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NOTA: 10

Mühlberg: opinión de la obra histórica perfecta

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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - Mühlberg: opinión de la obra histórica perfecta

¿En qué pensaban los hombres arrastrados hasta un lugar recóndito para luchar por los ideales de sus señores? ¿Qué se le pasaba por la cabeza a reyes, duques y ministros refugiados en tiendas de lona bajo pretextos religiosos que amparan sus ansias de venganza? Víctor Fernández Correas nos presenta una obra simplemente maravillosa capaz de trasladarnos al interior de las vivencias, miedos, pasiones y convicciones del ejército de Carlos V y Juan Federico de Sajonia antes de la famosa batalla de Mühlberg.

Su narración, preciosa, fuerte y musical, se ampara de la magnífica capacidad del autor a la hora de construir personajes para introducirnos en una obra coral donde, con muy poco, sabemos todo lo que preocupa y motiva a personajes tan variopintos como un granjero al que le roban dos caballos**,** una prostituta capaz de ver el futuro, un poeta con ansias de gloria en batalla, veteranos curtidos que odian a los imperiales e imperiales que detestan a los luteranos y, sobre todo, la batalla astuta entre Wolf von Schönberg, a las órdenes de Federico de Sajonia y el duque de Alba.

Sus capítulos cortos, su ritmo poético y el absoluto dominio que tiene el autor del contexto histórico han hecho de Mühlberg, en mi opinión, en uno de los escasos ejemplos de una obra histórica simplemente perfecta.

Coged una capa, abrigaos bien y adentraos conmigo en la historia de dos ejércitos compuestos de hombres con sentido y convicciones.

Argumento de Mühlberg

Abril de 1547. Frente a un río helado, crecido y descontrolado, dos ejércitos permanecen expectantes a que sus respectivos señores decidan realizar el primer movimiento. Carlos I, rey de España y emperador del sacro Imperio Romano, está decidido a emplear a sus hombres lo antes posible para darle una lección a los luteranos, los cuales se han atrevido a sublevarse contra él. A su lado estará Fernando Álvarez de Toledo, conocido por el resto como el duque de Alba: un brillante estratega militar decidido a hacer lo que sea por entregarle la victoria en bandeja de plata a su emperador.

Su ejército se compone de hombres jóvenes y viejos, poetas, soldados y embaucadores, luchadores obsesionados por el dinero y la gloria y otros que solo buscan encontrar la paz tras ser testigos de tanta brutalidad. Ellos serán los encargados de enfrentarse a Juan Federico de Sajonia y su Liga de Esmalcalda y a sus tropas y de aplastar la rebelión luterana de una vez por todas, sin que ninguno de ellos pudiera llegar a imaginarse que una riña matrimonial en Mühlberg les entregaría el vado tan ansiado para cruzar el río.

Personajes reales y sinestesia narrativa en Mühlberg

Con una cubierta simplemente sobresaliente, Mühlberg sorprende desde la primera página gracias a la capacidad del autor de generar un efecto sinestésico sobre su texto. Así, su narración compuesta por capítulos cortos , la elección del vocabulario empleado y las escasas pero agresivas descripciones del ambiente generan en el lector sensaciones muy claras: miedo, anticipación, dudas, emoción y, sobre todo, frío. Un frío horrible que se clava en tu cerebro conforme te sitúas bajo las estrellas, durmiendo apelotonado con hombres como Baltasar Carrillo, Íñigo Mendizábal, Diego Cubero o Cristóbal de Mondragón a la espera de la orden que los lanzará a la batalla.

TODO
Carlos V, emperador del Sacro Imperio 
TODO
Representación de un soldado de los tercios españoles

Frío como el que se vive en Namhansanseong, con el río Elba a su izquierda, en un ambiente en el que ambos bandos tienen mucho que perder si la suerte les es desfavorable. En este contexto cargado de tensión, incertidumbre y rencor, Víctor Fernández Correas es capaz de plasmar el amor de algunos hombres hacia sus armas, las costumbres en los campamentos alrededor de las fogatas, lo ajena que le es la guerra a las provincias conquistadas y sobre todo, la tensión que se concentra a la víspera de una batalla frenética donde se decidirá el futuro del catolicismo europeo.

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El odio navega a sus anchas por los ojos del de Mühlberg. El duque de Alba, dándose cuenta, sonríe. Vuestras ganas de venganza siguen intactas…

Para contar esta historia, el autor esgrime a un puñado de personajes magníficamente retratados en el dramatis personae del comienzo de la obra. Algunos de ellos, como el emperador Carlos V, el duque de Alba o Mauricio de Sajonia, elector de Sajonia, están basados en personajes reales, capaces de arrojarnos una perspectiva completamente nueva sobre sus personalidades y caracteres, a menudo cargadas de honor.

La musicalidad de la obra: ¿cómo es posible que una novela sobre una batalla sea tan fácil de leer?

El estilo de escritura de Víctor Fernández Correas es un rara avis ya no solo en su género, sino en prácticamente toda la narrativa contemporánea española. El autor borda la perfección narrativa a la hora de crear y estructurar los diferentes capítulos de la obra: concisos, breves, con un vocabulario elevado y una apertura sonora y fuerte que engancha desde la primera línea. No es de extrañar, por tanto, que Mühlberg sea tan fácil de leer, ni que el autor sea capaz de reconstruir con tanto acierto el ambiente de los campamentos e interior de las tiendas que se vivía en pleno S.XVI. Y es que la obra es capaz de calarte de frío y de miedo, de hacerte sentir el agotamiento y el tedio de las tropas que esperan, del miedo perpetuo a que el agua arrastre el resto de lo que queda de tu vida, de la sensación de que todos los hombres y mujeres de la historia, por mucho mundo interior que posean, son enormemente prescindibles.

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Ojipláticos.

Así se han quedado dos de los tres hombres que están reunidos con Carlos en su tienda. Cuatro palabras han bastado para dejarlos en ese estado.

—Hay que atacar ya.

Y es que Mühlberg condensa en su interior un profundo conocimiento de la manera en la que las tropas y los tercios españoles se organizaban inernamente: desde las dificultades para cobrar el salario, hasta la precariedad laboral y económica que lleva a algunos hombres a unirse a los ejércitos. A lo largo de los diálogos y los pensamientos de Cristobal de Mondragón, Diego Cubero o Baltasar Carrillo, conoceremos las tres principales razones por las que los hombres como ellos se únian a las fuerzas del rey: por necesidad, por convicción religiosa o en busca de gloria y aventuras. Asimismo, el autor muestra cómo los efectos de las batallas, las guerras y las brutalidades vividas cambian a los hombres para siempre, volviendo a algunos máquinas de matar y que traumatiza profundamente a otros, llevándoles incluso al extremo de la locura. Hay cierto tono nostálgico en la narración del autor, capaz de demostrarnos cómo aquellas batallas y sus efectos psicológicos no se diferencian en nada de las guerras actuales, empujándonos a comprender la difícil decisión de los hombres que se han arrastrado a combate a aceptar las cosas que han hecho o visto por dinero o perder irremisiblemente la cabeza en el proceso.

TODO
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Sueños, ilusiones, deseos de grandeza reducidos a un cuerpo tirado en un campo de batalla picoteado por unos cuervos gozosos por el festín. Aquí yace quien todo aquello soñó.

No hay vuelta atrás para aquellos que han perdido los mejores años de su vida peleando la guerras de otros. Mühlberg nos deja claro cómo el sistema estamental presente en el momento y la dependencia a un oficio provocaba que muchos soldados fueran incapaces de retirarse a pesar de desearlo fervorosamente, ya que no han tenido tiempo de apreder otra profesión. Así, el sentimiento de precariedad y la sensación de que la gente de a pie es prescindible en el campo de batalla queda magníficamente patente no solo en la figura de Diego Cubero, un chaval dotado para la poesía cuyo compañero Cristóbal de Mondragón sabe a fe cierta que morirá irremisiblemente en el campo de batalla; sino también en la presencia de la prostituta Dorothea, cuya feminidad y pobreza han arrastrado, a pesar de su talento e inteligencia, a venderse a una decena de hombres cada noche para tener algo que comer.

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«¿Cuántos seguirán cobrando las monedas del rey mañana al anochecer?»

Mühlberg: cuando haces de la construcción de los personajes un arte.

Mühlberg se posiciona indiscutiblemente como uno de los libros de novela histórica contemporánea que mejor construye a sus personajes. El autor aterriza a diferentes hombres y mujeres de un perfil y estatus muy variopintos y nos los muestra sin los artificios de sus títulos ni de sus galones: un rey que llora a su esposa perdida y que le habla a un retrato, un duque obsesionado por mantener la mínima cantidad de bajas posibles, un rufián obsesionado por la comida que desoye las preocupaciones de su segundo al mando. Todos ellos se reflejan en la novela de una forma impecable, no solo en su toma de decisiones, sino también a la hora de comunicarse y relacionarse con el resto.

La masa de los ejércitos de los luteranos e imperiales se compone no solo de veteranos, con su propio vocabulario y terminología nacida de los caídos en combate, sino también de chiquillos inocentes en busca de gloria que solo un fino hilo de suerte les separa de perder definitivamente la vida.

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Gente afín, de nuevas levas, bisoños también en algunos casos, tan reconocibles por sus vestidos de munición; esas mortajas, como se refieren a ellas los veteranos.

Así, los diálogos se empapan de la indiosincracia propia de las diferentes regiones españolas y emplean a menudo contracciones y expresiones de Extremadura que terminan de colorear los ya de por sí complejos y carismáticos personajes.

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Velaílo —admitió el extremeño, asintiendo levemente —Habrña que cruzarlo, si queremos alcanzar a los luteranos, y no hemos visto puente alguno en pie. Los han quemado todos.

—Entonces no quedará más remedio que hacerlo a nado.

—Pues eso.

Y es que la obra se inclina de una manera simplemente maravillosa sobre la perspectiva de que las batallas y los ejércitos los componen personas de carne y hueso, cargados de sueños, vivencias y recuerdos pasados, de madres que esperan a que vuelvan a sus hogares, de daños colaterales sobre la vida de la población local. Víctor Fernández Correas muestra cómo un plan y una estrategia simplemente perfectas puede venirse abajo por los caprichos de un noble que desoye los consejos que recibe; o cómo el curso de una guerra y de la historia lo decide un hombre el calzoncillos tras una discusión matrimonial con su mujer porque le han robado los caballos.

TODO
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Y, en mitad de todo este horror, en mitad del frío, el miedo y la sensación de que en cualquier momento pueden ser llamados a batalla, el autor esconde una mano izquierda romántica y melancólica que une a una mujer desesperada con un hombre amable con el que ni siquiera es capaz de entenderse; o une en una extraña amistad cargada de rivalidad a un espía alemán con una de las manos derechas del duque de Alba.

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Conoce esas miradas por las que los horrores se desatan gozosos sobre campos y tierras.

Mühlberg: ¿merece la pena?

Víctor Fernández Correas ha logrado algo que creía imposible hasta el momento, y es escribir la novela histórica perfecta. Su capacidad de narración, ágil, poderosa, fuerte y sobre todo apasionada es una fuente de inspiración a la hora de adentrarte en un momento tan decisivo y, al mismo tiempo tan pausado, como la víspera de una batalla.

La primera mitad de la obra se asienta sobre un contexto de espera y preparación. Donde cualquier otro autor hubiera adolecido explicando el tedio de los soldados ante lo que está por venir, en Mühlberg este pequeño espacio de tensión lo convierte en una oportunidad maravillosa para conocer a un grupo de personajes cargados de emociones, vivencias, recuerdos y convicciones propias que a menudo chocan los unos con los otros.

Y es que Mühlberg es tan real y palpable que da la sensación de poder llegar a ver y sentir el frío del río Elba y de contemplar el rostro de los hombres que se enfrentaron en aquel lugar. Sus miedos se vuelven los nuestros, sus historias se clavan en nuestra mente y sus conversaciones, basadas en diálogos cortos y cargados de humor, accesos de honor y camaradería, se perciben frente a nuestros ojos.

Mühlberg es la síntesis perfecta sobre cómo escribir una novela histórica sin relleno, con personajes reales y plásticos, la atmósfera perfecta y la cantidad de datos reales justos para saciar nuestra mente. Nunca volveré a ver una referencia a Carlos V o el duque de Alba sin que la frase de Baltasar Carrillo resuene en mi cabeza: «¡Qué ganas de matar luteranos! »

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