Versalles, 1738. Sylvain de Guilherand, un oficial que pasa los veranos en el campo de batalla y los inviernos en el palacio de Versalles, se ha propuesto devolver el castillo al esplendor de los años del Rey Sol. Ofrece a la corte un sistema moderno de aguas y retretes mientras asiste a cenas y a óperas, corteja a una dama y alimenta la imagen de caballero distinguido. Cree que lo tiene todo controlado, pero la criatura acuática que se encarga de hacer circular el agua por palacio tiene otros planes…
Las aguas de Versalles, ganadora del premio Aurora del 2016, es una novela corta de prosa exuberante que explora, entre intrigas palaciegas del Siglo de las Luces, la fuerza transformadora del amor.
Impreso en un formato pequeño, de tapa azul dura y con pequeñas ilustraciones en su interior de Enrique Corominas, Las aguas de Versalles ha resultado ser una pequeña sorpresa y un auténtico oasis en mi lista de lecturas. Independientemente de que la portada te encaje más o menos, el librito esconde en su interior un cuento realmente positivo con una construcción de personajes por detrás capaz de convencer a cualquiera.
Cortito, manejable y sobre todo, eminentemente positivo, Kelly Robson consigue con Las aguas de Versalles que se desborden las emociones positivas que tienes sobre la literatura y sobre el mundo como si una ondina estuviese jugando con ellas. Después de leer este pequeño relato me he quedado con ganas de sumergirme en la obra completa de la autora. Y aunque jamás hubiera esperado que Ediciones Gigamesh fuera precisamente el que me descubriera este pequeño, apurado y feliz cuento, no puedo evitar agradecerles por ello.