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NOTA: 10

Compláceme: la novela que te hará pedir de rodillas más libros de Sara Cate

La Insomne
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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - Compláceme: la novela que te hará pedir de rodillas más libros de Sara Cate

Dios mío. ¿Qué acabo de leer?

Sí, quizás sea una buena forma de empezar esta reseña. Porque después de leerme un sinfín de novelas románticas spicy donde a lo máximo que aspiramos es a que a una le aten las manos de una forma juguetona, totalmente consensuada y algo pícara y a que un millonario británico decida que ha encontrado el amor en su nueva niñera, llegan Emerson y Charlie, Charlie y Emerson. Y el fuego que recorre mis entrañas leyendo esta obra hace justicia a las baterías gastadas de todos los juguetes que una señorita de bien tiene a buen recaudo en su mesilla de noche.

Phoebe Romántica da un salto de fe y sin manguitos a la piscina del spicy (y sí, seguiré haciendo analogías con cosas inundadas, porque la obra SE LO MERECE) y nos trae la cosa más explícita, fuerte, valiente y abiertamente masoquista que he leído en toda mi vida. ¿Tienes daddy issues? ¿Te gusta que te cojan de la barbilla y te digan que has sido una buena chica? ¿Te fascina la idea de sentirte tan empoderada como para que otros te vean montártelo con el amor de tu vida y que no te importe?

En tal caso, Compláceme es para ti. Es para mí. Es para todas las que en su momento echamos en falta que el modelo de la portada de las novelas de Phoebe hiciera algo más que extender cheques con sabor a yogur de vainillia. You know what I mean. Y esta reseña ha empezado por el final.

Chica mala.

Argumento de Compláceme

Charlie está harta de Beau. Y no es de extrañar: su ex es un inmaduro y un inútil que la culpa de todo y que, para colmo, le ha puesto los cuernos. Nunca, a lo lago de toda su relación, le ha puesto las cosas fáciles y está claro que no va a empezar a hacerlo ahora. Así que para recuperar su fianza, Charlie se ve obligada a atravesar la ciudad y acudir al despacho del padre de su ex, porque al parecer es el que ha recibido su dinero.

Lo último que esperaba es que este fuera un hombre increíblemente atractivo de 40 años, dueño de un club exclusivo de juegos sexuales y que está convencido de que ella es la nueva chica sumisa que le ha enviado su amigo Darren. Cuando Charlie entra por esa puerta lo primero que hace es ordenarle que se ponga de rodillas. Y… ella obedece.

TODO
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Después de este primer e incómodo encontronazo, las vidas de Emerson y Charlie se verán inevitablemente entrelazadas. Él cree que puede reconciliarse con Beau a través de ella, así que le ofrece un puesto como su secretaria. Pero Charlie no ha olvidado ni por un momento lo bien que se sentía en el suelo de rodillas ante él ni cómo todo su cuerpo se estremeció cuando le escuchó alagarla. Poco a poco, con tenacidad, irá abriéndose paso por un mundo de exhibicionismo, voyeurs, relaciones amo-sumisa y muchas otras filias que solo le confirmarán lo que esa tarde Charlie ya se temía: que aunque está jugando con fuego con el padre de su ex, nunca se ha sentido tan fuerte como de rodillas frente a él.

Una novela que va por capas: divertida, explícita e intensa

Compláceme empieza como cualquier otra novela romance: presentándonos a una protagonista femenina algo alocada, inconsciente de su propio atractivo y en un momento especialmente duro de su vida sentimental, porque acaba de dejarlo con el inútil y cerrado de miras de su exnovio.

Hasta ahí, todo correcto, ¿verdad? Pero es que Compláceme se enfrenta a una dificultad con la que no cuentan la mayor parte de las obras spicy que has conocido hasta ahora: y es la de normalizar la relación totalmente off-limits que Charlie tiene con Emerson. Al fin y al cabo, Sara Cate deafía todos los límites a los que estamos acostumbrados: él es veinte años mayor que ella, dueño de un club de sexo, que la invita a ser su sumisa, gatear por el suelo de la oficina para servirle y masturbarse en público.

Hablamos de una novela que haría que Louise Bay en su tímida restricción de manos en *Noches en París* sufiera una epoplegía y que el señor Grey admitiese que su dominio de la dialéctica está al mismo nivel que el de su capacidad para complacer a las amas de casa cuyo sabor preferido es la vainilla.

TODO
TODO

Compláceme es TAN FUERTE y TAN DESCARADA que necesita jugar bien sus cartas para que sea creíble, plausible y, seamos honestas, también digerible. Para ello, Sara Cate crea la burbuja del mundo en el que se mueve Charlie y una personalidad que le acompañan que funcionan maravillosamente bien. Charlie es ese soplo de aire fresco que necesita la novela: una protagonista que se parte de risa comiendo tacos con su familia, que tiene varios trabajos precarios y que, cuando le da el bajón, se mete en la cama durante días sin ducharse y se come su peso en helado. Su dolor de pies, su miedo escénico y esa, OH DIOS MÍO, enternecedora imagen en la que se deshace en lágrimas al confesar que nunca se ha considerado guapa, hacen que empatices con ella, apruebes todas sus decisiones y acabes pensando en ella como en una amiga.

Los personajes de Compláceme: mucho más que roles sexuales

No solo la construcción de Charlie es sublime, sino que todos a su alrededor evolucionan y demuestran que tienen más capas que los daddy issues que nos han arrastrado hasta aquí. Emerson, sin ir más lejos, es, ante todo, un personaje con un fuerte dualismo: por un lado, se presenta como un hombre seguro de sí mismo, dueño de un club popular y, sin lugar a dudas, poseedor de una pequeña fortuna. Pero hay algo patético en él: el hecho de que teletrabaje desde una habitación pequeñita, que no cuente con personal propio o que se arrastre detrás del inútil de su hijo suplicando su perdón ante una falta que él mismo no ha cometido.

Esto, lejos de hacerlo menos atractivo, lo hace creíble, especialmente cuando llega el momento del drama inevitable y las dudas asaltan a los dos protagonistas, porque a menudo ellos parecen concebidos por los propios dioses: sin mácula, desplazando el peso del dramita siempre a las mujeres (bien sea una ex, una hija desaparecida o las dudas de la propia prota).

Este dualismo de Emerson es precisamente lo que hace que toda la historia funcione tan bien. El hecho de que sea un hombre poderoso en su club pero completamente vulnerable en su papel de padre, que tenga sus propios conflictos, sus miedos y que realmente se sienta incapaz de darle a Charlie lo que necesita sin destruir a su propio hijo, le da un toque de realismo imprescindible. Hay algo tremendamente honesto en su cobardía, en no pelear por ella con todas sus fuerzas, que hace que entre toda la fantasía podamos ver a un hombre de carne y hueso. 

Y es que, seamos sinceras, estamos hablando de una novela donde ocurren las mayores perversiones y fantasías imaginables. Sin estos momentos de vulnerabilidad, sin estos fallos tan humanos, sería imposible creerse nada de lo que pasa. Sara Cate ha conseguido que lo extraordinario parezca posible intercalando escenas cotidianas que funcionan como anclaje a la realidad: esas tardes en la pista de patinaje, las cenas en el restaurante mexicano tomando margaritas, o las charlas sinceras entre los protagonistas.

Son precisamente estos momentos de normalidad los que convierten una historia que, en otras manos, sería un simple desfile de escenas calientes una tras otra, en una novela con alma. Y lo más fascinante es cómo la autora logra que ese contraste entre lo cotidiano y lo extremadamente sensual no solo no desentone, sino que se complemente a la perfección.

Daddy kink en estado puro: cuando los "sí, Señor" esconden mucho más

El corazón de Compláceme late al ritmo de un Daddy kink en toda regla, y Sara Cate explota todos los triggers alrededor de esta idea en la novela. La dinámica entre Charlie y Emerson está diseñada desde el minuto uno para hacer sonar todas las alarmas de Daddy issues: él no solo le dobla la edad (algo que ya constituye un warning en sí mismo), sino que ocupa múltiples posiciones de poder sobre ella —es su jefe, el padre de su ex, y su dominante sexual.

TODO
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Lo fascinante es cómo la autora convierte esta dinámica en algo tan explícito que resulta casi catártico. El sistema de recompensas que establece Emerson es un manual del "Daddy kink" sin filtros: cuando Charlie es una "buena chica" en la oficina, recibirá elogios, atención y satisfacción; cuando comete errores o cuestiona su autoridad, llegan las consecuencias (unas consecuencias capaces de ponerme a casi cuarenta grados mientras las leo y que implican cera caliente, esposas, juguetes con control remoto y una venganza cruel y muy deseable). No es casualidad que este patrón conecte directamente con las carencias emocionales de Charlie, la cual vive con un padre ausente, acostumbrada a tener que ser ella la que se ocupe de todo en su entorno (con su familia, su hermana, su ex y su trabajo) y privada del placer de ser consentida o mimada.

Con este panorama, ¿cómo no iba a sentirse atraída por un hombre que no solo valora cada pequeño logro suyo, sino que además convierte su obediencia en motivo de celebración? Lo que podría haber sido un simple recurso para escenas picantes se convierte, en manos de Sara Cate, en una exploración sorprendentemente honesta de cómo nuestras heridas emocionales moldean nuestros deseos más íntimos. Charlie no solo busca un dominante; busca la validación que nunca recibió, envuelta en el placer que nunca se atrevió a pedir.

Buena chica por elección: poder y sumisión en Compláceme

Pero donde la obra realmente brilla es en la evolución de Charlie. Porque, seamos honestos, ¿hay algo más empoderador que ver cómo una people pleaser que bailaba al son que tocaba su ex encuentra su voz precisamente cuando descubre que le gusta gatear semidesnuda por el suelo de su “señor”? La paradoja es deliciosa: Charlie alcanza su máxima libertad y poder precisamente cuando abraza su sumisión en el dormitorio. Ya no teme hablar de sus deseos, ya no se disculpa por quién es. La seguridad que encuentra arrodillada frente a Emerson la hace crecer fuera de la habitación y, sobre todo, la empodera a la hora de enfrentarse a un entorno que está acostumbrado a tratarla como si fuera basura y no como la reina reverenciable que sin duda es.

Y es que Compláceme, por muy explícita que sea (que lo es, y GRACIAS), se construye sobre los mismos cimientos que han sostenido la novela romántica desde siempre: la de una figura paternal capaz de dártelo todo: estabilidad económica, un masaje en los pies, reconocimiento perpetuo y los orgasmos de tu vida. La diferencia está en que aquí el poder no es unilateral: él puede ser su Dom, pero ella es su todo. La relación se basa en una confianza absoluta y bidireccional que hace que cada 'buena chica' susurrado se sienta como una victoria compartida. Porque sí, ella es suya, pero él es tan suyo que está claro que no le importa perder varios millones ni el sentido del ridículo al patinar sobre hielo un sábado cualquiera por la tarde con tal de volver a verla.

Del praise kink al empoderamiento: cuando ser 'buena chica' te hace más fuerte

Y es que Sara Cate se mete de lleno en uno de los debates más candentes del momento: ¿puede una feminista de puño en alto disfrutar sometiéndose sexualmente a un hombre? Compláceme no solo responde con un rotundo SÍ, sino que además nos demuestra que el verdadero empoderamiento está en tener la libertad de elegir exactamente lo que deseas, aunque eso implique estar de rodillas frente a tu Dom.

TODO
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Charlie es una feminista convencida, pero tendrá que aprender que, precisamente por ello, no debería tener ningún problema en reclamar su derecho a disfrutar del sexo como le dé la gana. Porque, seamos honestas, ¿hay algo más feminista que una mujer que sabe lo que quiere y no teme pedirlo? La obra desmonta ese falso debate que equipara la sumisión erótica con la debilidad: el poder de Charlie radica precisamente en su capacidad para establecer límites, negociar términos y decidir cuándo, cómo y con quién quiere jugar.

Y si necesitábamos la prueba definitiva de que el BDSM y el feminismo son más que compatibles, ahí está Madame Kink para demostrarlo. Esta mujer es la personificación del poder en tacones de aguja: prácticamente la más solicitada del club más exclusivo de la ciudad, empresaria implacable y Domme respetada que hace temblar a hombres (y mujeres) con solo arquear una ceja. Su presencia en la obra no es casual: nos recuerda que el poder sexual no tiene género y que una mujer puede ser tan dominante o sumisa como desee sin que eso afecte un ápice a su valía o sus convicciones feministas.

Madame Kink es ese recordatorio constante de que el BDSM, cuando se practica desde el respeto y el consentimiento mutuo, puede ser una de las expresiones más puras de la libertad sexual femenina.

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—¿Crees que los hombres alguna vez se sienten mal por las cosas que les gustan? ¿Los llaman guarros, depravados o asquerosos? No. Me parece que todas estamos un poquito hartas de que nos avergüencen y nos obliguen a adoptar esos roles tan serenos, perfectos e inocentes, mientras que ellos pueden ser todo lo pervertidos que quieran.

El spicy más explosivo que he leído: de rodillas y con cara de niña buena, sin retorno al placer explícito

No tengo palabras. De verdad, Compláceme es, con MUCHA diferencia, la novela erótica más explícita que me he leído EN MI VIDA. Y ojo, que yo he devorado novelas con protagonistas masculinos shady, inmortales, posesivos y algo de BDSM suelto, pero donde otros libros solo meten una puntita de spicy, Sara Cate directamente nos mete de cabeza al infierno sexual y cierra la puerta a nuestras espaldas para que no podamos huir (como si alguien quisiera salir de ahí, en serio).

Lo que más me ha enganchado es cómo el erotismo va escalando a lo largo de la novela. Empezamos con momentos donde ni siquiera hay sexo explícito, pero que son BRUTALMENTE intensos. (Como esa primera escena donde Emerson hace que Charlie se arrodille y se arrastre por la oficina) No hay penetración, no hay orgasmos, no hay NADA de lo que esperarías en una escena hot y aun así me tuvo sudando más que una hora de gimnasio.

Y cuando ya estás pensando "vale, lo he visto todo", BOOM. Te lleva a ese restaurante pijo donde Emerson tortura a Charlie con un juguete de control remoto mientras ella intenta no gritar delante de todo el mundo. Por el amor de Dios, ese momento me tuvo agarrando el libro con tanta fuerza que casi le arranco las páginas.

Las escenas de celos, las situaciones de exhibicionismo, los juegos de poder... todo está TAN BIEN hecho que cada capítulo te deja pensando "ahora sí que no puede superarse" y luego VAYA SI LO HACE. Es como una montaña rusa donde cada subida es más alta que la anterior y nunca, NUNCA llega la bajada final.

Creo que no podré volver a la vainilla durante varias semanas después de esto.

Lo mejor es que no es solo sexo por el sexo (que también, no nos engañemos). Cada práctica nueva, cada límite que cruzan juntos, viene con un nuevo nivel de intimidad y confianza. El placer físico y el emocional van de la manita en este libro y eso lo hace mil veces más adictivo.

Phoebe Romántica se ha pasado el juego con esta publicación. Cuando pensaba que ya conocía lo que podía ofrecer el género, Sara Cate aparece y me deja con la boca abierta. En serio, ¿QUÉ ACABO DE LEER? Porque ha sido una experiencia que me ha dejado queriendo más, mucho más.

Necesito la siguiente parte de Salacious Player’s Club. Necesito descubrir qué límites sobre mí, no conocía que desearé echar a perder.

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