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NOTA: 7

La frontera del lobo, análisis de una novela sobre la introspección

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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - La frontera del lobo, análisis de una novela sobre la introspección

Con el estilo único, envolvente y monocorde que caracteriza a Sarah Hall, La frontera del lobo te introduce en el día a día de una mujer en estado de disociación emocional cuya vida gira alrededor de los lobos. 

La obra, impresa en tapa blanda y con una modesta portada de Alianza Editorial, esconde en su interior la capacidad de ir arrastrando como un río salvaje sentimientos de frío y soledad que no dejarán indiferente a nadie. Y es que el libro es, a grandes rasgos, una lenta pero bella descripción del paisaje interno de la protagonista, Rachel Caine, superpuesto a las maravillas del panorama de Cumbria, convirtiéndose de esta forma en un refugio de introspección para la gente que busca una novela detenida y elevada. 

Argumento de La frontera del lobo

Rachel Caine, una mujer que lleva diez años trabajando en el estudio y la protección del lobo en Idaho, recibe una generosa pero no exenta de problemas oferta de un controvertido duque inglés. Lord Pennington es un conservador y melómano con una idea grandiosa: la de restituir al lobo en Inglaterra después de haber sido extintos durante cientos de años. 

Poco a poco, conforme la vida de Rachel se complica y la tortuosa relación con su familia va floreciendo, descubriremos que el complejo entramado emocional que supondrá para Rachel plantearse abandonar America y volver a Cumbria y las consecuencias interiores de esta decisión. 

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Rachel, de La frontera del lobo, es el resultado de una familia disfuncional

Como hemos comentado anteriormente, la obra en realidad gira alrededor del viaje interno y personal que Rachel Caine, la protagonista, realiza a lo largo de las casi quinientas páginas. Para comprender por completo esta evolución son esenciales las primeras doscientas páginas del libro donde se sientan las bases de la nula capacidad empática de Rachel y de sus problemas familiares. 

Y es que está claro que la protagonista, Rachel, es una mujer de altísimas capacidades intelectuales. Obsesionada con los lobos desde que de pequeña reconoció en ellos a mucho más que un depredador salvaje, ha dedicado toda su vida al estudio de la zoología y a la reinserción de un animal con pésima fama a lo largo de todo el mundo a sus ambientes naturales. 

Pero si algo llama la atención de ella desde las primeras líneas en las que la obra nos introduce en su mente a través de un narrador en primera persona, es precisamente el hecho de que Rachel no es una persona con una inteligencia emocional desarrollada. La forma con la que describe a sus compañeros con los que lleva más de diez años trabajando codo con codo, así como sus relaciones personales y lo fácil que es para ella desentenderse del sufrimiento de los que le rodean lo dejan claro en un primer momento.

Esto se percibe no solo en la forma con la que afirma ignorar los inútiles intentos de cortejo de uno de sus compañeros que aparece desesperado, varias veces de madrugada en su puerta, solo para ser ignorado; sino también por su forma de lidiar con los conflictos. De una forma muy diferente a la protagonista de la otra novela de la autora, Hijas del Norte, donde podíamos comprender los motivos que movían a la protagonista a huir de su marido; en esta obra Rachel directamente ignora el sufrimiento de su hermano, su responsabilidad con Kyle y acude a la llamada de su madre moribunda a Inglaterra más como una misión secundaria que concatenar con la oferta de trabajo del duque que un motivo por sí solo. 

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La forma con la que esta misma describe la relación con su madre arroja mucha luz sobre el por qué del comportamiento de Rachel. Binny, su progenitora, nunca estuvo precisamente ahí para ella y aunque no se habla de malos tratos, sí que se deja entrever que fue una madre ausente y fría que no temía hacerle daño a sus novios y pretendientes, así como a sus hijos. 

Esto ha provocado que, de alguna forma Rachel, más similar a su madre de lo que le gustaría, se aleje completamente de cualquier tipo de emoción y disocie su pensamiento continuamente, provocando que sea incapaz de mantener una relación romántica con ninguna persona y que adore, quizás como una alegoría de Zurdo, el macho solitario de la manada de lobos que se pierde al comienzo de la novela, permanecer alejada del resto y vagar en busca de su propio camino. 

Su incapacidad para sentir empatía hace que la novela, en sus comienzos, nos transmita una frialdad y una rigidez casi desoladora que caracteriza de alguna forma a Sarah Hall y que tiene que gustarte para poder disfrutarla. De esta forma, toda su narrativa gira alrededor de un día a día carente de pequeños placeres: no hay descripciones de comidas deliciosas, puestas de sol o incluso magnificencia en los encuentros con los lobos. Solo, simple y llanamente, una vida que al final todos sabemos que acabará. 

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Tantos momentos compartidos cuando eran jóvenes, y ella no sentía nada, tenía una carencia emocional. Incluso llegó a pensar cuando aprendió suficiente biología, que estaba programada para no sentir nada por su hermano: tenían genes distintos. 

Su lamentable frialdad nos arranca momentos realmente crudos, como cuando Rachel acude a ver a su madre moribunda y cuánto le molesta verla anciana, carcomida por el cáncer e incapaz de mantenerse estable. Para ella, esta disonancia que existe entre el recuerdo de cómo era la agresiva y tosca Binny y la mujer que está a punto de morir no le transmite más que indiferencia y algo de rechazo de forma que cuenta las horas e incluso los días para perderla de vista. 

Los lobos, al contrario de lo que pueda parecer, no son el elemento central de la obra 

Durante al menos las primeras doscientas páginas de la obra, los lobos son elementos más accesorios que aparecen dentro de los diálogos que protagonistas de la obra. 

La vida de Rachel gira alrededor del estudio de los lobos y la frialdad con la que se relaciona hace que poco a poco vayas comprendiendo que analiza todo lo que sucede desde una perspectiva animal. De esta forma, cuando conoce a Sylvia, sus observaciones y planteamientos internos, que nos llegan gracias al narrador en primera persona, se fijan en detalles muy específicos y extraños, como su forma de moverse, de comportarse con el resto y de mantener de una forma discreta la hegemonía sobre un grupo de políticos que presenta, en esa escena en concreto, como una manada de la que es una foránea. 

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Hace una pequeña pausa teatral, con los ojos muy abiertos, como una muñeca: sabe seducir, lo suficiente como para captar la mirada de Rachel una fracción de segundo más de la cuenta, en un inofensivo alarde de coqueteo. No tiene indicios de alteración hormonal en la cara y el cuello y no parece dada a la juerga. Visto de cerca, su pelo es rubio cobrizo, brillante. Una capa translúcida y discreta de maquillaje en polvo centellea en sus pómulos [...]

Los lobos, por el contrario, se nos mostrarán como un complemento anecdótico al trabajo de la propia Rachel y como nexo de unión entre la protagonista y el resto de personajes, pero no contaremos con largas escenas protagonizadas por el animal salvaje hasta que la novela esté muy avanzada. Más bien lo que sí comprenderemos es la vertiente política de los centros de reinserción de los depredadores, su papel en la política nacional y las quejas de los grupos de presión que, por temor o por mantener el status quo, se oponen a la introducción de estos animales en la vieja Inglaterra u otros países. No podemos olvidar que durante siglos el lobo encarnó las pesadillas de la mayor parte de la población europea hasta el punto en que todas las historias y cuentos de tradición popular cuentan con un lobo como el principal villano (Caperucita roja, Los tres cerditos…).

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Hay más ganaderos al este y al norte de la región; los que escriben son en su mayoría pequeños propietarios paranoicos de la Región de los Lagos que auguran fugas y matanzas como en los tiempos góticos. Madres preocupadas. Le envían fotos que han hecho los pastores franceses de rebaños con el cuello ensangrentado. “No queremos que pase en nuestro país”. 

Tendremos que esperar a que Rachel acepte el trabajo del duque para comprender por encima el trabajo que realiza una especialista como ella, así como las implicaciones que tiene mantener a depredadores en un recinto amurallado y los sacrificios que suponen para la política del país. 

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Una Inglaterra salvaje, exuberante y profundamente política

Al igual que en Hijas del norte, Sarah Hall se guarda en este libro un gran espacio para introducir la complicada política inglesa y el debate sobre la independencia de Escocia, en el que no se moja dando su opinión. Sin embargo, al igual que hacía Ruyard Kipling en Puck, el de la colina de Pook, el libro reserva un gran espacio para largas y pausadas descripciones sobre la belleza del paisaje inglés. 

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Y después, cuando parece que nunca dejará de llover, se produce una explosión de sol, hay un calor sorprendente en el aire fresco de la primavera. En cuestión de unos días, un estallido de verdor invade Annerdale. Asoman los dientes de león, las primeras flores en las praderas; las turberas madrugan, se cubran de esfagno, de erioforos blancos y algodonosos con sus filamentos acunados por la brisa. 

La casita de Cumbria en la que Rachel se refugia al llegar, es fácilmente comparable con una lobera o un cubil donde esta pueda recluirse para protegerse, lamer sus heridas emocionales e ir abriéndose al mundo. Y es que existe un fuerte paralelismo entre la figura de los lobos (Ra y Merle) y la propia Rachel y cómo ambos avanzan en la misma dirección de forma simultánea. El profético regreso de Rachel a Cumbria coincidirá con la llegada de los lobos de nuevo a Inglaterra y su progreso también irán de la mano. 

Así, conforme Ra y Merle prueban a tientas la comida y se habitúan a su nuevo entorno, también Rachel empezará a probar a llamar a su hermano Lawrence, a restituir su relación con la tierra en la que creció y hasta empezará a tener una relación. La camada de los lobos también llegará simultáneamente al hijo de la propia Rachel, etc.  

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Cumbria sirve como un lugar en el que sanar sus heridas, y cuanto más tiempo pasa Rachel rodeada del maravilloso paisaje verde y del mal clima, más va abriendo su corazón y formando su propia manada a su alrededor, evolucionando hasta un personaje complejo, con instinto maternal que se revela sistemáticamente a ser parte de la herencia de su madre. Incluso su mente, en un intento de conciliación, la ayuda a rehacer los recuerdos que tenía con Binny, su madre, para falsear el pasado y hacer de esta forma más llevadero el traumático proceso de la maternidad soltera. 

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También ha empezado a ver a Binny en sueños inquietos, aunque el papel que interpreta en ellos no es del todo desagradable o poco servicial. Ha soñado con Binny nadando en el río, desnuda y espléndida, con el pecho extirpado reconstruido. Con Binny enseñándole a apretar y a palpar para que salga la leche. ¡Haciendo mermelada! La locura de la gestación, la extraña química hormonal, el otro lado del espejo cerebral.

Sin embargo, como siempre, Sarah Hall no desaprovecha la ocasión para golpear contundentemente contra la política y contra el ser humano, al que considera enemigo de la naturaleza y destructor. De esta forma, usará la conclusión de la obra para recordarle al lector sobre la falsedad de la naturaleza humana y la necesidad de las mujeres de plantar cara y luchar por ellas mismas. 

Conclusión sobre La frontera del lobo 

La frontera del lobo es una novela bonita y elevada, pero muy pausada. Si te gustan las obras introspectivas, sobre evolución de personajes rotos y largos pasajes que describen el paisaje y las emociones internas de los protagonistas, entonces esta novela es para ti. Personalmente, de Sarah Hall me gustó más Hijas del norte pero ha sido refrescante leer algo con un corte tan adulto, cargado de una crudeza fría y tan real como La frontera del lobo. 

Fotografía cedida por Tosky, del club de lectura de Momoko 

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