Pensé que tenía que indicar a esa gente dónde encontrar comida. Pero ¿era conveniente? Si los guiaba hasta una tienda de alimentación todavía intacta, la muchedumbre no solo vaciaría el local en cinco minutos, sino que aplastaría a los más débiles en el tumulto. Por otro lado, la comida se agotaría pronto, y ¿qué pasaría entonces con los miles de personas hambrientas? Cabía la posibilidad de reunir a un grupo reducido y alimentarlo de algún modo por un tiempo indeterminado pero, ¿quién entraba en el grupo y quién se quedaba fuera? Sin embargo, por más vueltas que le daba, no encontraba ninguna solución justa.
Me vi convertido en dueño de mi destino, libre de mi condición de subordinado.