¿Creéis en las segundas oportunidades? Emily Delevigne, la joven autora que está arrasando en ventas en el mundillo del género romántico de la mano de Phoebe, vuelve con un nuevo relato sobre amistades y reencuentros que no he podido evitar comprar y leer desde mi kobo con una taza de té bien caliente.
Al final era él es una historia corta e intensa que sigue la premisa con la que más cómoda se encuentra la autora: la de una chica joven con el corazón roto que encuentra en la figura menos pensada a Mr. Perfect. De esta forma, Emily Delevigne ha construido una historia de reencuentros amorosos ambientada en plenas navidades españolas que se lee y disfruta por igual.
Esto es Al final era él. Pedid sirope con las tortitas porque esta dulce autora empieza a desmelenarse.
Argumento de Al final era él
Daniela ha pasado un año bastante duro. Después de que su ex la dejara plantada una semana antes de la boda y de que su mundo se viniera abajo, ha dejado que el tiempo la convierta en la joven insegura que estaba claro que no era. Esto es así hasta que sus amigas la convencen de volver a Tomares, el pueblo donde todo empezó y donde, por destino o accidente, acaba reencontrándose con el mejor amigo de su ex.
Pero ¿por qué no recordaba que Matías era tan grande y tan sexy? Y, sobre todo, ¿qué tenía para hacerle sentir que quizás le quedaba una última oportunidad de ser feliz?
Una historia de reencuentros con varios momentos picantes y explicitos
Al igual que su anterior obra digital, Siempre fuiste tú, Al final era él es una historia sencilla y entretenida que repite algunos de los tropos con los que la autora se siente más cómoda a la hora de preparar una historia romántica.
Escrito a partir de una única voz narrativa en primera persona, Al final era él se apoya en el papel inseguro y desprotegido de la protagonista para plantearnos la típica historia de autosuperación tras una ruptura amorosa.
Daniela es una chica a la que le han roto el corazón y que necesita, sin lugar a dudas, un empujoncito a la hora de reencontrarse a sí misma. La autora realiza un estupendo trabajo a la hora de mostrarnos los restos del trauma que le ocasionó su anterior relación, provocando que la simple alusión a su ex o visitar lugares a los que solían ir juntos se convierta en una pesadilla para ella. No solo eso sino que, poco a poco y a partir de las diferentes referencias que se dan en el texto, comprenderemos lo peligroso que puede llegar a ser perderse en una relación tóxica y cómo esta acaba mermándote y convirtiéndote en la sombra de lo que eras.
De ahí que Daniela se sienta siempre vulnerabe frente a cualquier situación, que decida que no quiere celebrar la navidad y, lo peor de todo, que ponga a Matías como medida a la hora de valorarse dice mucho del autoestima de la protagonista.
Sus palabras me dejaron muda. Ni siquiera supe qué decir. Que un hombre como él tuviese esa imagen de mí me halagó. Mucho.
Por otro lado nos encontraremos con Matías, el mejor amigo de su ex y por tanto alguien del pasado de la vida de Daniela. Como ya nos tiene acostumbradas la autora después de sus anteriores obras (y como ya pasó en Una sola noche y en Sin límites), el interés romántico se esconde en alguien que pasó inadvertido en su pasado y que vuelve, después de tener más paciencia que un santo, para demostrarle a la protagonista que nadie la conoce mejor que él.
Para ello, la autora realiza una contínua comparación, a menudo indirecta y subversiva para que no quede patente ante los ojos de las lectoras románticas más avezadas, entre Pablo, el ex de Daniela, y Matías. Desde describir cómo la hacía sentir o el hecho de que Pablo censure una y otra vez su comportamiento y ocurrencias, hasta describir cómo la protagonista tuvo que pagar por su cena la primera vez que quedó con su ex segundos antes de que Matías se ofrezca a hacerse cargo de la cuenta del restaurante por iniciativa propia.
A partir de ese momento y a lo largo de las escasas 93 páginas que tiene esta obra digital, Daniela y Matías pasarán por un proceso de reencuentro, seducción y finalmente de crecimiento personal en el caso de la protagonista mientras la sombra de su pasado acecha y pone en peligro la preciosa relación que Matías se esfuerza en construir a su lado.
Y es que Al final era él se parece mucho a Siempre fuiste tú y es imposible no ver cierta correlación entre los dos protagonistas masculinos de las obras: ambos son altos, con las manos gigantes, tranquilos, pacientes, dulces y suelen solucionar los problemas emocionales de la protagonista invitándola a ponerse las botas con hamburguesas o tacos en mitad de la noche.
Sin embargo, la gran diferencia que encontraremos en esta obra es la gran cantidad de escenas picantes que Emily Delevigne ha decidido introducir. La obra, que de otra manera habría caído en el género de romántica, se eleva con situaciones de alto contenido erótico cuando Matías y Daniela se rinden a su atracción fatal.
—Dani
Me sonrojé.
—¿Sí?
—Deja de mirar así —me pidió con voz suave.
—¿Cómo?
—Como si quisieras lanzarte sobre mí —dijo antes de continuar el trayecto—. Soy un hombre indefenso.
Es cierto que las escenas eróticas siguen siendo bastante vainilla, pero el coqueteo que se traen desde el principio de la obra Matías y Daniela hace que sea muy divertido seguir leyendo sobre su relación y he de confesar que en más de un momento se me ha escapado una sonrisa o una carcajada. La tensión va subiendo mientras nos perdemos en los juegos de Daniela con Matías que nos hacen recordar las travesuras y deseos que cometíamos de adolescentes: desde el juego de “reto o prenda” de la botella, hasta volver a sentir el subidón de ego que da ser la chica escogida por el guapo del grupito.
Es decir ¿merece la pena Al final era el?
Al final era él es una novela ligera, divertida, con momentos eróticos explícitos y que sigue bordeando el género del romance juvenil en ciertos momentos. Emily Delevigne, de la mano de Phoebe Romántica, se va convirtiendo poco a poco en una de las voces más codiciadas del género, puliendo su estilo novela tras novela.
A pesar de su gran producción literaria, todas sus obras siguen contando con un tono de candidez y dulzura inusual en el género de la erótica. Y es que no importa que sea Siempre fuiste tú, Una sola noche, La tentación o Al final era él: al final todas sus novelas te hacen sentirte como esa chica especial de las películas navideñas de las cinco de la tarde que se ven empujadas por el destino a los brazos de la persona correcta.
Al final era él pasa a aumentar esta lista de novelas con las que pasar un momento divertido una tarde, corta y sin grandes pretensiones, que funciona como distracción del mundo general. La tensión sexual que la autora ha creado acompañada de sus momentos cargados de humor hace que tengas la necesidad de seguir leyendo.
Un libro entretenido que me ha provocado quedarme expectante ante el próximo lanzamiento en papel de la autora.
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