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NOTA: 9.5

Shogun de James Clavell le da mil vueltas a su adaptación cinematográfica: opinión del libro

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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - Shogun de James Clavell le da mil vueltas a su adaptación cinematográfica: opinión del libro

¿Cómo es posible que un australiano haya sido capaz de captar las sutilezas de la cultura del Japón feudal del S.XVII mejor que muchos estudiosos? Incentivado por la adaptación cinematográfica dirigida por Jerry London, Shogun, el clásico histórico de aventuras, se ha reeditado y distribuido masivamente entre el público generalista. Y vaya si no merecen la pena estas 1122 páginas.

Shogun es una obra histórica de una precisión cultural sublime, una agilidad narrativa propia de la novela contemporánea y unos giros cinematográficos que hacen empalidecer a su versión homónima cinematográfica. Esta es mi reseña de la novela. Por favor, recomiendo disfrutarla con una taza de chá al lado, ne?

Argumento de Shogun de James Clavell

Siglo XVII. Tras años convertido en un mito para los países protestantes, John Blackthorne llega a las costas de Japón más muerto que vivo: el viaje se ha llevado por delante cuatro galeras de su flota y apenas sobreviven un puñado de hombres en el barco.

Para su infortunio, lo que John y sus compañeros holandeses no podían llegar a imaginar es que se lanzarían directamente a la boca del lobo: en la aldea de pescadores en la que los retienen, el samurai gobernante, Omi-san y su superior, Yabú-san, no dejarán pasar ninguna falta de respeto de los que llaman bárbaros.

Pronto John tendrá que aprender a controlarse y aprender aceleradamente de sus captores en un escenario de tensión política, guerra inminente y bushido si no quiere acabar como la gente que ha visto ser decapitada por cualquier pequeña falta inconsciente de que puede tener la clave para que Toranaga-san el gran señor de Yabú y Omi, gane por fin la guerra.

Contexto histórico de Shogun de James Clavell

En "Shogun", James Clavell sumerge al lector en un Japón del siglo XVII, en vísperas de su unificación bajo el shogunato Tokugawa. Este período, conocido como Sengoku o "Era de los Estados en Guerra", se caracteriza por su inestabilidad política y social, donde daimios poderosos y ambiciosos combaten por el dominio territorial y la supremacía. En este contexto lleno de conflictos, James Clavell emplea a John Blackthorne como catalizador del choque cultural entre Occidente y Japón, inspirándose para ello enormemente en los testimonios de William Adams.

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Y es que no podemos obviar el hecho de que John Blackthorne está enormemente basado en la figura histórica de William Adams, un navegante inglés que llegó a Japón en 1600 y cuya experiencia refleja el choque y la adaptación cultural entre Occidente y el Japón feudal. Adams, conocido en Japón como Miura Anjin, se convirtió en un valioso asesor del shogun Tokugawa Ieyasu, recibiendo privilegios y un estatus sin precedentes para un extranjero. A través de Blackthorne, Clavell explora la capacidad de adaptación y la resiliencia humana frente a lo desconocido, utilizando la vida de Adams como una metáfora del potencial para el entendimiento intercultural.

Shogun asimismo sirve como ventana para aprender sobre la presencia portuguesa en Japón, fuente de enemistad con el protagonista y, al mismo tiempo, una pieza importante en el juego político que se da en Shogun. A mediados del siglo XVI, los portugueses llegaron a Japón, introduciendo no solo el comercio de armas de fuego y otros bienes exóticos, sino también el cristianismo. Esta interacción marcó el inicio de un período conocido como Nanban ("bárbaros del sur") trade. Los portugueses, a través de su influencia comercial y religiosa, se insertaron en la compleja trama política y social japonesa, ofreciendo una nueva dimensión de poder y diplomacia. Clavell captura esta época con una visión que resalta tanto las oportunidades de entendimiento mutuo como las inevitables tensiones que surgen de la imposición de creencias y prácticas extranjeras en un país orgulloso de su singularidad cultural.

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La trama comienza tras la muerte del llamado Taiko, un término con el que los foráneos a la cultura japonesa pueden no estar familiarizados. El concepto del "Taiko" en Shogun se refiere al ascenso de Toyotomi Hideyoshi, de orígenes humildes, a regente supremo de Japón, antes de la era de paz y estabilidad lograda por Tokugawa Ieyasu. Hideyoshi, uno de los "Tres unificadores de Japón", ejemplifica la fluidez social y política de la época, mostrando cómo, a pesar de las rígidas estructuras sociales, el talento, la ambición y la astucia podrían alterar el destino de un hombre y, con él, el curso de una nación. La figura del Taiko simboliza el tumultuoso período de transición hacia el shogunato Tokugawa, resaltando el fin de las constantes guerras feudales y el inicio de un gobierno centralizado, sentando las bases para lo que sería el período Edo, una era de arte, cultura y aislamiento autoimpuesto que definiría a Japón hasta la era Meiji.

Una novela larga que merece mucho la pena, incluso para foráneos las obras japonesas.

Shogun de James Clavell es una auténtica delicia. A pesar de que su extensión podría asustar a más de uno (y no es para menos, porque son 1.120 páginas publicadas en una edición de bolsillo que a duras penas sobrevive el tute que le tienes que dar a la novela), el libro cuenta con todos los elementos para engancharte desde la primera página y hacer que el proceso de lectura sea fluido y ágil. Y es que el autor cuenta con una forma de narración excepcionalmente cinematográfica, capaz de envolverte como lector en una experiencia completa y transmitiéndote desde el comienzo la confusión, ignorancia e inseguridad que siente John en una sociedad tan compleja y rica como la japonesa.

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—Aquí tienes que aprender a crear tu propia intimidad. A nosotros nos enseñan, desde la infancia, a recluirnos dentro de nosotros mismos, a levantar muros impenetrables detrás de los cuales vivimos. Si no pudiésemos hacerlo, ciertamente nos volveríamos locos y nos mataríamos los unos a los otros. 

—¿Qué muros? —había preguntado él. 

—¡Oh! Tenemos un laberinto infinito donde ocultarnos. Ritos y costumbres, tabúes de todas clases. Incluso nuestra lengua tiene matices que no tienen las vuestras y que nos permiten eludir, con toda cortesía, cualquier pregunta a la que no queremos responder. Uno de nuestros más antiguos poemas, que figura en el Kojiki, nuestro primer libro de Historia, escrito hace unos mil años, tal vez te ayudará a comprender lo que estoy diciendo:

Ocho cúmulos surgen para que se oculten en ellos los amantes. 
Las Ocho Vallas de la Provincia de Izumo encierran estas ocho nubes. 
¡Qué maravilla, esas Ocho Vallas!

Clavell consigue de esta manera engancharte dentro del caos de la obra, alternar momentos reflexivos e introspectivos en los que los personajes plantean el difícil ajedrez político en el que se encuentran con escenas de gran acción, giros de guion, cambios dramáticos de acontecimientos donde esta inseguridad que vive John Hawthorne al comienzo queda subrayada por la forma tan ligera con la que los samurais a su alrededor tratan la vida de aquellos que consideran inferiores.

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Esto Clavell lo logra a través de una fascinante construcción de personajes, dotando, desde el administrador del pueblo o Fujiko-san, viuda de un samurai caído en desgracia; hasta los sacerdotes protestantes o guerreros que rodean a Toranaga, de sus propios miedos, motivaciones, convicciones éticas y morales, rencillas y formas de comportarse. Este despliegue de talento a la hora de conseguir transmitirnos el valor, miedo, elocuencia o rencor de tantísimos personajes diferentes a lo largo de 1120 páginas, permitiéndoles evolucionar y crecer a nuestro lado es, sin lugar a dudas, una de las grandes fortalezas de Shogun.

Una documentación absolutamente maravillosa plagada de sutilezas, frases en japonés y mucho más

Una de las cosas que más me chocaron de Shogun (y es precisamente la razón por la que haya abierto la reseña con ello) es la increíble documentación que demuestra James Clavell en el libro. Ni Lafcadio Hearn logró en su momento captar la sutileza de las relaciones entre los japoneses, la forma con la que ocultan sus verdaderas intenciones o sus costumbres más básicas. A través del personaje de John, el autor nos permite presentarnos a una sociedad que choca de frente con los ideales occidentales del momento, y lo hace a través de una mezcla entre el tono cómico y el peligro: por un lado, el inglés se juega la vida al negarse a bañarse cada día, pero por otro podemos ver la frustración de los japoneses, especialmente los budistas, al comprender que este come carne.

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Este tipo de choques culturales que se dan una y otra vez aparecen reflejadas en mil detalles: en la inclinación de los samurais, en la concepción de la vida y la muerte o incluso en el desagrado con el los japoneses se mueven alrededor del inglés y de los holandeses, los cuales huelen categóricamente diferente a ellos.

La maravillosa documentación de la obra comienza desde la primera página, cuando el autor nos describe los síntomas del escorbuto a través de descripciones vívidas sobre la tripulación que acompaña a John.

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Blackthorne recorrió el pasillo, entró en su camarote y cerró la puerta por dentro. Abrió un cajón y desenvolvió la última manzana que guardaba cuidadosamente desde la isla de Santa María, frente a las costas de Chile. Cortó una cuarta parte. Había unos cuantos gusanos en su interior. Se los comió también, pues según una antigua leyenda los usanos de las manzanas eran tan eficaces como éstas contra el escorbuto y frotando con ellos las encías evitaban que se cayeran los dientes. Después bebió un poco de agua de un pellejo. Tenía un sabor salobre.

Así, veremos desde las tradiciones gastronómicas de un Japón que empieza a chocar con la religión cristiana (uno de los ejes centrales de la obra) en la que una gran parte de la población considera vomitivo alimentarse de carne ya que va contra las enseñanzas del budismo, hasta poemas, un proceso de aprendizaje sobre la capacidad de los japoneses de honrar su mundo interior, sus costumbres de limpiar las katanas en los cuerpos de los enemigos y un detalle fascinante sobre las jerarquías sociales del momento. Para todo ello Clavell se sirve de John Hawthorne como traductor de las costumbres y rarezas niponas sin necesidad de caer en descripciones absurdas que saquen de la trama al lector.

El lenguaje: un elemento más que causa desconcierto en el lector

Lo que está claro es que en los primeros capítulos James Clavell se centra en causar la sensación de que John Hawthorne está totalmente indefenso. Para ello el autor no teme mostrarnos la impunidad de los samurais ante los extranjeros o las clases sociales bajas, poniendo en primera plana torturas físicas, asesinatos y masacres que nos hagan comprender que la vida del británico pende de un hilo.

Otro elemento en el que se apoya con gran énfasis es en el lenguaje. Y es que James Clavell emplea un recurso maravilloso para causar confusión: cada vez que los personajes hablan a John a lo largo del comienzo de la novela, lo hacen en japonés. De esta forma, todo aquel que no esté familiarizado con el idioma se siente igual de perdido que el protagonista y ha de, al igual que él, sacar el significado del contexto y de la reacción de los personajes a su alrededor, algo que resulta enormemente inmersivo.

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Es especialmente reseñable el hecho de que conforme el protagonista avanza en su periplo por Japón y va aprendiendo su idioma, los diálogos aparecen cada vez más traducidos al castellano, cargados de errores gramaticales tal y como haría alguien que todavía no ha alcanzado la maestría suficiente como para conjugar frases completas.

El conflicto entre la religión cristiana en Japón

Uno de los temas que más trata Shogun de James Clavell, además de la política, es, sin lugar a dudas, el conflicto entre la religión cristiana, la cual representa el aperturismo de la isla a los occidentales, y las tradiciones culturales japonesas.

Y es que, tal y como recogió Lafcadio Hearn en su momento en Kokoro. Ecos y apuntes de la vida íntima en Japón, es manifiestamente complicado que el cristianismo se abriera paso completamente a través de la isla. Por un lado, los intereses políticos de los sacerdotes católicos quedan muy patentes a través de las figuras de Kiyama y Onoshi e incluso con el Buque Negro que usan para comerciar con China (potencia que ansía el dinero de Japón pero con el que se niegan a comerciar, lógicamente, tras los intentos de invasión y genocidios que cometieron).

De esta forma, James Clavell expone la hipocresía de los sacerdotes portugueses que, predicando la palabra de Cristo, se niegan a ordenar a los acólitos japoneses por una sencilla razón basada en el racismo. Al mismo tiempo, expone con suprema inteligencia el conflicto interno que tienen personajes como Mariko, a los que los misioneros bautizaban con nombres occidentales (privándoles de esta manera de su estatus como pertenecientes a familias de samurais), los cuales se debaten entre la férrea obediencia que le deben a sus señores como parte del código del bushido y las órdenes de la iglesia.

El principio de igualdad y solidaridad entre hermanos del cristianismo choca directamente con su sociedad fuertemente jerarquizada que se niega incluso a respirar el mismo aire que los eta; su imagen es un Cristo que muere rodeado de bandidos a manos de sus enemigos, torturado (algo que un samurai jamás se dejaría hacer) y además, condenan directamente el suicidio como pecado mortal, invalidando el ritual del seppuku

En conclusión ¿merece la pena Shogun?

Si ya has leído hasta aquí te habrás dado cuenta de que Shogun es, sin duda alguna, una de las mejores novelas históricas ambientadas en Japón que he leído. Precisamente yo, que le tengo fobia a empezar novelas largas por la cantidad de tiempo que requieren, me he encontrado enganchada a sus páginas día sí, día también.

Y es que James Clavell logra presentarme una aventura realmente fascinante, cargada de detalles, giros de guión y muertes que consigue mantenerte en alerta y sorprenderte durante toda la lectura. Pero, y como es evidente hay un pero grande, tiene un enorme defecto: el final.

No es que vaya a quejarme de que el final no me ha gustado o parecido adecuado, sino que directamente el autor nos priva del principal conflicto que se va gestando a lo largo de la obra (el enfrentamiento entre Toranaga e Ishido), de una forma, además, abrupta y descarnada. De esta forma, cuando todo parece encaminarse al final, James Clavell corta la obra, dejando una gran variedad de tramas secundarias sin solucionar e inclinándose a una potencial segunda parte que, desafortunadamente, nunca se llegó a publicar.

Eso no quiere decir que no merezca la pena leer Shogun, porque han sido las mejores semanas de mi vida acompañada de una novela de este estilo. Pero yo, personalmente, habría preferido que alguien me pusiera de sobreaviso sobre el final para no encontrarme, de alguna manera, con el cuchillo listo para el sepuku y sin nadie que me ayude a pasar al otro lado.

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