
Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...
De alguna forma, creo que he encontrado un tesoro del que no mucha gente está hablando.
Empecé a leer Enamorada de mis jefes, completamente convencida de que me encontraría con una novela al estilo de las de Meghan Quinn: humor con algo de spicy y una trama ligera pero, de alguna manera, reconfortantemente predecible. El primer capítulo en el que Paige invoca a las tortugas ninjas e intenta escapar de una rata gigante en su apartamento que le roba las Oreos solo parecía confirmar mi hipótesis de tener delante la típica novela ligera con la que echarte unas risas y olvidarla al cabo de un par de días. Pero, entonces, llegó la escena del ascensor. Llegó Ryker, al que conoce una noche en la que ella desea ser valiente por una vez y que expone su pecho ante dos desconocidos en un ascensor para que la miren mientras la toca.
Y nunca he sido una fetichista del voyerismo ni me atraen especialmente los tríos novelescos, pero Enamorada de mis jefes ha probado ser una obra tan spicy que no tiene nada que envidiarle a Compláceme de Sara Cate. Esta es una historia de poliamor, orgías, romance, vulnerabilidad emocional y algo de sumisión sexual que, ojo, ha hecho que pausase inmediatamente todos mis compromisos editoriales para seguir leyéndola. No dejes que la portada a lo cuqui vainilla love te engañe y adéntrate conmigo en el mundo de Ryker, Luca y Garret.
Argumento de Enamorada de mis jefes
Paige lo ha pasado realmente mal. Después de endeudarse hasta las cejas para pagar la boda con el estirado de su novio, Daniel, va y descubre que le está poniendo los cuernos con otra. Decidida a rehacer su vida, se va con lo que le queda en la cuenta a vivir a una habitación en Nueva York, sin saber que la compartiría también con una rata gigante.
Desesperada por distraerse, decide seguir el consejo de su mejor amiga e irse a un hotel y ligarse a un desconocido. Y vaya desconocido: alto, rubio, poderoso y de ojos azules. Ryker es todo lo que ella podría buscar en un hombre. Quizás por eso cuando se va a la habitación de hotel con él y este empieza a besarla dentro del ascensor, con otros dos hombres increíblemente atractivos mirándola, solo piensa en lo sexy que siente.
Quizás por eso accede a que los desconocidos les acompañen al dormitorio y se toquen mientras la miran.
Y es posible que esa sea la razón por la que acaba de rodillas, complaciendo a Ryker y teniendo el orgasmo más enorme de su vida al sentirse observaba y deseada.
Lo que para ella fue especial y que se convirtió en un rollo de una noche tendría que haber acabado ahí. Pero meses después, deprimida al ver que no encuentra trabajo, hace una entrevista para una enorme empresa de marketing donde la encargada de RR. HH. le informa que sería perfecta para el puesto de asistente de los jefes. Y así, sin ella pretenderlo, acabará trabajando para los tres desconocidos con los que tuvo la noche más intensa de su vida y a los que tendrá que convencer de que, de una manera que no puede explicar, los quiere a los tres.
Una novela sobre poliamor con millonarios muy lograda
Enamorada de mis jefes es el sueño de cualquier mujer hecho realidad. Por un lado, conoceremos a Paige: una protagonista que nos representa, que siempre se ha querido muy poco y que arrastra una autoestima baja producto del maltrato psicológico al que la tenía sometida el cucaracho de su ex. Paige es divertida, valiente y productiva, pero también tiene miedos, inseguridades y un orgullo como la copa de un pino.
Sin embargo, lo que creo que más llama la atención de Paige es el hecho de que es una mujer real, de una talla 42 o 44 (por fin el género empieza a incluir cuerpos variados) y que menciona tener la regla a lo largo de la novela en una ocasión. Por fin nos encontramos con una representación femenina que, sí, bueno, puede sentirse insegura a veces, pero que le planta cara a los tres multimillonarios que la acechan con recelo, que no teme mostrarse vulnerable ante lo que necesitan y que, aunque por momentos pueda tener crisis de inseguridad (como toda mujer real), sabe lo que le excita y no teme disfrutar de ello. Y, sobre todo, que se siente más que preciosa al ver que el placer que experimenta su cuerpo excita a otros hombres
Este no es el único gran acierto de la obra, porque la construcción de Ryker, Luca y Garret es otro tema interesante a tratar. Maya Nicole no construye a tres arquetipos masculinos de protagonistas de novela romántica que chocan entre ellos, sino que son, más bien, tres vértices cuidadosamente calibrados de un triángulo emocional que sostiene toda la novela.
Ryker es oscuro, adicto al trabajo, misterioso, desconfiado y, sin lugar a dudas, el más controlador de los tres. Luca, en cambio, es ese tipo de hombre que parece haber salido de una comedia romántica de Netflix rodada en Manhattan: encantador, bromista y de los que te hacen reír a carcajadas mientras te roban el último pedazo de pizza sin que te importe. Y luego está Garret, el más pausado, el melancólico, con alma de poeta encerrada en el cuerpo de un chef de esos que te cocina sin camiseta mientras suena Bon Iver de fondo.
Y lo que es más interesante: cada uno de ellos tiene su espacio narrativo. No son accesorios ni adornos del viaje de Paige, sino personajes con voz propia, con conflictos internos, con miedos y con una forma específica de amar. La novela no se limita a plantear este cuarteto romántico como una forma de explorar el horniness de la propia lectora y protagonista, sino que les da un espacio propio donde mostrarse frágiles, tener roces entre ellos y aprender a convivir con la idea de compartir algo tan profundo como una mujer. Hay una voluntad muy clara de construir una dinámica poli amorosa creíble, sin caer en el “todo es perfecto” ni en el drama gratuito.
El spicy más imaginativo y el consentimiento más claro que he encontrado
Para poder lograr este nivel de intimidad y de conexión con cada uno de ellos, Maya Nicole ha optado por incluir una escena spicy en solitario de cada uno de ellos con Paige. Y… vaya si son spicy. Frente a las escenas más vainilla a las que estamos acostumbradas con Louise Bay o Whitney G. (sí, incluso con la gran Whitney…), aquí veremos escenas de control y cierta sumisión que nos retrotraen un poquito al Compláceme de Sara Cate, momentos en los que ellos se centran única y exclusivamente en el placer de Paige, en el que Luca le mete una corbata en la boca para ahogar el ruido que hace sobre la encimera de la cocina mientras Ryker está enfermo en la habitación de al lado… De alguna forma, Maya Nicole consigue que el sexo y las escenas de erotismo con cada uno de ellos no resulten aburridas ni predecibles y que cada nueva escena sea un nuevo desafío a lo que, al menos por mi parte, esperaba encontrarme en la novela.
Lo que sí que hace la obra de alguna manera es aligerar enormemente el peso emocional que podría tener en la vida real la idea de una relación poliamorosa múltiple. Esta elección deliberada de la autora, que al final convierte la novela en una de esas obras ligeras y divertidas, más propia de una sitcom o de una peli romántica de Netflix que otra cosa, hace que la lectura sea ligera, rápida y sin demasiados dramas añadidos.
Y es que en Enamorada de mis jefes el poliamor se presenta como algo orgánico, natural, sin grandes discursos explicativos ni un drama derivado del qué dirán. Y aunque esto podría parecer una omisión, lo cierto es que —al menos desde la lectura placentera que propone el libro— funciona.
No hay problemas con el que dirán, ni amigos que se sienten traicionados, ni los evidentes celos que podrían derivarse de una situación como esta. Al contrario: los tres hombres se aceptan como parte del deseo y la felicidad de Paige desde prácticamente el minuto uno. No hay esa toxicidad mal llevada de “yo la vi primero” ni escenas de competencia masculina tipo reality show.
Y eso, para quienes hemos leído suficientes novelas donde el drama del trío viene con lágrimas, traiciones y, cómo no, “necesitamos reglas claras o esto no va a funcionar”, es un alivio. Es cierto que hay una parte de mí que esperaba, quizás, algo más de profundidad emocional o reflexión sobre lo que supone estar en una relación múltiple en un mundo que claramente no está preparado para aceptarlo sin levantar cejas, pero también entiendo que Enamorada de mis jefes no es ese tipo de novela. Su apuesta es clara: hacer del erotismo poliamoroso una fantasía plausible, no un manifiesto ni una crítica social.
Y, curiosamente, esa apuesta también tiene algo de revolucionario. Porque mostrar una relación múltiple funcional, sin grandes explicaciones, es también una forma de normalizarla. No desde el análisis teórico, sino desde la experiencia emocional y física de los personajes.
En conclusión, ¿merece la pena leer Enamorada de mis jefes?
Definitivamente, yo diría que sí. Es cierto que si no te gusta el tropo del poliamor y si por lo general el exhibicionismo no es lo tuyo, entonces quizás te cueste conectar con la novela, pero en mi opinión funciona increíblemente bien.
Conforme iba leyendo el principio de la obra y conociendo a Paige, me temía que se convirtiera en la típica novela de secretaria forzada con situaciones tensas que ya he leído en mil y una ocasiones, pero para mi sorpresa, el punto central de la acción no se centra tanto en una oficina sino que se traslada a diferentes ambientes y escenarios que aportan algo novedoso en cada momento. No hay grandes dramas (y de hecho la resolución del conflicto con el ex de Paige es lo único que me pareció algo apresurado y solucionado a medias), sino muchos momentos spicy muy creativos, instantes salpicados de romanticismo, escenas que desafían tu lógica para saber cómo son capaces de montárselo los cuatro de esa forma y, honestamente, una trama ligera que te hace pasar un muy buen rato.
Porque yo solo quería leer un poco de Enamorada de mis jefes para saber de qué iba la trama y acabé ignorando mi calendario editorial, mi pareja y el horno pitando, porque Ryker, Luca y Garret estaban muy ocupados haciéndome creer en las relaciones poliamorosas sin dramas por el medio.
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