Argumento de Todas las malditas decisiones
Rebeka no se esperaba que aquella noche de fiesta con sus amigas en Londres cambiaría su vida por completo. Pero allí estaba ella, borracha perdida, pidiendo un chupito de Jäggermeister tras otro cuando se apoya en barra y un chico empieza a hablarle.
Gary es el típico rompecorazones caza-mujeres: es inteligente, le vende la moto de que es cantante de rock y aún encima de ser increíblemente atractivo, se lo cree. Rápidamente surge una conexión especial entre Rebeka y Gary que va más allá del sexo, pero su relación tendrá múltiples obstáculos que sortear.
Al fin y al cabo, Gary sí que es cantante de un grupo de rock mundialmente conocido y llamado Everlasting Wound, y aunque ella no se lo espere, ambos arrastran enormes problemas que pondrán en peligro su relación.
Análisis de Todas las malditas decisiones
Todas las malditas decisiones es la primera parte de una obra de romance erótico fácil de leer, fresca y que pone patas arriba las construcciones típicas de las novelas del género. Olvidaos de encontraros con una joven extremadamente atractiva pero incomprendida y sola en el mundo que no teme amar o a un hombre cachas con un terrible pasado del cual es completamente inocente.
No, porque Todas las malditas decisiones descoloca todos los arquetipos, acercándonos a una novela mucho más realista que palpita con nosotros. La autora en ningún momento se regodea en la descripción del atractivo de la protagonista, realzando su “bella cabellera” o sus “ojos como la noche”, sino que nos presenta una joven, como tú o como yo, que bien podría ser una amiga cercana o alguien que conoces.
Rebeka no es perfecta, eso está claro. Frente a la heroína guapa que siempre sabe qué hacer y que no tiene miedo a amar a la que estamos acostumbradas, May Boeken nos presenta una joven insegura, a menudo egoísta, cobarde e irreflexiva que no sabe lo que quiere y que daña continuamente a la gente a su alrededor con su incapacidad para comprometerse.
Es decir, Rebeka se comporta exactamente igual al típico chico del que te previene tu madre cuando sales por la noche: “cuidado, que solo buscan acostarse contigo y que luego serán incapaces de mantener una relación contigo”.
En oposición a Rebeka, Gary se nos muestra como un joven extremadamente emocional, dueño de sí mismo y muy maduro que continuamente lucha por sacar la relación adelante. Entre ellos hay más que solo química y atracción, y esto la autora lo deja claro con largas descripciones de amor del propio Gary, con declaraciones profundas y con un desborde de emociones completamente unidireccionales.
—Haciendo gala de mis filtros también ausentes —hizo una reverencia con la mano—, quiero decirte que algún día escribiré una canción sobre lo borracha que estabas cuando te besé por primera vez, y cómo fuiste incapaz de detenerme. Memoricé la expresión lujuriosa de su cara para recrearme a solas en otro momento. —Describiré el brillo de tu mirada mientras me voy acercando a tu boca. —Posó sus labios en los míos suavemente como probándome. Yo cerré los ojos para disfrutar aquel instante—. Será acústica y empezará con un solo de guitarra…
Rebeka continuamente se aferra a la idea de “es mejor malo conocido que bueno por conocer”, saboteando su perfecta relación con Gary y huyendo de su lado cuando más la necesita, provocando que en ciertas ocasiones quieras gritarle al libro que haga el favor de hacer madurar un poco a la protagonista femenina.
Realmente ilustrativo y brillante es, sin embargo, el personaje del ex de Rebeka: Alex. Un hombre atractivo y embaucador que se aprovecha de las debilidades y las inseguridades de su ex para apartarla del “guiri” (como él lo llama) y que nos va mostrando, frase tras frase, detalle tras detalle, los peligros de mantener una relación con un maltratador (ya sea físico o psicológico). Alex, con su inteligencia tóxica, es capaz de soltar las frases de amor y de consuelo más bonitas cuando Rebeka las necesita para inmediatamente someter sus deseos, su vida y sus elecciones a las de su propia voluntad.
—¿Estás «en esos días» o qué coño te pasa? Alex tenía un doctorado en dar por saco, y le encantaba alardear de él. Pero aquel día no estaba segura de tener la suficiente paciencia para aguantarlo.
Alex es el perfecto ejemplo de megalómano que va soltando un micromachismo tras otro, iluminando todas nuestras alarmas de peligro: es posesivo, celoso, territorial y, sobre todo, violento. Continuamente menosprecia a Rebeka, dañando su autoestima, incluso en el momento en el que pretende reconquistarla.
—Me sorprende que sepas su nombre. Al menos te tomaste la molestia de preguntárselo —afirmó con rencor, y yo lo fulminé con la mirada—. Recuerdo haberlos visto tocando hace unos años, pero poco más. ¿Estás segura de que es el cantante? —Sí, efectivamente. —Asentí mecánicamente. —En un bar a oscuras, de juerga…, un tío puede soltarte cualquier mentira con tal de meterse en tus bragas, y tú eres bastante crédula y fácil. Espero que no estés confundida.
Y esto, dejadme que os diga, nos pareció más que bien. Estamos cansadas de novelas de romance donde la villana es siempre otra mujer explosiva que intenta quitarle a la protagonista a su increíble hombre, fomentando el mensaje machista de que las mujeres debemos luchar entre nosotras para complacer a un hombre. Por primera vez, aunque la presencia de Halley (la ex de Gary) se presente como una amenaza, es un hombre el que embauca, miente y engaña para destruir la relación.
—Hay algo en tu tono que no me gusta un pelo. ¿Quieres cabrearme? Ambos sabemos que no. Así que deja de hacerte la tonta y no me provoques.
Si seguimos con el tema del feminismo, Todas las malditas decisiones tiene, además, algo que nos gusta mucho. Porque por primera vez, se da la vuelta a la tortilla. Gary es el que se quiere tomar las cosas despacio, el que teme enamorarse, el que no quiere reducirlo todo a un par de polvos rápidos; y ella la que se frustra porque él no quiere tocarla. Rebeka, por su parte, es una mujer con la sexualidad definida y abierta, que no teme acostarse con quien le dé la gana cuando le apetece y que se comporta con total libertad.
Aunque cataloguemos la novela de romance-erótica, tenemos que avisaros que el erotismo es un accesorio, no el pilar que mueve el libro ni el argumento y que disfrutaremos de mucha tensión y poca acción en esta primera parte.
La novela es, en realidad, la primera parte de una historia con un lenguaje fresco, directo y fácil de leer que sin duda rompe con los arquetipos del género y que, solo por eso, se nos hace cercano, realista y muy profundo.
Nuestra opinión sobre Todas las malditas decisiones
No sé qué tiene esta novela que engancha. El principio del libro no te prepara para el hecho de que continuamente, el hecho de que May Boeken haya decidido crear a una protagonista diferente, un poco cretina pero al mismo tiempo bastante más real de lo acostumbrado, te acabará atrapando.
Los personajes están genialmente construidos en todas sus vertientes: Josh, el falso amigo que no sabes muy bien si es un aliado o simplemente alguien cargado de envidia; Ana y su forma tan maravillosa y divertida de vivir la vida; Gary y sus claroscuros y, sobre todo, Alex y sus conductas abusivas.
En ese sentido, Gary es el personaje que más evoluciona a lo largo de todo el libro: primero se nos presenta como un machista redomado en la discoteca, que habla de las mujeres como “capturas” y que se refiere a sí mismo como un cazador de mujeres.
—Gracias, Beck’s, me alegra escuchar eso. No todas mis conquistas conservan una opinión demasiado buena sobre mí, pero yo hablo de todas ellas bien en mis canciones.
Y luego poco a poco va desnudando su alma hasta dejarnos ver a un chico extremadamente emotivo con algún tipo de problema con su padre (del que todavía no nos han hablado demasiado) y que puede llegar a descontrolarse enormemente.
Sin embargo, he de confesar que cuando Gary se pone “poético”, como con la susodicha canción del culo de Rebeka, me pierde completamente y a menudo he acabado saltándome esos largos diálogos en los que Gary se pone melodramático. Cuestión de gustos, me imagino, porque lo cierto es que la novela, para la extensión que tiene, se lee rápido y tiene un ritmo más que adecuado por todas partes.
—Estabas locamente enamorada, y a veces es como ponerte una venda e ir caminando por la calle comiéndote todas las farolas: una hostia tras otra, pero sigues caminando para llegar a casa.
Es cierto que tengo una gran inquietud y es que no entiendo por qué la protagonista, de origen vasco, se llama Rebeka con “k” y su hermano Robert y eso, para ser sinceros, me sacó un poco al comienzo de la obra. Quizás es porque yo misma, al llamarme Rebeca, me saltaba enormemente a la vista esa k.
Pero en general, Todas las malditas decisiones me ha hecho pasar un muy buen momento. Es una obra interesante, que no dramatiza innecesariamente, que no busca emparejar a todos los malditos personajes de la obra y que, en general, pone patas arriba el género.
Es un buen libro de romance. ¡Definitivamente lo recomendamos!
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