de la ciencia ficción en China que se introduce en las últimas páginas se me hicieron inevitablemente repetitivas, ya que los tres autores trataron exactamente el mismo tema desde la misma óptica. 

A pesar de ello, creo que la sensación general que tengo al acabar Estrellas rotas  es la de un ligero vacío y la ilusión de haberme abierto la puerta a todo un mundo literario y cultural que desconocía que podía ser tan complejo, tan profundo y al mismo tiempo tan maravilloso. 

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