La casa de los sueños es una compleja y al mismo tiempo apasionante novela histórica escrita por Pauline Gedge que nos traslada a Egipto en pleno S. XII. Egipto, potencia económica y militar, no vive sus mejores días tras una serie de guerras civiles y ataques de conquistadores externos que tratan de invadir el fértil país atravesando el Delta.
Entre las cálidas arenas del desierto, observados por los ojos de los poderosos dioses, los fellahin cultivan las tierras mientras los sacerdotes conspiran, el faraón se resiente y en una perdida aldea de Asuat, una joven de ojos azules sueña con llegar a lo más alto.
Argumento de La casa de los sueños
En Asuat, una pequeña niña de ojos azules llamada Thu observa con envidia cómo su hermano Pa-ari se marcha cada mañana al templo a aprender a leer y escribir mientras desentraña la voluntad de los dioses. Para ella, una muchacha sin más, su destino está escrito desde el día de su nacimiento: aprenderá de su madre el oficio de partera y se casará con el hombre que su padre elija para ella.
Pero Thu está decidida a dar cualquier cosa a cambio de escapar de su destino en la aldea.
Así que, cuando anuncian que un famoso vidente del faraón pasará a presentar sus respetos al templo de Uepauet, Thu prepara un arriesgado plan que pondrá en peligro su vida y la que les rodea: irá a ver a ese extraño envuelto en lienzos, se subirá a su enorme barca y le pedirá que le eche un vistazo a su futuro por ella. No importa lo que le pida a cambio como pago: sea como sea, conseguirá hacer realidad sus sueños.
Sobre La casa de los sueños y la época en la que está ambientada la novela.
Cuando pensamos en el Antiguo Egipto se nos vienen a la cabeza historias de grandes y omnipotentes faraones, dioses gigantes que vigilan las calles, pirámides y poder y guerras desiguales en las que los hijos de Amón salían siempre victoriosos. Sin embargo, tal y como Pauline Gedge establece al marcar el contexto histórico en el S. XII a. C., Egipto tuvo que pasar por numerosas guerras y peligros, a menudo no exentos de una truculenta trama política, que lo fueron debilitando siglo tras siglo.
Este siglo en particular está caracterizado por la calma que sucede a un período de profunda inestabilidad tras varias guerras civiles. Egipto, que se mantiene unido bajo el concepto de ser la civilización favorita de los dioses, gobernada por el faraón, dios en sí mismo, está lejos de ser la cúspide militar y política que solía ser. Lejos de las inocentes mentes de los campesinos (en adelante, fellahin), el país se va empobreciendo debido a la herencia de terribles políticas necesarias para hacerle frente a las invasiones de los pueblos nómadas que tratan de penetrar por el Delta. El ejército del faraón está compuesto en su mayoría por soldados libus de tierras extranjeras cuyo único dios es el oro con el que les pagan; los campesinos cosechan y mueren de hambre en un sistema profundamente jerarquizado del que no tienen escapatoria y los sacerdotes de los templos se enriquecen cada vez más amenazando al faraón con retirarle sus favores.
Ya no hay grandes construcciones de piedra, monumentos que muestren la superioridad de faraón ni enormes tumbas repletas de oro, pasadizos y secretos. La vida parece sencilla para los fellahin en un mundo férreo y completamente aislado de los entresijos de la corte del faraón y del mundo profundamente injusto y misógino en el que viven inmersos.
La casa de los sueños es, al fin y al cabo, la típica historia de superación en la que una joven consigue ir ascendiendo en una sociedad injusta y férrea, realizando un viaje tanto físico como interno que le permitirá madurar mientras conoce a diferentes personajes en su camino. Y sin embargo, las particularidades del mundo egipcio y la complicada trama política que se va desarrollando tras la mirada de una niña incapaz de ver maldad en el mundo que le rodea. De esta manera, el argumento se va cociendo como un delicioso plato que se expande, se hincha y finalmente explota al final haciendo que todas las piezas del argumento encajen mágicamente en tu cabeza y te emocionen al comprender todas las pistas que estaban puestas ahí para que tú las recorrieras a posteriori.
El mundo de Thu es cruel, injusto y está basado en una sociedad cerrada y potentemente jerarquizada. Sus ojos azules, fruto de la herencia física que le ha otorgado su padre libu, serán un símbolo tanto de maldición como de encumbramiento en un mundo donde el color lapislázuli estaba reservado exclusivamente para la familia real. Sin embargo, como mujer y, peor todavía, como campesina, el poder que podrá llegar a ostentar Thu será muy limitado y sobre todo, estará marcado por la inestabilidad de los favores de un hombre. Su vida en Egipto, por mucho que ella haga gala de una profunda inteligencia, estará siempre supeditada a la voluntad de diversos hombres: su padre, el vidente Hui, Harshira (el mayordomo del vidente), el guardián de la puerta y muchos otros que se irán involucrando en su vida.
El libro está estructurado sobre una base maravillosamente bien documentada en la que términos egipcios se mezclan con costumbres y rituales antiguos de una manera tan naturalizada que llegamos a comprender términos como el Ma’at (concepto de la justicia y del equilibrio) sin que nos lo expliquen directamente o a desarrollar sentimientos de poderoso agradecimiento por Uepuaet, dios de la guerra y protector de Thu.
El determinismo en La casa de los sueños, las plantas mágicas y la visión de una niña
Toda la novela está cargada del fuerte olor almizclado del deterministo. Thu, una niña capaz de arriesgar la seguridad y el confort de tu hogar, se lanza a los brazos de su destino y funciona como narradora principal, permitiéndonos ver todo lo que sucede a través de sus ojos y de su prisma particular. Esto hace que la obra, a pesar de contar con una gran cantidad de referencias hacia los dioses y una documentación que empapa cada carilla en un lenguaje rebuscado y al principio complicado de abarcar, esté impregnado de una inocencia que transparenta cada acto de la joven fellahin.
Desde su fascinación por el lino fino hasta sus brotes emocionales espontáneos, todos ellos responden perfectamente a la edad de Thu en cada momento de la historia mientras se va sumergiendo cada vez más en un mundo mucho más cruel, falso y mentiroso de lo que le parecería a su inocente corazón. Como una liebre sacudiéndose en el corazón de unas arenas movedizas, Thu siempre tendrá una opinión muy elevada de sí misma y transmitirá a los lectores una sensación de control que poco a poco se va revelando como una transparente ilusión. Poco a poco, como la misma niña, la trama te irá atrapando hasta el punto de ser incapaz de soltar el libro ni un momento mientras todas las aparentemente inocentes conversaciones, los dulces diálogos y los momentos pasados se entrelazan en tu cerebro para mostrarte un paisaje mucho más amplio cargado de corrupción y traiciones palaciegas.
Sobre la vida en el Antiguo Egipto y el clasismo imperante en La casa de los sueños
Como fellahin que es, Thu se verá constantemente presionada por los que le rodean para demostrar que es digna de las atenciones y el respeto que ella exige. Y es que La casa de los sueños nos permite entrever la estricta jerarquía que existe en el Antiguo Egipto y la ritualidad que envuelve la figura no solo de los hombres, sino también de las mujeres.
Desde la elección del color del hilo que envuelve el faldellín hasta la peluca escogida, los egipcios están continuamente valorando la importancia de aquel con el que hablan en función de sus ropas, sus modales, su manera de expresarse, las trenzas de sus cabellos, su forma física y otra serie de elementos. En este juego visual, cualquier error puede ser fatal para su futuro, de manera que Thu, que no ha crecido como una dama noble, se verá sometida continuamente a las inspecciones de extraños, pero también de sus supuestos amigos y personas aparentemente aliadas.
La ritualidad de la vida de una dama en Egipto es absolutamente exigente y les obliga no solamente al uso continuado de cosméticos para todo el cuerpo, sino también a mantenerse en un estado físico completamente impecable si quieren sobrevivir y llamar la atención de las personas adecuadas. Es especialmente ilustrativa la gordofobia que traslucen los pensamientos y comentarios de Thu y de las personas que le rodean que consideran que la pérdida de la belleza es equivalente a la muerte en vida de una mujer.
Los celos me asestaron su puñalada y desaparecieron. Isis tenía el cuerpo ágil de las bailarinas; al enderezarme, me obligué a sonreír y pensé que, mientras continuara bailando para el dios, no se convertiría en una gordita de carnes fofas. No lograba imaginarme a mi hermano copulando con una regordeta muchacha de aldea.
Mi opinión sobre La casa de los sueños
La casa de los sueños, como todas las obras que he leído de Pàmies, es una auténtica maravilla que hay que disfrutar primero a pequeños mordiscos para descubrirte a ti misma devorándola sin parar. Y como todas las novelas de Pàmies, no escamitan en número de páginas ni reducen el tamaño de la tipografía para ahorrar un par de pliegos de papel, lo que convierte el placer y el disfrute de la lectura en un proceso largo y sin duda inolvidable.
Porque La casa de los sueños es, tal y como he dicho antes, inolvidable. El hecho de que Thu narre la acción en primera persona es una parte clave para poder introducirte en esta trama mucho más compleja y deliciosa de lo que parece en un primer momento con la pureza y la inocencia de una niña cualquiera.
La construcción de personajes es clave en esta obra para conseguir engancharnos a la trama, y está claro que Pauline Gedge no defrauda tampoco en este aspecto. Conforme va evolucionando la trama, sientes amor y fascinación por el misterioso personaje de Hui y te maravillas por la posibilidad de que un albino haya sobrevivido durante tanto tiempo en un país acostumbrado a matar a las personas con esta condición por creerlas embrujadas. Desde la figura de Kenna, el odioso criado personal, hasta el propio faraón Ramsés entran en tu vida de la misma forma que aparecen en la de Thu y tus opiniones como lectora van evolucionando con las suyas.
Es fascinante ver los rituales con los que Thu prepara su cuerpo para ser admirado, cómo las creencias de la misma como fellahin se resienten al conocer la realidad del faraón y de los codiciosos y corruptos sacerdotes que ostentan el poder, las tramas políticas escondidas entre muros o incluso la realidad de las mujeres que viven en el interior del harén del faraón pero que no desean darle ningún hijo.
Pauline Gedge no deja ningún elemento al azar y crea personajes convincentes, potentes y adictivos en una novela que fácilmente ha escalado a una de las mejores obras que he leído este 2019. La espectacular traducción de Edith Zilli y la portada que tan bien representa a Thu diseñada por Calderón Studio solo contribuyen a reforzar una obra simplemente colosal.
Como he dicho anteriormente, no puedo dejar de pensar en Thu, sentir el calor de la su piel en el desierto y empatizar con todo lo que le ha ocurrido. Continuamente me sorprendo a mí misma queriendo contactar con ella, explicarle dónde metió la pata y ofrecerle mis simpatías. Porque las personas que encontrás en La casa de los sueños son más humanas que la gente con la que te cruzas a veces por la calle. Y eso, sin duda, ha conquistado nuestros sueños.
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