Nunca había caído en mis manos una obra de Laura Maqueda. Y quizás es porque el momento en el que abrí Una góndola para conquisitarte coincidía demasiado bien con lo que necesitaba en ese instante de mi vida. Agobiada por llegar a las entregas empresariales y a los compromisos, sin nada que realmente me entusiasmara, de alguna manera me vi convertida en una suerte de grinch como Sam, la protagonista de esta novela, mientras dejaba que la vida me pasara por encima.
Y entonces, este libro cayó en mis manos. Este inocente y precioso libro que empieza de una forma que te saca de quicio y que poco a poco va dejándote un regusto similar a Come, reza, ama o Bajo el sol de la toscana (como bien apuntan desde la editorial en sus redes sociales). Esta es la historia de una joven que, como muchas, vive con miedo y se atreve, más empujada por la loca de su madre y la paciencia del hombre ideal, a encontrarse a sí misma.
Esta, no es otro romance cliché en Italia. Prepara el frizzante y calienta la pizza, porque esta vez, nos vamos a Roma.
Una góndola para conquistarte, argumento de una novela con sabor a tiramisú y rosas
Sam tiene un trabajo asqueroso. Bueno, al menos eso es lo que le parece a ella. Como periodista frustrada, pasa los días escribiendo una columna de consejos amorosos edulcorada, yendo de fiesta con sus compañeras de oficina (que por cierto, no parecen lucir de una inmensurable capacidad empática) y esquivando a su especie de ligue, Peter, para no encontrárselo en su pequeño apartamento de Nueva York.
Está convencida de que odia el amor, pero se mete entre pecho y espalda todos los dramas románticos clásicos que salen por la tele sin tener ni idea de que de pronto, tras una llamada telefónica de su madre, su vida empezará a parecerse a uno. Porque tiene que acudir por primera vez en su vida a Italia para la boda de esta progenitora desaparecida. Será un viaje más que accidentado, porque mientras Sam se pierde en las montañas romanas, Alessandro Martinelli lo hará en sus ojos.
¿Podía una persona sentir que pertenecía a un lugar que nunca había visitado?
Una protagonista odiosa, que evoluciona y que representa, probablemente, nuestros peores defectos
Y es que, seamos sinceros, Sam es el tipo de protagonista que en los primeros capítulos te dan ganas de sacudir con fuerza a ver si espabila y madura (con cariño, eso sí). La autora nos presenta a una chica que parece empeñada en verse como el patito feo de Manhattan, arrastrando su existencia "mediocre" por las calles de Nueva York mientras se convence a sí misma de que esto es todo lo que puede esperar de la vida.
Y debo reconocer que al principio me costó conectar con ella. Pero entonces llegas a ese punto en que la ves tratando a Alessandro como si fuera una amenaza nuclear - y es ahí cuando todo hace clic. Porque Sam no es solo una joven amargada con actitudes preadolescentes por momentos: es el miedo en estado puro. Miedo a abrir su corazón y ser vulnerable, miedo a que Alessandro sea real, miedo a que exista la posibilidad de una vida diferente a la que se ha autoimpuesto y perderla por no dar la talla.
Le daba miedo. Le aterraba saber que sus sentimientos escapaban a su control y que, si se lo permitía, él tendría todo el poder para hacerle daño si las cosas salían mal.
Y ahí es donde duele, porque ¿quién no se ha visto reflejada alguna vez en estas actitudes? ¿Cuántas de nosotras nos hemos acomodado en trabajos y relaciones "mediocres pero seguras", en rutinas predecibles, en vidas que no son malas pero tampoco son lo que soñábamos? Sam es ese espejo incómodo que nos muestra lo fácil que es ir descartando sueños, uno a uno, mientras nos convencemos de que "así son las cosas". Poco a poco, conforme la obra avanza, y gracias dios porque tardamos cien páginas en conocer al hombre per-fec-to, iremos viendo cómo Samantha avanza, va tomando consciencia del origen de sus traumas, trabaja en ellos, salta al vacío y, por una vez, confía en que alguien estará al otro lado para salvarla.
Lo que aquel tipo hacía con ella debería ser considerado un delito. Su forma de mirarla, de hablarle en voz baja, la manera que tenía de acariciarla, de susurrar su nombre... Era puro fuego, y sospechaba que Alessandro lo sabía. Estaba segura de que él era muy consciente del efecto que causaba en las mujeres y de que no dudaba en utilizar su potencial para aprovechar la situación. Y ella, después de todo, no era de piedra. Sentía... cosas cada vez que Alessandro estaba cerca, pero también sabía que no debía dejarse llevar, que no era lo correcto. Aunque quisiera. Porque, ¡maldito fuera el italiano!, por supuesto que quería acostarse con él.
Alessandro Martinelli: la inteligencia emocional también habla italiano
Y entonces está Alessandro. Ay, Alessandro. Ese personaje que tarda cien pesarosas páginas en aparecer y que cuando lo hace, destroza todos los clichés del galán italiano que esperabas encontrar. Porque sí, es guapo, ¿pero sabes qué? Eso es lo menos interesante de él. Lo que hace especial a Alessandro es que es ese tipo de hombre que parece salido de los sueños húmedos de tu psicóloga: emocionalmente maduro, comunicativo y con una visión del amor tan saludable que dan ganas de aplaudir a la autora por atreverse a escribirlo.
Su optimismo choca contra el muro pesimista de Sam como las olas contra las rocas: con persistencia, con paciencia, erosionando poco a poco sus defensas e ignorando sus quejas y pataletas infantiles con un arte que sostiene todo el comienzo de la obra. Y lo hace sin trucos, sin juegos y sin dramas innecesarios. Alessandro es tan transparente como el Mediterráneo: habla de sus ex parejas con una naturalidad refrescante (¿una menor? ¿una mujer casada mayor que él? Todo sobre la mesa desde el principio), comunica sus intenciones desde el minuto uno y - atención, porque esto es revolucionario en el género romántico - ¡tiene inteligencia emocional!
¿Y sabéis qué es lo mejor? Que es un hombre que entiende de consentimiento y límites. Cuando Sam dice "no" en medio de un momento febbrile, él... simplemente, para. Sin dramas. Sin hacerse la víctima. Sin tomárselo como algo personal. Y cuando intuye que ella podría estar preocupada por el tema económico, encuentra soluciones prácticas sin hacerla sentir inferior. Este hombre no es un príncipe azul: es mucho mejor. Es un hombre deconstruido, maduro y real (bueno, todo lo real que puede ser un italiano devastadoramente guapo que cocina, pinta y se mueve como los ángeles de Leonardo).
Cada vez que Alessandro la tocaba sentía que había encontrado su lugar en el mundo.
Y es que después de leer tantas novelas románticas con alfas tóxicos y millonarios controladores, encontrar un personaje masculino que simplemente... comunica, escucha y comprende cómo una se puede llegar a sentir es como un soplo de aire fresco. Alessandro es la prueba viviente de que la química y la tensión sexual no están reñidas con el respeto y la inteligencia emocional. Y por eso, entre otras cosas, esta novela es tan especial.
Italia: más que pizza, pasta y romance
Laura Maqueda no se conforma con llevarnos a este viaje maravilloso por los rincones más turísticos de Italia como el Coliseo Romano o la Fontana di Trevi: nos coge de la mano y nos arrastra por callejuelas que ni el Google Maps conoce. Y es que esta novela es como esos antipasti que te sirven en los bares de la Toscana: viene con muchas sensaciones que no esperabas pero que te conquistan el paladar.
Era imposible no enamorarse del lugar. Definitivamente. La Toscana era el sitio ideal para vivir un romance. Aunque no para ella, por supuesto. El amor no era un asunto que entrara en sus planes. Nunca se había encontrado dentro de sus prioridades, ni siquiera cuando era más joven. Para Sam, el amor romántico, ese del que hablan las películas y las novelas, aquel que todo el mundo persigue en la vida, no existía
Entre escena y escena romántica (porque sí, hay escenas que rivalizan con el "nadie pone a Baby en una esquina" de Dirty Dancing), la autora va salpicando la trama con esas pequeñas joyas históricas que no salen en las guías de viaje. ¿Sabíais quién era Bianca de los Borgia? ¿Os suena una pequeña placita en Roma que tiene un hueco desde el que podéis asomaros para ver el Vaticano? Pues preparaos, porque cada rincón que visitan Sam y Alessandro viene con su propia dosis de storia con mayúsculas.
¿Podía una persona sentir que pertenecía a un lugar que nunca había visitado?
Y lo mejor es que todo es real. Tan real que la autora en el epílogo confiesa que puedes seguir hacer exactamente la misma ruta y seguir los pasos de estos dos, comer en los mismos restaurantes y, quién sabe, quizás encontrar a tu propio Alessandro (chi lo sa?). No estamos hablando de esa Italia de postal que sale en Bajo el sol de la Toscana - aunque la referencia está ahí**. Es una Italia viva, que respira entre frases en italiano que te sorprendes entendiendo, entre platos que no son los típicos de siempre y rincones donde no verás a ningún turista haciendo el selfie de rigor.**
Il Buco della Serratura es considerado como uno de los mayores secretos de Roma. A través de la cerradura de la Villa del Priorato de los Caballeros de Malta podía verse el Estado Vaticano en pleno corazón romano. Probablemente, fuese mucho más rápido para el turista visitar directamente la piazza de San Pietro que aguardar su turno para ver la cúpula vaticana a través de aquel diminuto orificio, pero sin duda merecía la pena la espera.
Entonces ¿merece la pena leer Una góndola para conquistarte?
Debo confesar que las primeras páginas de esta novela fueron un reto. El mal humor crónico de Sam, sus quejas constantes y su actitud de adolescente perpetua me hicieron dudar si realmente era una historia para mí. Pero entonces apareció Alessandro, y mamma mia, qué giro dio todo.
En el momento que aparece Alessandro tocando la guitarra, preparando una cena con dos cositas que hay por casa, volviendo de correr empapado. Su manera de mirarla, de moverse, de percibir la vida con calma y de sonreír ante las pataletas de la prota hacen que sea fácil enamorarse de él y querer seguir leyendo.
—Quiero despertarme un día sin que suene la alarma —continuó—. Sin el ruido del tráfico ni el estruendo de las sirenas de policía. Sin pensar en todo lo que tengo que hacer, sin tener la sensación de que mi vida está planeada. Quiero abrir los ojos y... simplemente sonreír. ¿Lo consideras una locura?
Poco a poco descubrí que Una góndola para conquistarte se había convertido en uno de mis happy place en los que refugiarme después de un insatisfactorio día en la oficina contestando emails y devorando palitos de zanahoria pasandos. Quería seguir empapándome de esta aura de luz, sol y calor que parece desprender la novela a cada momento y que, de alguna manera, era capaz de colarse por las páginas.
No importa que Laura Maqueda incluya largas descripciones de Italia o de la voz interior de Sam porque tiene citas y frases que son para enmarcar. Su forma de evolucionar la relación entre los dos es como una buena pasta al forno: reconfortante y adictiva, sin necesidad de recurrir continuamente a escenas subidas de tono para mantener el interés.
Una góndola para conquistarte es, sin duda, una de esas obras que te ayudan a degustar, de principio a fin, el género romántico moderno. ¿Te encantó Bajo el cielo de la Toscana? Pues esta, cara mía, es tu match literario perfecto.
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