Cuando la galera de guerra Argo parte de Yolcos llevando a bordo una asombrosa tripulación de héroes y semidioses (Hércules, Orfeo, Atalanta, Cástor, Pólux, Linceo y otros muchos), tiene un objetivo claro: robar el famoso Vellocino de Oro, celosamente custodiado por el rey de Cólquide. Es, claro está, la historia de la expedición de los argonautas, que, desde Tesalia hasta Ea, buscan el vellocino y secuestrar a la fatal Medea; una historia de maravillas y portentos, de extraordinarios episodios que se suceden sin interrupción; pero, asimismo, gracias a la pluma de Graves se convierte en una admirable reconstrucción del carácter y las costumbres griegas (el amor por la comida, el temor a la venganza de los espectros y los dioses) y en un relato completo y veraz de esta fascinante aventura marítima, amén de una reflexión sobre el destino, el amor, la guerra y la política.
El epílogo, en particular, es una joya que no tiene desperdicio alguno, ofreciendo una lección magistral sobre cómo se debe abordar una obra histórica, ya sea basada en un mito o en una historia real.
Es decir, que El vellocino de oro es una obra imperdible para cualquier amante de la historia, la mitología y la literatura bien construida. Graves nos lleva de la mano a través de un viaje no solo físico sino también espiritual e intelectual, mostrando la verdadera esencia de una época en la que el mito y la realidad se entrelazaban de maneras fascinantes y complejas. Uno no debe temer embarcarse en este viaje. Creedme a mí, que Mopso me dijo que los pájaros y los dioses bendecían esta lectura, y ¿cómo va a equivocarse un emisario de Zeus?