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Un largo camino, la experiencia de un niño soldado, de Ishmael Beach

Nat Q. García 0 Comentarios
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Imágen destacada - Un largo camino, la experiencia de un niño soldado, de Ishmael Beach

Antes de que estallara la guerra, la vida del pequeño Ishmael y sus amigos era bastante sencilla y común. En Matchu Yong, al sur de Sierra Leona, se visitaba el río para jugar y bañarse, y los más pequeños iban a la escuela comunitaria del pueblo donde aprendían Historia sobre William Shakespeare, pues era una antigua colonia británica.

Ishmael, su hermano Junior y su amigo Talloi practicaban todos los días para mejorar como raperos. Y un día se aventuraron a caminar 26 kilómetros para participar en un concurso de talentos para demostrar su talento. Pero esa aventura llena de emoción les llevaría a la experiencia más cruel que jamás habrían imaginado.

Llegó el estallido por la zona oriental del país mientras que en Matchu Yong y otras aldeas empezaron a haber pequeños enfrentamientos. Ninguno de los habitantes se creía que fuera posible esto, pues en su rutina solo conocían el bien comunitario, las caras amables y los paseos largos y tendidos sin sufrir ningún tipo de violencia o miedo.

En un conflicto civil no se necesita mucho para alistarse en la lucha: la instrucción se aprende sobre la marcha, en combates reales, donde las drogas y las armas son más importantes que la comida o un par de botas.

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Le habían grabado las iniciales RUF (Frente Revolucionario Unido) en el cuerpo con una bayoneta al rojo vivo y le habían cortado todos los dedos excepto los pulgares. Los rebeldes llamaban esta mutilación «un amor».

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Antes de la guerra, la gente levantaba el pulgar para decirse «un amor» unos a otros, una expresión popularizada por el amor y la influencia de la música reggae.

La posibilidad de algo bueno en Un Largo Camino

En compañía de otros niños, conocidos del pequeño protagonista, sus vidas penderían de un hilo día tras día, recorriendo pueblos de los alrededores para no solo encontrar cobijo y comida, sino que también intentarán encontrar a sus familias en un mundo que se convirtió en opresión del día a la noche.

Ishmael Beah, de 12 años, y sus amigos, tendrán que huir por la extensa selva evitando cuerpos mutilados y abatidos de vecinos aldeanos, y esquivando posibles grupos de rebeldes armados. No será un camino de rosas, pero el atisbo de esperanza siempre estará ahí.

Todo esto nos lo contará una figura narrativa protagonista en primera persona, y con un estilo directo en el que el pensamiento de cada personaje se presenta, y expresa, conjuntamente con el del pequeño Ishmael. El autor consigue poner una voz original y con ritmo propio en el que cada párrafo y cada capítulo convergen en una estructura coherente llena de ritmo, con breves descripciones de los lugares y los aldeanos que se nos presentan a lo largo de Un Largo Camino.

Sin duda lo más impactante de Ishmael Beah como escritor de memorias es su exposición de la información y la interpretación de qué es vivir en una guerra constante: por ejemplo, avanzado el primer capítulo, ya se nos deja claro a qué tipo de libro nos vamos a enfrentar, y que la ambientación, llena de dolor y crueldad, no irá a mejor. Se te va a poner el corazón a mil como a estos enanos que acompañamos en esta triste historia.

La historia está marcada por la angustia y la supervivencia, pero aún en circunstancias difíciles, Ishmael demuestra de lo que es capaz un niño si se le da la oportunidad, de los ápices de esperanza y la gran fuerza interior que puede tener en lo más hondo de su ser. Desde estar de rodillas con un arma apuntando su nuca, pasando por comerse un par de cocos en soledad hasta llegar a una cabaña a pie de playa en la que le darán cobijo, Beah ha conseguido crear un relato conmovedor, de información clara y sin tapujos, que expone las mentiras y el horror de la Guerra de manera afilada.

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La piel que les colgaba del cuerpo todavía contenía sangre fresca […] Otros se desmayaban o vomitaban […] Me entraron náuseas […] Le resbalaba sangre por el vestido. Su hijo había recibido un tiro mortal […] sus ojos seguían abiertos, con una sonrisa congelada en el rostro.

La paz puede ser una utopía

La historia de la humanidad ha estado marcada por el periodismo de guerra, y, valga la redundancia, por la Guerra misma. Por la difusión de imágenes de conflictos bélicos en primera persona en los medios, llegando incluso a haber emisiones ininterrumpidas. Al ser humano le fascinan las historias, y si son violentas más. En estas memorias de un niño soldado, al más puro estilo de este género periodístico, se reporta la violencia directa e indirecta, se enfoca en mostrar no solo lo visible, si no lo invisible de estos problemas. Así, con cada capítulo que avanzamos, nos encontraremos en dos bandos, el bueno y el malo, y cómo una situación de tal magnitud provoca la desconfianza de una región entera que, anteriormente, eran todo amor entre vecinos.

Normalmente se define a la paz como la ausencia de violencia, pero si miramos más a fondo este concepto puede llegar a ser polémico. Muchas investigaciones sobre la paz y los conflictos sociales han puesto esta palabra en su punto de mira, pero remitiéndonos al sociólogo Johan Galtung, que introdujo conceptos novedosos a la utilización de la paz, pudiendo ser negativa o positiva, vamos a ver cómo para Ishmael Beah la paz no es el absoluto cese del bombardeo, sino esa parte negativa:
El recorrido de los personajes, a veces, nos da un poco de respiro para que nos relajemos con tanta tensión. Se topan con alguna pequeña tribu y pasan la noche con ellos cocinando y cenando, o encuentran un rincón en lo más profundo de la selva donde pueden alimentarse y bañarse. Pero el miedo que sienten no se va, y siempre estarán alerta. Esto sería la paz negativa del libro, donde simplemente hay una ausencia de batalla.

Un largo camino es un libro que te cautivará si te gustan las obras divulgativas, sobre todo en el ámbito bélico. No solo tenemos el punto de vista del autor, si no que es su propia experiencia como niño soldado, por lo que el contexto y la manifestación históricos estarán muy bien planteados en un entorno crítico. Escrito de manera breve y muy ágil, sin detenerse en análisis y enfocándose en cómo lo vive un niño, estamos ante un libro que destacará en el género ensayístico a la vez que, gracias a su buena documentación, logrará atraparnos de principio a fin.

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