Corea. 1917. La decisión cargada de honor de un cazador muerto de hambre, hundido bajo una montaña de nieve acabará ramificándose en su siguiente generación, salvando la vida de su hijo y conectándolo con el amor de su vida.
Con esta imagen pregnante, plástica y sin duda memorable, Juhea Kim nos introduce en una novela coreana que imita y se acerca vertiginosamente al estilo de escritura occidental: con capítulos cortos, romances imposibles en tiempos turbulentos y un marco temporal de enorme interés que nos trasladará a un período habitualmente olvidado en nuestra historia: la ocupación japonesa en la Península de Corea.
Argumento de Bestias de una pequeña tierra
Bienvenidos a la Península de Corea en el S.XX: un tiempo y lugar donde la vida es una danza constante por la supervivencia. La figura recortada de un cazador sobre la blanca nieve tras decidir no acabar con la vida de un tigre llama la atención de un grupo perdido del ejército japonés, el cual decide salvarle la vida a cambio de que este los guíe fuera de la montaña. Lo que parece ser un encuentro fortuito acabará siendo un telar complejo que teje una trama enredada a través de una generación de personajes que se entrecruzan, se mezclan y se separan pero cuyo destino acabará reencontrándolos una y otra vez.
Por un lado nos encontraremos con Jade, una niña de solo diez años que es vendida por su familia a una casa de cortesanas. Este sacrificio, aunque doloroso, le da también una oportunidad de conseguir brillar: en el caso de ser bella y aplicarse en sus estudios, Jade podrá algún día optar al mayor privilegio que puede desear una mujer: comprar su libertad.
En paralelo, conoceremos a Jung-ho, hijo del cazador de la montaña que, hambriento y desesperado, se abrirá paso entre las calles de Seúl mendigando y cometiendo pequeños robos que le permitan sobrevivir. Durante este tiempo, Jung-ho forjará una amistad profunda y transformadora con Jade, y comprende que para ser digno de ella, debe convertirse, de una forma u otra, en un hombre rico.
La trama nos tomará de la mano y nos llevará por diversos paisajes de mágica envergadura: desde las salas perfumadas de la escuela de cortesanas de Pionyang, hasta las elegantes cafeterías de una Seúl en plena modernización y los bosques boreales de Manchuria. Los personajes de Juhea Kim forjan sus destinos en este tablero de ajedrez que es su país, un mundo en el que los amigos pueden convertirse en enemigos y los enemigos en salvadores, donde los héroes son perseguidos y las bestias, aunque pequeñas, pueden adoptar muchas formas.
La narrativa de Bestias de una pequeña tierra y la literatura coreana
La literatura contemporánea coreana ha experimentado un auge en los últimos años, con autores como Han Kang y Kim Jiyoung ganando reconocimiento internacional y Bestias de una pequeña tierra, de la mano de Quaterni Editorial, se suma a esta ola de literatura que atrae a todo el mundo gracias a la moda generada por el skincare del país, sus grupos de música y sus famosos romances y kdramas.
Sin embargo, a diferencia de otras obras típicas de la literatura coreana donde el escenario y las sensaciones se describen con mucha más pausa y delicadeza, Juhea Kim opta en Bestias de una pequeña tierra por un enfoque cercano y directo más próximo al estilo occidental. La novela está compuesta por capítulos cortos y directos, sin demasiadas complicaciones ni un abanico de personajes imposible de ubicar en un mapa mental.
La prosa de Juhea Kim es notable por su belleza poética y su capacidad para crear escenas increíblemente plásticas que, sin lugar a dudas, me costará olvidar. A pesar de la crudeza de algunos de los temas que aborda, la autora logra infundir una sensibilidad y una delicadeza en su escritura que hacen que la lectura de Bestias de una pequeña tierra se convierta, en puntos muy señalados de la obra, en una experiencia verdaderamente enriquecedora.
El tiempo era una niebla invernal: gris, informe, ajena a su existencia. Pasaba de largo, como un barco que parte sin pasajeros. O quizá era un barco que llevaba todo el mundo excepto a él. Quedarse fuera del tiempo era una tortura especial que decía: no eres nada.
Una era de profunda vergüenza para la historia japonesa que aparece superficialmente tratada en la obra de Juhea Kim
"Bestias de una pequeña tierra" se desarrolla en un período crucial y turbulento de la historia de Corea, marcado por la invasión japonesa. Este período, que se extendió desde 1910 hasta 1945, es conocido como la era del dominio colonial japonés. Durante este tiempo, Corea fue sometida a la dominación imperialista de Japón, una época que dejó cicatrices profundas en la psique y la cultura coreanas y que todavía hoy supone uno de los períodos más vergonzosos de la historia japonesa.
Durante estos años los japoneses implementaron políticas de asimilación forzada, intentando borrar la identidad coreana y reemplazarla con la cultura japonesa. Esto incluyó la imposición del idioma japonés, la adopción de nombres japoneses y la supresión de la historia y las tradiciones coreanas. En este período, representado en la novela a menudo a través de los personajes japoneses como Yamada o Ito, los coreanos eran repudiados y tratados como personas de segunda categoría (y designados como josenin) y los grandes señores y aristócratas nativos tenían que decidir entre convertirse en colaboracionistas japoneses (como ocurre con SungSoo o la propia Dani) o luchar del lado de los comunistas y los chinos por liberar la Península.
La obra nos muestra superficialmente al comienzo y más intensamente al final de la historia los efectos de la invasión coreana. De esta manera, podemos ver los efectos de la reestructuración economía de Corea para beneficiar a Japón a través de la expropiación de las empresas, el reclutamiento forzoso de los jóvenes para llenar la vanguardia del ejército japonés o la imposición a los agricultores de cultivar arroz para exportarlo a Japón, lo que generó una enorme hambruna local (que en la obra solo se percibe al comienzo de la historia y durante la época de la II GM).
Que los campesinos que se morían de hambre no les importara la independencia era una cosa; a muchos de ellos les daba igual si el terrateniente era japonés o coreano siempre que consiguieran algo de grano para alimentar a sus familias. Pero la indiferencia y hostilidad de la clase educada, que debía ser más consciente y estar más dispuesta asumir su deber, lo atravesaba hasta el corazón.
En este contexto, la resistencia coreana contra el dominio japonés fue feroz y multifacética. Surgieron movimientos de resistencia, tanto armados como pacíficos, que buscaban preservar la identidad coreana y luchar por la independencia. El 1 de marzo de 1919, se produjo una de las manifestaciones más significativas de resistencia, conocida como el Movimiento de Independencia del 1 de marzo, durante el cual millones de coreanos se levantaron en protesta contra el dominio japonés. Este momento, tan magníficamente bien descrito en la novela, nos muestra cómo los Estados Unidos prometieron una ayuda que no llegó hasta mucho más adelante mientras el imperio japonés masacraba tanto a mujeres como a niños y llegó a encarcelar a muchos de ellos, sometiéndolos a medidas tan duras que muchos de ellos murieron por las heridas y los golpes en prisión.
La resistencia coreana en la novela se narra a través de la figura de MyungBo, un aristócrata con verdadero corazón comunista que lucha a través de los movimientos políticos clandestinos y que aparece por primera vez buscando motivar que SungSoo ayudase con parte de la campaña de la manifestación de 1919, pero después se hará más patente conforme Juhea Kim muestra cómo el gremio de cortesanas y las prostitutas en general, unidas, financiaban este movimiento político en la resistencia. Su presencia en la novela que nos recuerda a la ideología que luego se retorció para generar lo que es actualmente el gobierno comunista norcoreano, está cargado de un peso filosófico de gran magnitud en todo el argumento.
Incluso mucho después de que abandonáramos el puente, solía regresar allí de vez en cuando. No me hacía feliz ver el agua Lodosa, las pedregosas orillas, donde solíamos dormir sobre finas esferas de paja. Pero no podía evitar sentirme atraído hacia aquel lugar. ¿Alguna vez has vuelto al lugar donde vivías y te has sentido como si estuvieras viviendo de soju con el estómago vacío? Te sientes mareado de repente y extrañas cosas que ni siquiera sabías que añorabas.
La vida de una cortesana en la Corea ocupada: una vida feliz
Una de las partes más importantes de la trama la componen las vidas de las cortesanas: Jade, Loto, Luna y Dani: cuatro mujeres increíblemente bellas y atractivas que deciden dejar detrás los estereotipos y el camino elegido para ellas por la sociedad patriarcal y convertirse en cortesanas o prostitutas de lujo. Juhea Kim nos muestra esta elección de vida como parte del difícil camino por la supervivencia en la que danzan los personajes, solo que ellas lo hacen perfumadas entre fiestas, actuaciones de teatro, amantes escogidos a dedo y pocas o prácticamente ninguna dificultad.
A excepción de Luna, las otras tres mujeres nos muestran una vida cuanto poco deseable teniendo en cuenta las circunstancias del país, en la que todos las respetan y pueden vivir con libertad la vida que deseen. Y esto, por mucho que me duela admitirlo, no pudo evitar decepcionarme. Sin duda una de las heridas más controvertidas en la relación entre Japón y Corea sigue siendo la forma en la que los nipones trataron a una gran cantidad de mujeres, convirtiéndolas en prostitutas a las que maltrataban sistemáticamente y que llamaron bajo el eufemismo de «mujeres de consuelo». Las mujeres de consuelo fueron mujeres forzadas al trabajo sexual por parte de los militares japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. El término "mujeres de consuelo" o "mujeres de solaz" fue un eufemismo utilizado para describir a las mujeres que eran forzadas a la esclavitud sexual por parte de los militares japoneses durante la Segunda Guerra Mundial.
Además, las mujeres de la clase alta, como las cortesanas, a menudo se encontraban atrapadas en una encrucijada de lealtades y obligaciones, mientras navegaban por las complejidades de la vida bajo el dominio colonial japonés.
Teniendo esto en cuenta, la forma tan banal con la que Loto y Jade viven su vida, indiferentes de los conflictos políticos, rechazando a grandes personajes japoneses que las desean sin represalias, bailando y tomando café en establecimientos occidentalizados es toda una lástima puede parecer una representación idealizada y hasta cierto punto irreal de la vida de las mujeres en la Corea ocupada. Y, sin duda, a título personal, me pareció una oportunidad perdida para explorar y dar voz a las experiencias de las mujeres que sufrieron bajo la ocupación japonesa.
Si terminas matando a la mitad del país para hacerlo independiente, ¿no perderá sentido la lucha? Actúas como si no te importara la muerte, pero el verdadero objetivo de esta lucha es vivir ¿no?
Mi opinión de Bestias de una pequeña tierra
Bestias de una pequeña tierra de Juhea Kim es una novela complicada, y os cuento por qué. Está claro que la obra tiene una serie de imágenes y escenas poderosas y vívidas que se te quedan grabadas para siempre: desde la llegada del capitán japonés al prostíbulo hasta el corazón roto de Jung-ho. La prosa de Kim es exquisita, especialmente en los primeros capítulos de la obra, donde la autora demuestra su habilidad para crear una atmósfera envolvente y cautivadora. Y es que no se puede negar que la belleza de su escritura es uno de los aspectos más destacados de la novela.
Sin embargo, a medida que la historia avanza, la trama parece desviarse de su potencial inicial para centrarse más en una trama amorosa haciendo que la importancia del contexto histórico, el temor por el futuro de los niños que no tienen en quién ampararse (Jade que puede no llegar a nada por no ser suficientemente bella y Jung-ho que ha acabado en las peligrosas calles de Seúl) desaparezca y solo gire alrededor de la forma en la que se ganan la vida. No hay temor por el futuro de los personajes o por su supervivencia y, al menos en mi opinión personal, la representación de la realidad del hambre y la situación de las mujeres en la Corea ocupada por Japón está muy desaprovechada.
A pesar de esto, hay escenas y retratos de personajes que son verdaderamente impresionantes. La forma en que Kim retrata el impacto del imperialismo japonés en los personajes de Yamada e Ito es particularmente notable. La escena de la Manifestación del Movimiento Primero de Marzo en la que Ito cambia su espada de mano porque tiene la mano adormilada de rematar a civiles en el suelo es una de las imágenes más potentes y desgarradoras de la obra que me costará olvidar.
En resumen, Bestias de una pequeña tierra es una novela que tiene momentos de verdadera belleza y potencia, pero que en general parece no haber alcanzado todo su potencial. La obra tiene todos los ingredientes para ser una obra maestra, pero en su estado actual, parece quedarse un poco a medias. A pesar de esto, la novela ofrece una visión fascinante de un período turbulento de la historia de Corea y presenta una serie de personajes y escenas que son verdaderamente memorables.
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