Al marido de Asa le han ofrecido un trabajo en una zona remota de Japón, junto al hogar en que nació. Durante un verano excepcionalmente cálido, la pareja se instala junto a la casa de los suegros, entre el ensordecedor e invasivo rugido de las cigarras. Hasta que un día Asa se topa con una extraña criatura, que no se parece a nada. La sigue hasta el terraplén de un río y cae en un agujero que parece haber sido creado para ella, y en el que queda atrapada para siempre. Casas asoladas por plagas de comadrejas. Niños fantasma. Pasillos que nos transportan «al otro lado», como si Alicia reviviera en el Japón de la tecnología punta. Oyamada firma un tríptico narrativo literariamente puro sobre la idea de que el entorno que nos rodea puede anticipar nuestras emociones y hasta nuestro destino.
Especialmente ilustrativo me ha parecido el hecho de que la autora siempre introduzca elementos que recuerdan a la muerte, al estancamiento y al desgaste en todos sus relatos (como los calcetines de Yoko en Una noche en la nieve) así como la intensa y talentosa manera con la que Hiroko Oyamada convierte la gastronomía y el momento de la comida / cena en un remanso de paz y entendimiento.
Como en todas las recopilaciones de relatos, existen aquellos con los que encajas más y con los que menos. Personalmente, mi favorito ha sido Sin comadrejas pero la experiencia general de lectura me ha devuelto la paz y la tranquilidad en apenas doscientas páginas. Al fin y al cabo, a veces solo necesitas leer sobre jóvenes atrapadas en un agujero para comprender que estás en uno.