Meses después de que la pandemia del Diluvio Seco haya borrado a casi toda la humanidad de la faz de la Tierra, Toby y Ren han rescatado a su amiga Amanda de las garras de los despiadados paintbalistas. Juntas, regresan a la cabaña de los locoadánidas. Cuyo reticente profeta, Jimmy -Hombre de las Nieves-, debilitado a causa de la fiebre, hace que Toby tenga que predicar la teología de los crackers. Zab, por su parte, ha estado buscando a Adán Uno, fundador de los Jardineros de Dios, la religión ecologista y pacifista de la que él mismo se desvinculó años atrás para guiar a los locoadánidas en su resistencia activa contra la acción destructora de SegurMort.
Y aún así, es fascinante cómo ciertos conceptos, que perdieron sentido en Oryx & Crake o en El año del diluvio, vuelven a su ser en cuanto los humanos se reúnen en un grupo o pseudo-sociedad. Ideas como el tiempo, que tanto aparecía simbolizado en forma del reloj roto de Hombre de las Nieves; o la envidia pronto se convierten en el día a día del grupo, haciéndonos preguntarnos si esto es lo mejor que tiene que ofrecer la raza humana.
Al fin y al cabo, la trilogía de Maddaddam está llena de incógnitas y enigmas, de secretos retorcidos y de predicciones para el futuro. Nos avisa de qué ocurrirá si dejamos que el capitalismo siga creciendo sin freno y cómo al final, volver a nuestras raíces, es lo único que puede salvarnos. Una trilogía sin lugar a dudas indispensable para cualquier amante de la literatura de calidad.