Siempre nos han contado que la malvada madrastra de Blancanieves, celosa de la perfección de su piel y su hermosura, mandó que un cazador la asesinara a sangre fría en un bosque y trajera en una caja su hermoso corazón. Pero ¿y si la historia hubiera sido tergiversada? ¿Y si fue realmente Blancanieves el terrible monstruo de este cuento de hadas?
Neil Gaiman, el autor detrás de obras tan emblemáticas como Sandman, Coraline, Buenos presagios o American Gods se una a la ilustradora Colleen Doran, autora de A Distant Soil y con la que ya colaboró en anteriores entregas de Sandman para traernos un retellying gótico, espeluznante, cargado de metáforas y simbología del clásico cuento de Blancanieves.
En lo alto de un castillo, una mujer intenta adaptarse al peso de su nueva corona y a las extrañas costumbres de su nuevo hogar. Ama profundamente al rey, su monarca, su marido, el hombre que la encandiló con su pasión y que la encumbró a lo que es actualmente. Pero su felicidad se verá interrumpida cuando conoce a la hija de su marido: una niña tan preciosa y con la piel tan blanca que no parece ni siquiera viva.
La reina quiere llevarse bien con ella. Ansía su aprobación. Por eso cuando la criatura aparece una noche en su habitación y se queja de tener hambre, le ofrece una jugosa manzana roja, sin saber que lo que Blancanieves deseaba, lo único que ella quería, era alimentarse de su sangre.
sta impactante revelación es solo el comienzo de una historia oscura y retorcida. Gaiman, con su maestría narrativa, desmonta y reconstruye el cuento de Blancanieves, transformándolo en un relato gótico donde nada es lo que parece. La Blancanieves de Gaiman es una figura misteriosa y perturbadora, cuya belleza inmaculada esconde una naturaleza siniestra y vampírica. La reina, por su parte, se convierte en una protagonista compleja y tridimensional, luchando contra las sombras de su nuevo hogar y enfrentándose a una verdad que va mucho más allá de los cuentos de hadas.
En 'Nieve, Cristal y Manzanas', Colleen Doran, la ilustradora de la obra, nos sumerge en un mundo estilizado e impactante que se escapa de lo que podrías esperar de un cómic convencional. Inspirada en el trabajo del ilustrador Harry Clarke (una de las figuras irlandesas claves en el modernismo y el art decó), Doran revela en el epílogo del cómic su meticuloso proceso creativo, incluyendo las variadas propuestas de portada que tuvo que descartar para alcanzar el tono perfecto, evitando caer en una presentación demasiado juvenil que atrajera al público equivocado. El resultado es un equilibrio sobresaliente entre lo oscuro y lo elegante, capturando la esencia gótica de la historia de Gaiman.
Colleen Doran se aleja de los márgenes convencionales de las viñetas, optando por un estilo que fusiona el Art Nouveau y las vidrieras, una elección que realza la naturaleza gótica del relato. Los colores, a menudo planos, exceptuando en la piel, crean un contraste dramático que evoca de nuevo a estas vidrieras de Harry Clarke que caracterizan su obra. Este enfoque, junto con una carga decorativa excesiva en cada una de las páginas que recuerda al Art Deco y al barroco gótico, complementa la narrativa y sumerge al lector en un ambiente único que tan bien le va a este retellying vampírico.
Doran estiliza las figuras, las retuerce en planos imposibles, los hace acercarse y desaparecer en una perspectiva totalmente bidimensional y juega con los bordes de las viñetas para manipular el paso del tiempo y la fluidez de la narración, invitando al lector a retroceder de manera orgánica para absorber cada detalle simbólico que introduce en la obra (un corazón rojo que late, los ciervos, el espejo, los cristales y mucho más).
Cada dibujo se ha creado a mano con lápiz. Doran confiesa, en un epílogo de la obra lleno de bocetos, portadas alternativas y diseños únicos que, al ser su primera obra importante, su compromiso con los detalles que solo puede aportar el arte tradicional era prioritario y vital para ella, incluso a pesar de los plazos. Todo esto hace que Nieve, cristal y manzanas nos regale unas escenas de una gran intensidad dramática, bellas y gore al mismo tiempo, góticas y pregnantes para la mente del lector que va buscando, como siempre tras la firma de Gaiman, algo más allá de lo convencional.
El simbolismo tejido a lo largo de Nieve, Cristal y Manzanas es tan sutil como poderoso y desempeña un papel clave en la narrativa. Uno de los ejemplos más destacados es la representación del rey, que Colleen Doran dibuja como una figura rubia y luminosa, casi celestial, en marcado contraste con la oscuridad y la palidez de Blancanieves. Desde su primera aparición, el rey se introduce como una fuerza deslumbrante, un elemento de luz que irradia poder y vitalidad y que recuerda a la figura de Zeus, el dios que toma lo que desea, cuando se cuela en la casa de la futura reina y la lleva a su palacio. La forma en que él entra en la vida de la reina es casi onírica, como sacada de un sueño, pero con una realidad ineludible.
En ese sentido, Colleen Doran plantea una línea cromática divisoria entre el bien y el mal, construyendo a ambos monarcas, los cuales encarnan la vida y el sol, con tonos dorados en oposición a Blancanieves y al que será más tarde su príncipe azul, que se les presenta con una paleta de colores oscuros y fríos.
Tal y como os anticipé anteriormente, la figura de Blancanieves aquí es reinterpretada de una manera inquietante y al mismo tiempo jugosa y emocionante y es inevitable que su presencia en palacio como una figura necesitada de compañía y protección que se alimenta lentamente de sus moradores no me recuerde a Carmilla de Sheridan Le Fanu. La niña, más que un personaje inocente y puro, se nos presenta como una presencia maldita, una criatura de carácter vampírico que se alimenta en la oscuridad, lejos de los ojos del rey y la reina, entregada únicamente a la búsqueda del placer.
No dijo nada. Tenía los ojos negros como el cabrón, negros como su pelo, y los labios mñas rojos que la sangre. Me miró y sonrió. Sus dientes parecían afilados incluso a la luz de la lámpara.
Colleen Doran captura esta versión oscura y perturbadora de Blancanieves con dibujos que son a la vez poderosos y cargados de momentos de puro gore. La representación de la niña vampírica en sus ilustraciones es visceral, sobrecogedora, y, por qué no, también fascinante. Y es que toda la obra se reviste de estas ilustraciones poderosas que salpican el cuento y que nos recuerdan al storytelling original como la representación del corazón de Blancanieves, colgando de un hilo en un dormitorio, latiendo fuera de su pecho, reforzando la idea de que esta versión de Blancanieves es algo completamente diferente y más siniestro de lo que las historias tradicionales nos han contado.
Ya os he hablado anteriormente de cómo Nieve, cristal y manzanas emplea una colorimetría muy determinada para hacer una separación entre azules y grises para evocar la muerte y, con ello, ligarse instintivamente en la mente del lector a Blancanieves, mientras que los dorados se reservan irónicamente a la reina que le da caza, pero es que esta subversión del cuento de hadas clásico va más allá.
Al hacer que sea Blancanieves la que se alimenta de su padre, acabando con él, Gaiman teje un tema de corrupción de la inocencia que también representa una perturbadora inversión de los roles familiares y la inocencia infantil y que, cómo no, de nuevo recuerda a la niña vampira de Le Fanou.
El simbolismo que rodea la muerte del rey y su entierro es igualmente significativo. La imposibilidad de enterrar al rey bajo tierra, optando en su lugar por un túmulo de rocas en una tierra helada, es una potente metáfora. En muchas culturas, el entierro es una forma de devolver el cuerpo al ciclo natural de la vida y la muerte. Sin embargo, en esta historia, la muerte del rey a manos de Blancanieves, un ser antinatural como vampiresa, rompe este ciclo. El túmulo de rocas sobre la tierra helada no solo simboliza la desnaturalización de la muerte y del ritual, sino que también puede ser visto como una representación de la desviación del orden natural del mundo.
Además, la elección de la tierra helada para el entierro del rey lleva consigo una carga simbólica. Este paisaje frío y estéril puede ser interpretado como una metáfora del estado emocional y moral del reino bajo el influjo de Blancanieves. La congelación de la tierra refleja la muerte emocional, la esterilidad y la pérdida de humanidad que se derivan del reinado de una criatura sobrenatural y maligna.
Y es que Blancanieves es un monstruo, pero si te fijas en ningún momento la obra la llama directamente vampiresa. Y es que Neil Gaiman emplea inteligentemente un lenguaje y simbolismo cuidadosamente escogidos que evocan el mundo de los vampiros para que el lector sepa a qué se expone la reina sin necesidad de caer en tópicos. Así, s través de sutiles insinuaciones y referencias, el lector se ve inmerso en una atmósfera reconociblemente vampírica. Un ejemplo de esto son los animales en los que la reina teme que se convierta Blancanieves si intenta ejecutarla, como ratas y murciélagos, seres que han sido asociados tradicionalmente con los vampiros en el folklore y la mitología.
Otro elemento notable es el uso de la serbas o acónito, también conocida como hierba del lobo, para envolver el corazón de Blancanieves. Esta planta tiene una larga historia en el folklore y la mitología relacionada con los vampiros y otras criaturas sobrenaturales. Tradicionalmente, se ha creído que el acónito puede actuar como un repelente contra vampiros o incluso como un remedio para las mordeduras de estas criaturas.
Para concluir después de un análisis que, honestamente, no esperaba que fuera tan extenso, no puedo dejar de expresar cuán ideal es 'Nieve, Cristal y Manzanas' para aquellos que tienen un aprecio genuino por los relatos góticos. La obra de Neil Gaiman y Colleen Doran es sin duda una de esas obras perfectas para los amantes de la narrativa oscura que en su momento revisitaron los cuentos desde la perspectiva original creada por los hermanos Grimm y que, quizás en su momento, también adoraron los relatos vampíricos clásicos.
Sin embargo, para ser completamente sincera he de confesar que las escenas eróticas, que se repiten tanto al inicio como al final del cómic, me parecieron quizás innecesarias. Dada la brevedad de la obra, da la sensación de que, de alguna manera, están ahí por la misma razón por la que Game of Thrones de HBO incluía continuamente desnudos: para mantener la atención de un segmento del público un poquito más impresionable y simple.
De cualquier forma, esto no desmerece el conjunto de la obra ni mucho menos las ilustraciones de Doraan, que de alguna manera son capaces de impactar dentro de ti. especialmente en aquellos momentos en los que la joven y perturbadora Blancanieves aparece en escena.
En conclusión, Nieve, cristal y manzanas dejará colgando tu corazón de un hilo por momentos, especialmente si eres aficcionado a las historias perturbadoras con toques vampíricos.
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