Tras los preciosos grabados en las paredes del palacio de Versalles, recorriendo las tuberías que llevan agua a recónditos lugares y que hacen las fuentes de los jardines funcionar sin interrupciones, está una ondina pequeña y juguetona. Y mientras ella chapotea en un sótano en busca de canciones y cariño, decenas de cortesanos supeditan su popularidad y supervivencia a los caprichos de la amante del rey. Esta es la historia de Sylvain: el más astuto de todos.
Ediciones Gigamesh sorprende a sus fans con la publicación, como parte de su colección Gigamesh Breve, de esta historia cortita, cuca hasta más no poder y que parece haberse escapado de una antología de cuentos victorianos. Escondida bajo una cubierta en cartón azul diseñada por Enrique Corominas se encuentra un relato ligero, ameno, sugestivo e ideal para los momentos en los que quieras desconectar de una lectura más pesada.
Argumento de Las aguas de Versalles
Sylvain se ha pasado la mayor parte de su vida en el frente combatiendo por una Francia que lo considera poco más que un noble menor con escasa valía. Por eso, para conseguir granjearse un puesto de importancia en la corte, urde un retorcido plan: secuestra a una pequeña ondina del agua de una cascada y la traslada en una cantimplora hasta el palacio de Versalles.
Allí, engañará y mentirá a la ondina para que esta sirva a su gran propósito de deslumbrar a una corte siempre en busca de las mayores novedades. Sin embargo, será uno de sus mayores controvertidos inventos el que le granjee el deseado favor de la amante del rey: la creación e instalación del primer retrete en palacio.
La reivindicación de una autora olvidada
Gigamesh tiene una misión con su nueva dirección editorial. Tal y como nos contó Alejo Cuervo en su entrevista, la editorial responsable de haber traído Canción de Hielo y Fuego y Carbono Modificado ha centrado sus esfuerzos en recuperar del olvido a autores realmente talentosos que, por circunstancias en su momento, no alcanzaron la fama que deberían.
Este es el caso de Kelly Robson, autora de Las aguas de Versalles y ganadora de un premio Nébula (2018) en la categoría de relato por su obra A Human Stain; y del premio Aurora en 2016. Este precioso y cándido cuento que narra la introducción del retrete en la corte y la vida moderna se inspira, en realidad, en un acontecimiento real: en 1596, sir John Harrington presentó la primera versión de un inodoro conectado a un depósito de agua que arrastraba los deshechos al ser descargado. La reina, Isabel I, no se enamoró del invento y le parecer le negó la patente para poder seguir fabricando más. Se cree que la ausencia del favor de la reina fue lo que hizo impopular su uso frente a los nobles y por lo que el invento fracasó hasta que, dos siglos más tarde, Alexander Cummings presentó una versión más depurada del invento moderno.
No es de extrañar que la obra, Las aguas de Versalles, esté profundamente inspirado en estos sucesos reales, trasladando la corte inglesa a la francesa y convertido a la reina en la amante del monarca, cuya opinión pesaba e influía más en los cortesanos del momento. El resto de elementos forma parte de una recontextualización elaborada por la imaginación de la autora: desde la forma tan pública que tienen los monarcas y nobles de defecar para mostrarle a todo el mundo cómo funciona su nuevo invento, hasta la reputación y el caché interno que te daba contar con el nuevo “juguetito” al que los cortesanos bautizaron como broma como el “trono”.
El rey Luis ejerció su prerrogativa real en cuanto desembalaron el trono, incluso antes de que estuviera conectado a las tuberías [...]
La historia de Sylvain: un hombre entre dos mundos
Sylvain, el protagonista de esta novela, es un personaje complejo que navega entre dos mundos. Desde la primera página podemos ver que se encuentra inmerso en un potente conflicto: sabe lo que debe hacer y sobre todo quién debe ser para triunfar en Versalles. De esta forma, monta un elaborado plan para seducir a una noble rica, que resulta ser más intuitiva y perceptiva de lo que uno podría creer. Al mismo tiempo, emplea a las personas a su alrededor como si fueran simples herramientas e instrumentos de las que sacar algún tipo de provecho. La corte es implacable, fría e inhumana, y precisamente por eso desde la primera página Sylvain intenta autoconvencerse de que él mismo es así.
—Queréis aumentar de posición —prosiguió Annette—. Quienes lo intentan carecen de verdadero hogar. Dejan atrás el lugar que ocupan legítimamente, concedido por la gracia de Dios, y aún así jamás consiguen su propósito. Se mantienen en una especie de limbo; deciden empezar la eternidad en el purgatorio incluso antes de morir.
Sin embargo, la popularidad entre aristócratas es más volátil e inconstante de lo que Sylvain podría llegar a considerar en un primer momento. Sus creencias basadas en la meritocracia, donde si uno se esfuerza lo suficiente conseguirá el respeto y la adoración de sus superiores, se da de frente con una sociedad hipócrita, cruel, detestable y mentirosa que juega con todos los que le rodean.
En ese sentido la ondina, capaz de las mayores crueldades y de los milagros más fascinantes a ojos del hombre, se muestra ante el lector como una niña inocente y vulnerable, transparente y deseosa de canciones y de amor. La historia de la ondina secuestrada por un hombre cruel es un mito recurrente en la literatura alsaciana. En el relato original, este ser mitológico, compuesto de todo tipo de cualidades y poderes, es raptada por un joven noble y condenada a amarle por toda la eternidad. Kelly Robson, por el contrario, recoge la leyenda original y la entremezcla con las creencias que recoge el Gran Grimorio del Papa Honorio donde se establece que las ondinas son seres elementales protectoras del agua.
Todos estos mitos y leyendas sumados a la historia real de la invención del retrete se entremezclan en una historia de la longitud de un relato largo que entretiene y enamora a partes iguales.
Un estilo húmedo y muy entretenido que esconde un profundo mensaje contra las élites
Kelly Robson plantea de esta forma un relato muy bien escrito y construido que recuerda por momentos a las historias cortas y los cuentos que leías de pequeña. Su gran fuerte no es el retrato de la corte, sino la forma con la que este cuento consigue crear una evolución y un cambio sustancial en la psique de los personajes con muy poco espacio para ello.
De esta forma, la relación entre la ondina y Sylvain irá evolucionando, de manera que este pase de tratar al hada como a un animal molesto del que sacar provecho a preocuparse por su bienestar. La presencia de la ondina, los sacrificios que debe tomar y las continuas burlas por parte de la corte, que esperan que se humille como un sirviente que busca complacer al resto por encima de sus propias necesidades, harán que Sylvain se replantee los pilares de sus creencias sobre el éxito.
Así, la obra se convierte en una metáfora sobre cómo la búsqueda del éxito a menudo hace que perdamos de vista nuestro verdadero ser. Sylvain, el cual se esfuerza en ser elegante, cuidar su vestimenta, esconder sus verdaderos pensamientos y mostrarse en todo momento volátil y ligero, es en realidad un ex-soldado, cruel y gore, acostumbrado a ver la muerte de cerca y a deleitarse con la desgarradora violencia de la que uno es testigo cuando duerme con las estrellas sobre tu cabeza.
De pequeño, en una de sus primeras salidas a cazar, se la había oído cantar a un pastor anciano mientras escalaba una pendiente infinita y pedregosa en busca de un cordero extraviado. Se la había oído cantar a una chica llorosa que desollaba el cadáver de una oveja medio devorada por un lobo.
Kelly Robson apunta de esa forma, de una manera muy clara, una crítica demoledora a los sistemas clasistas que bien podrían aplicarse al capitalismo actual: una organización en el que has de valerte de engaños o mentiras para poder ser mínimamente de interés ante las clases poderosas; en el que las personas son prescindibles y donde estar al lado de una persona cruel con poder, te convierte automáticamente en cómplice de sus barbaridades.
Mi opinión sobre Las aguas de Versalles
Impreso en un formato pequeño, de tapa azul dura y con pequeñas ilustraciones en su interior de Enrique Corominas, Las aguas de Versalles ha resultado ser una pequeña sorpresa y un auténtico oasis en mi lista de lecturas. Independientemente de que la portada te encaje más o menos, el librito esconde en su interior un cuento realmente positivo con una construcción de personajes por detrás capaz de convencer a cualquiera.
Cortito, manejable y sobre todo, eminentemente positivo, Kelly Robson consigue con Las aguas de Versalles que se desborden las emociones positivas que tienes sobre la literatura y sobre el mundo como si una ondina estuviese jugando con ellas. Después de leer este pequeño relato me he quedado con ganas de sumergirme en la obra completa de la autora. Y aunque jamás hubiera esperado que Ediciones Gigamesh fuera precisamente el que me descubriera este pequeño, apurado y feliz cuento, no puedo evitar agradecerles por ello.
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