Todo comenzó con una huida. Dejé atrás un compromiso roto y llegué a Nueva York dispuesta a empezar de cero.
Lo que encontré fue un apartamento minúsculo, un baño compartido y una vida muy distinta a la que había imaginado.
Y entonces, una noche, lo conocí a él.
Misterioso. Atractivo. Irresistible.
Lo que parecía un momento fugaz de placer se volvió aún más inesperado cuando descubrí que no estaba solo… y que sus dos amigos también querían formar parte del juego.
¿Lo mejor ―o lo peor― de todo?
Que ahora los tres son mis jefes… y mantener la distancia no está exactamente en la descripción del puesto.
Conforme iba leyendo el principio de la obra y conociendo a Paige, me temía que se convirtiera en la típica novela de secretaria forzada con situaciones tensas que ya he leído en mil y una ocasiones, pero para mi sorpresa, el punto central de la acción no se centra tanto en una oficina sino que se traslada a diferentes ambientes y escenarios que aportan algo novedoso en cada momento. No hay grandes dramas (y de hecho la resolución del conflicto con el ex de Paige es lo único que me pareció algo apresurado y solucionado a medias), sino muchos momentos spicy muy creativos, instantes salpicados de romanticismo, escenas que desafían tu lógica para saber cómo son capaces de montárselo los cuatro de esa forma y, honestamente, una trama ligera que te hace pasar un muy buen rato.
Porque yo solo quería leer un poco de Enamorada de mis jefes para saber de qué iba la trama y acabé ignorando mi calendario editorial, mi pareja y el horno pitando, porque Ryker, Luca y Garret estaban muy ocupados haciéndome creer en las relaciones poliamorosas sin dramas por el medio.