Uno podría llegar a creer que hemos leído, visto o consumido todas las historias sobre los apocalipsis posibles de inventarse. Tenemos la manida revolución de los robots, los virus que envenenan el aire y fuerzan a la población a desplazarse bajo tierra, el levantamiento de muertos devoradores de carne, las bacterias asola-cerebros, la radiación que convierte Chernóbil en la antesala de una inmenso parque de juegos o, cómo no, la espectacular muerte / explosión del sol.
En la antología de relatos de Ken Liu, Estrellas rotas, numerosos autores chinos entre los que se encuentran el famosísimo ejecutor de El problema de los tres cuerpos, Cixin Liu, exponen las posibles consecuencias del fin de la humanidad y cómo puede llegar a plantearse desde un punto de vista tanto humanístico como científico. Asimismo, Emily Eterna, otra de las grandes novedades de Runas (sello de fantasía y ciencia ficción de Alianza Editorial), contempla también diferentes escenarios apocalípticos en los que la salvación de la humanidad parece simplemente imposible. Y sin embargo, nunca, jamás, esperé que alguien planteara el fin del mundo en manos de un grupo de plantas gigantes carroñeras.
De qué trata El día de los trífidos: argumento e historia
El día de los trífidos es una breve y como poco interesante obra de ciencia ficción publicada en 1951 y escrita por John Wyndham que sin lugar a dudas influyó poderosamente en el género de las distopías apocalípticas posteriores. En ella, un hombre que acaba de pasar por una operación ocular se despierta en un hospital completamente vacío sin tener ni la menor idea de que el fin de la humanidad se ha desatado mientras él pasaba los restos de su anestesia. Desorientado, sale de su habitación a tiempo para descubrir que la humanidad entera se ha quedado completamente ciega y que el desorden reina en las calles.
Con un inicio que recuerda poderosamente a la novela gráfica y posterior serie de televisión The walking dead, John Wyndham explota en esta obra escrita y publicada en los años cincuenta las diferentes fases por las que pasan los seres humanos al verse abocados a la desesperación, la desconexión y la soledad más absolutas. La ceguera, provocada por la lluvia de unos asteroides verdes que se vieron y retransmitieron en todo el planeta como un fenómeno de gran belleza (algo similar a lo que ocurre a la mitad de la obra cinematográfica Kimi no na wa de Makoto Shinkai o los testigos de los cielos de colores durante la explosión de Chernóbil), dejó solamente a un puñado de personas sin afectar. Todas estas tienen un motivo de peso para el mismo: o estaban durmiendo o por una casualidad en específico no pudieron asistir al gran evento mundial que significaba la contemplación del cielo.
A partir de este momento, desde la óptica de un hombre joven, sarcástico, sin demasiada materia de héroe pero profundamente conectado a los trífidos, John Wyndham nos muestra las diferentes reacciones de los humanos ante la catástrofe: desde suicidios desesperados a un auténtico despliegue de maldad donde los que tienen la suerte de conservar la vista se convierten en reyes y guías de un grupo de borregos que se dedican a todo tipo de barbaridades y violencia injustificada.
Y en medio de esa espiral de horror,se encuentra nuestro protagonista: nadie lo ha preparado para ser el líder carismático que debería ser al conservar la vista, nadie le ha vaticinado que un día sería uno de los pocos elegidos que tendría que elegir entre salvar a uno, a cientos o a miles de seres humanos. Explorando una figura que oscila entre el antihéroe y un hombre sin más, John Wyndham no teme mostrar a un personaje egoísta que se desentiende de la desesperación de los que le rodean tras dedicarle menos de dos segundos a los obstáculos con los que se va encontrando.
Pensé que tenía que indicar a esa gente dónde encontrar comida. Pero ¿era conveniente? Si los guiaba hasta una tienda de alimentación todavía intacta, la muchedumbre no solo vaciaría el local en cinco minutos, sino que aplastaría a los más débiles en el tumulto. Por otro lado, la comida se agotaría pronto, y ¿qué pasaría entonces con los miles de personas hambrientas? Cabía la posibilidad de reunir a un grupo reducido y alimentarlo de algún modo por un tiempo indeterminado pero, ¿quién entraba en el grupo y quién se quedaba fuera? Sin embargo, por más vueltas que le daba, no encontraba ninguna solución justa.
Y sin embargo, frente a tanta desesperación, frente a tanta locura y muerte, el autor no deja de encontrar cierta liberación poética en el fin de todo. De una forma similar al pensamiento de un suicida, el fin de la humanidad, sus comunicaciones, sus presiones sociales, sus compromisos familiares y amistosos y sus insistencias se presenta ante el protagonista no solo como una catástrofe, sino también como un merecido respiro y desconexión total para alguien sin familia ni amigos.
Me vi convertido en dueño de mi destino, libre de mi condición de subordinado.
Rusia, el telón de acero y los trífidos
El día de los trífidos tiene una prosa moderna, ágil y divertida que, aunque a veces se encuentre salpicada de brutales comentarios machistas, podría pasar perfectamente por una obra contemporánea. No podemos olvidar que el libro se publicó originalmente en 1951. En este contexto, es fácil que John Wyndham siente la base del misterio de la creación de los trífidos en Rusia, un país que en aquella época (e incluso actualmente) goza de una merecida fama de hermetismo. Los experimentos de la URSS, conocidos por todos, aportan una base de credibilidad a la creación de los trífidos, de forma que hasta el autor se toma ciertas libertades a la hora de citar de pasada a Lysenko (ingeniero agrónomo soviético) como uno de los posibles cerebros detrás de los trífidos.
Pero lo cierto es que los trífidos tienen algo marciano que fascina y aterroriza al mismo tiempo. La falta de conocimiento de los mismos hace que todas las hipótesis que giran a su alrededor, como el hecho de que tengan una inteligencia diferente a la nuestra o puedan comunicarse, contribuya a generar más misterio y terror al asunto. Conforme la obra se va desarrollando, John Wyndham pone el dedo en la llaga en la forma de reorganizarse de las sociedades, ahora libres de restricciones morales, democracia o convenciones sociales previas. La ceguera forzosa divide rápidamente a la población en dos grandes grupos: los aptos para la supervivencia y los que son simplemente una carga para el resto. De esta forma, El día de los trífidos crea una primera versión de lo que actualmente consumimos y conocemos gracias a obras como 28 días o The walking dead que es, nada más ni nada menos que las historias postapocalípticas amenazadas por enemigos irracionales externos.
Los ciegos en muchas ocasiones, especialmente al comienzo de la obra, se comportan como cabría esperar que lo hicieran los zombies o los muertos vivientes, atacando de forma irreflexiva y desesperada a otros seres humanos con la intención de conseguir sobrevivir. En mitad de esta catástrofe, Bill y Josella tendrán que plantearse por primera vez cuáles son sus prioridades una vez que consigan abastecerse de alimentos y encontrar un lugar seguro a salvo de los trífidos.
Hay que tener en cuenta a lo largo de la lectura que vamos a encontrarnos con un gran abanico de comentarios misóginos propios de la época donde se afirma que el papel de una mujer es el de la reproducción, que su naturaleza la impulsa a ser madre y que claramente no pasaría ningún test de Bechdel actual. Un ejemplo lo encontramos en la siguiente transcripción que os dejo del general, pero también está presente en diálogos, reflexiones y planteamientos de todos los personajes de la propia obra.
Hay una cosa que me gustaría dejar muy clara antes de que decidáis sumaros a esta comunidad. Y es que todo aquel que se embarque en la tarea tendrá una misión. La de los hombres es trabajar…. La de las mujeres, tener hijos. Si no estáis de acuerdo con eso, aquí no hay sitio para vosotros.
El comentario del coronel que he transcrito más arriba no sería tan dramático teniendo en cuenta que es un autoritario fascista que impone su criterio a base del uso de las armas, si no fuera porque el autor emplea a Joselle, la coprotagonista, a la que continuamente describe como una mujer bellísima (lo hace con todos los personajes femeninos de la obra, incluso con las niñas pequeñas, ya que está claro que sobrevivir a un apocalipsis y ser hermosa son aspectos que por supuesto deben ir de la mano), para justificar este comportamiento y afirmar que cualquier mujer, a excepción de las extremistas religiosas, lo consideraría del todo comprensible. Pero de nuevo, es importante leer El día de los trífidos teniendo en cuenta que se escribió y publicó en 1951 y que es, por tanto, víctima del machismo endémico del género de aquella época.
Lo que sí hace realmente bien el autor es generar capítulos espontáneos con cliffhangers interesantes y explorar conceptos muy poderosos como la soledad, la búsqueda de sentido en un dios que empieza a sonar improbable y la responsabilidad del ser humano ante catástrofes de esa magnitud. Sus tranquilas y al mismo tiempo dinámicas descripciones de los viajes que se ve forzado a realizar Bill para sobrevivir generan poderosas imágenes de coches inmóviles, cadáveres olvidados y ciudades repentinamente pausadas en el tiempo que luego explotarían cientos de obras similares.
Mi opinión sobre El día de los trífidos
Es fascinante tener la oportunidad de leer obras que hoy en día se consideran las alfa de todo un subgénero literario, y está claro que El día de los trífidos es una de ellas. Es imposible leer esta obra y no reconocer la influencia que tuvo en sus calles vacías y sus casitas de campo sobre el libro Soy leyenda; en sus ciegos moviéndose desquiciados y arrasando con todo a 28 días después, en su planteamiento a El ensayo sobre la ceguera de Saramago o incluso en toda su trama a las novelas gráficas de The walking dead. En ese sentido, John Wyndham sienta unas magníficas bases que luego explotar a través de una obra dinámica, rápida de leer pero sin demasiada acción, donde los protagonistas son simples rehenes de un conflicto que les supera y que no les da demasiado margen a desarrollar plenamente una personalidad definida.
La obra crece en sus primeros capítulos introduciendo incógnitas, dudas, sorpresas y enemigos que rápidamente se desinflan a partir de la segunda mitad para ofrecernos un final quizás precipitado y sin demasiado drama que simplemente no acaba de encajar con una obra de tal calidad.
A pesar de ello, es sin lugar a duda uno de los libros imprescindibles para los amantes del género. Es toda una suerte poder llegar a leer una obra que, de otra forma, habría pasado completamente desapercibida.
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