Que no nos vamos a engañar, la novela está bien, es entretenida, no deja demasiados cabos abiertos y he de confesar que mis partes favoritas fueron el tormentoso camino de Castrima por el aciago desierto de ceniza. Pero quizás la novela ha perdido ese toque romántico que convertía el hecho de acercar la luna en algo tan especial. Y aciaga tierra, lo peor es que ya se ha acabado. No podré volver a ver a Essun ni a sentir la herrumbrosa quietud bajo mis dedos.
Y quizás eso es lo que más tristeza me produzca de todo.