Año 2130. Los astrónomos detectan un misterioso asteroide, al que bautizan como «Rama», que está a punto de cruzar el sistema solar. Se trata de un cilindro perfecto de unos cincuenta kilómetros de largo, que gira a una velocidad fuera de lo normal y viaja por el espacio en línea recta. Ante esas evidencias, los investigadores se preguntan si están ante el primer visitante procedente de las estrellas... ¿Podrá la humanidad enfrentarse al enigma que alberga esta extraña nave, aparentemente extraterrestre, y que es ya una maravilla tecnológica que forma parte del imaginario de varias generaciones de lectores? Bienvenidos al gran clásico que Denis Villeneuve llevará al cine.
La astronomía del espacio era una aficción muy costosa, y utilizar uno de los grandes instrumentos podía fácilmente tener un coste de mil dólares al minuto. El doctor William Stenton jamás habría podido echar mano del Miralejos — el reflector de doscientos metros— durante un cuarto de hora completo, si un programa más importante no hubiera sido interrumpido de forma temporal como consecuencia del fallo de un capacitador de cincuenta centavos. La mala suerte de un astrónomo supuso buena fortuna para Stenton.
El único ejemplar del zoológico celeste que encajaba con tal descripción en una estrella muerta. Tal vez Rama era eso, un sol muerto, una esfera de neutrones que giraba enloquecida, con un peso de miles de millones de toneladas por cada centímetro cúbico.
La cavidad interior es de 15 km de largo y 16 de ancho los dos extremos tienen forma de cuenco, con geometrías bastante complicadas hemos llamado a nuestro extremo hemisferio norte, y estamos estableciendo nuestra primera base aquí y, en el eje. Partiendo radialmente del cubo central, con una separación de 120 grados hay tres escaleras de casi un kilómetro de largo. Todas terminan en una terraza o meseta circular, que rodea el cuenco. De allí parten otras tres enormes rampas, en la misma dirección, que descienden hasta la planicie.