Porque lo cierto es que, como escritor, eres libre. Eres la persona más libre que ha existido. Has comprado tu libertad con soledad, con aislamiento.
Aceptar libros malos porque son bestsellers es lo mismo que aceptar alimentos adulterados, máquinas mal diseñadas, gobiernos corruptos y tiranías militares o corporativas, alabarlos y calificarlos como el estilo de vida americano o el sueño americano. Es traicionar la realidad. Cada traición, cada mentira aceptada, lleva a una nueva traición y una nueva mentira.
Pero, si un novelista serio no anuncia esta visión como su impulso central, o bien está plegándose a un público imaginario del pueblo llano, o bien, en la polémica del propósito moral, social o formal, ha olvidado qué lo inspiró de verdad. Todo el mundo repite el tópico de que la novela es una metáfora extendida, pero demasiados pocos, quizá insisten en que la metáfora lo es todo y que la extensión es solo el medio de expresarla.
Que ninguna otra modalidad de prosa, para mí, puede compararse con la novela. Que, si no podemos atrapar a la señora Brown siquiera un instante, todas las naves preciosas más rápidas que la luz, toda la ironía, la imaginación, el conocimiento y la inventiva son en vano; ya podemos escribir folletos o tebeos, para el caso, porque nunca seremos verdaderos artistas.
Pese a lo agradable y alentadora que es la respuesta de los fans y la conexión que se establece con ellos, la ausencia casi total de crítica verdadera hace del escritor prácticamente su único crítico. Si produce material de segunda, las editoriales lo contrarán igual de rápido, a veces incluso más, y los fans lo comprarán porque es del género. La conciencia es lo único que le insistirá en que intente no ser de segunda, ya que a nadie más parece importarle mucho.
Escribir no es solo un acto creativo, sino también reactivo.
El arte, como el sexo, no puede practicarse en solitario de forma indefinida; al fin y al cabo, comparten enemigo: la esterilidad.
La desaprobación moral de la fantasía; una desaprobación tan intensa, y con frecuencia, tan agresiva, que no puedo evitar pensar que nace, en esencia, del miedo.
Temen a los dragones porque temen la libertad
En el campo de la ciencia ficción a veces se tiene la sensación de que, mientras algo lleve la etiqueta del género, a los fans les encantará (por poco tiempo); por lo tanto, los editores lo publicarán (por poco tiempo); por lo tanto, seguramente el escritor se conformará con hacer mucho menos de lo que sería capaz.