Siempre habrá otra oportunidad #1 es el comienzo de un manga shojo creado por Rika Enoki y la primera obra de esta autora que llega a nuestra frontera. Sin embargo, Enoki tiene una gran experiencia a la hora de crear cómics llenos de situaciones románticas, chicos guapos con un toque malvado y momentos embarazosos en mitad del instituto.
Esta es la historia de Yae, una joven que acabará enamorándose del cretino de su vecino.
Argumento de Siempre habrá otra oportunidad #1
Yae se muda al campo. Y aunque sus amigos y Leo no son capaces de creérselo, a Yae no le preocupa demasiado dejar Tokio. Sin embargo, la realidad de vivir sola acabará poniéndola verdaderamente a prueba: no es capaz ni de cocinar una simple hamburguesa y solo causa problemas allá adónde va.
Sin duda, esa situación es suficiente como para que cualquiera se sienta solo. Pero, por suerte para Yae, parece que el guapo monje con el que se cruzó el primer día es también su vecino. Y está especialmente interesado en ella…
Un manga romántico con trasfondo
Siempre habrá otra oportunidad #1 contiene los típicos elementos de un manga shoujo subido de tono y envuelto en la casuística perfecta para que se den situaciones de alto contenido erótico. Y sin embargo, nunca cruza la línea de lo ecchii ni cae en lo explícito. La mayor parte de las situaciones que retrata son el tira y afloja acostumbrado de una chica demasiado torpe e inexperta para hacer frente a las perversiones de un chico que, aunque cruel, parece que se preocupa genuinamente de ella.
Oda es el perfecto ejemplo del ikemen de dos caras. A través de una serie de conductas sin duda algo abusivas (besarla sin su permiso o culparla de todos sus avances románticos), Oda se presenta como una figura fascinante precisamente por el contraste que genera en las primeras páginas del manga, donde se comporta como un perfecto caballero. A través de la romantización del hombre que oculta su verdadero “yo” exceptuando para la joven escogida, este personaje nos muestra ambas caras al más puro estilo del honne-tatemae japonés. El honne-tatemae es un término que se emplea a menudo para hablar de la dualidad entre la fachada que muestran los japoneses a diario (tatemae) y su verdadero carácter (honne).
El fenómeno honne-tatemae, intrínseco en el carácter nipón, es completamente diferente de la hipocresía. Para ellos, es una forma perfecta de convivir en paz y en armonía a pesar de que sus verdaderos pensamientos, emociones e ilusiones no encajen. Precisamente de esta forma, Oda, un joven manipulador y cruel en ocasiones, es percibido por el resto como un auténtico santo facilitando el hecho de que la protagonista (y por extensión la lectora) se sientan especiales al conocer su verdadero rostro.
Sobre la diosa Izanagi y las plegarias elevadas.
Lo realmente interesante de Siempre habrá otra oportunidad #1 es precisamente el background o ambiente religioso que rodea a los personajes. Habíamos visto a menudo la figura de la sacerdotisa como reclamo por su uniforme y su frialdad en otros shojos, pero pocas veces podemos llegar a disfrutar de ver a los sacerdotes en plena actuación.
En cierto momento podremos ver a Oda realizar una ceremonia de purificación. Para los sintoístas, la purificación es de vital importancia y cuentan con varios ritos para llevarlos a cabo. De hecho, todos los templos cuentan con una fuente de agua para que los feligreses que acudan puedan limpiarse las impurezas (kerage) antes de acceder al área sagrada.
En el texto, Oda le dedica la oración a la “diosa Izanagi”, aunque esto debe ser un pequeño error de traducción ya que Izanagi es el dios masculino del sintoísmo. Izanagi es su mujer (es comprensible el error al tratarse de una letra), la cual muere en trágicas circunstancias. Al igual que en el mito griego de Orfeo y Eurídice, Izanami bajó al inframundo para rescatarla y, al fracasar, promete vengativo que mil personas morirán cada día bajo su ira.
Yae ayudará a Oda para repagar su deuda ejerciendo de miko durante poco tiempo. Una curiosidad interesante alrededor de la figura de las sacerdotisas es que su nombre (miko) era la forma con la que se designaba a las mujeres que entraban en trance, ya que creían que podían comunicarse con los dioses.
Es fascinante ver cómo Yae nos introduce en el sintoísmo moderno especialmente debido a su condición como mujer. En el sintoísmo japonés, tanto las mujeres como los hombres pueden ser parte del clero y sus templos están abiertos a cualquiera independientemente del género. Al mismo tiempo, las jóvenes solteras como Yae pueden trabajar como asistentes de los sacerdotes en los templos bajo el nombre de mikos.
Históricamente los líderes espirituales tenían que recibir su cargo de las manos de una mujer chamán. Sin embargo, el crecimiento del budismo tradicional trajo consigo una fuerte misoginia en los templos japoneses, ya que pasaron a ser consideradas impuras. De hecho, durante la era Meiji (1868-1912) las mujeres perdieron el derecho a ser sacerdotisas. Sería tras la II Guerra Mundial cuando recuperarían su lugar sagrado al lado de los hombres, permitiendo que jóvenes como Yae vean colaborar en el templo como algo completamente normalizado.
Hoy en día la gente acude a los templos sintoístas en busca de guía espiritual y consuelo y suelen dejar donativos en forma de pequeñas aportaciones económicas o comida. De hecho, Yae se llevará un saco de 30 kgs de arroz Koshihikari (que aparece extrañamente traducido como Koshi Pikari en la viñeta) que forma parte de las ofrendas al templo.
Nuestra opinión de Siempre habrá otra oportunidad
Siempre habrá otra oportunidad es el típico manga shoujo hecho para las amantes del género. Se cumplen en él todos los arquetipos que hacen de que este tipo de historias funcionen: chica inocente conoce a chico experimentado y por avatares del destino acaban pasando cosas por las que ella se vuelve completamente dependiente de él. ?
Sin embargo, la historia funciona. Lejos del hecho de que Oda sea un auténtico imbécil en más de una ocasión, el estilo de la autora fluye correctamente, no sobresatura la escena de momentos innecesariamente cursis o cae en tópicos muy manidos. El dibujo de Rika Enoki destaca especialmente a la hora de aligerar la tensión dramática convirtiendo a los personajes en chibis.
Un manga divertido que, a pesar de no ser de lo mejor que ha publicado en el género Ediciones Babylon, sigue funcionando. Al fin y al cabo, a veces solo necesitas una buena historia de amor conocida para seguir sonriendo ¿no es así?
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