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NOTA: 7.5

La buena esposa de de Olalla Garcia: opinión de un libro que deja poso

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Escritora consumada, concept artist en ciernes y adicta al trabajo. Do...


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Imágen destacada - La buena esposa de de Olalla Garcia: opinión de un libro que deja poso

¿Qué opciones le quedan a una mujer en el S.XVII en España, sin padre ni madre que la protejan, más que entregarse en matrimonio a un hombre completamente desconocido y con posiblidad de destruir su vida y espíritu con un par de goles?

A través de una novela ágil, de tipografía grande y capítulos breves, Olalla García nos presenta el caso de tres mujeres que se verán absolutamente indefensas ante una sociedad increíblemente machista que las ningunea y les ofrece prácticamente ninguna escapatoria. Esta es la historia de la lucha de Francisca Pedraza por liberarse del maltrato al que la tiene sometida su futuro matido y de la desprotección que sufrió por culpa de las rancias estructuras políticas y religiosas del momento.

Argumento de La buena esposa

Tras una puerta de madera, encerradas en un convento, tres niñas huérfanas sueñan con cómo será su futuro. Clara, siempre tan bonita, quiere un estrado de nogal en el que recibir a sus distinguidos invitados; Ana desea poder ejercer un oficio, aunque sea completamente imposible; y la preciosa Francisca solo quiere formar una familia.

Lo que ninguna de las tres sabrá es que su destino vendrá marcado por el matrimonio con tres hombres que no conocen. Uno, un borracho maltratador decidido a matar a su futura esposa; otro un galeno que considera a cualquier mujer enormemente ignorante y el tercero un vividor deshonesto que se toma la ley por su mano.

Las tres vivirán auténticos retos para poder encontrar la felicidad mientras Francisca, con el cuerpo cargado de moratones y pruebas de la enajenación de su marido, toma una poderosa decisión: conseguirá que la Audiencia Arzobispal y las autoridades le concedan la separación matrimonial aunque sea lo último que haga.

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La vida de las mujeres en el S.XVII: ni nombre, ni dios, ni mucho menos patria.

La buena esposa nos traslada al interior de un convento en el S.XVII, lugar en el que las tres protagonistas de la obra se enredan, juegan e intentan sobrellevar las tareas domésticas y la estricta vigilancia religiosa a las que el puritanismo español de aquel momento las tenía sometidas. Así nos presenta Olalla García a tres mujeres distintas que servirán para ilustrar las diferentes formas de enfrentarse a la vida de las mujeres del momento: la piadosa y humilde Francisca, obsesionada por convertirse en una esposa perfecta independientemente de la virtud del marido; Clara y su pasión por aparentar riqueza y Ana, una mujer que se verá fuertemente atraída por el oficio de matrona. Ellas serán los hilos que entrecruzan el telar de esta historia y que irán prestándose apoyo, en un magnífico ejemplo de sororidad, a lo largo de toda la obra.

Olalla García realiza un ejercicio narrativo a la hora de presentarnos los datos más escalofriantes y el ambiente más realista en el que se movían las mujeres españolas en el S.XVII y lo hace desde los primeros capítulos empleando a tres mujeres sin ningún tipo de protección posible y sin parientes o familiares que las avalen ante la sociedad y la ley. A través de sus capítulos corales, rápidos y frenéticos, la autora se apoya en los diferentes pilares que aseguran la libertad de las mujeres para hacernos reflexionar del camino recorrido.

No tienen nombre porque ¿acaso importan como personas?

La primera forma de control sobre las mujeres y la más violenta queda patente en La buena esposa precisamente al examinar todos los sucesos de la novela desde una perspectiva socio-económmica. Porque nos queda más que claro en la obra que las mujeres, fuera de su círculo femenino, simplemente no importan o no existen. Esto queda patente no solamente al contemplar cómo, a pesar de haber prestado testimonio y de tener pruebas suficientes sobre el maltrato al que es sometida Francisca Pedraza, y a pesar de los innumerables testimonios que atestiguan que Jerónimo la ha amenazado de muerte, los tribunales eclesiásticos deciden devolverla a su hogar ya que la vida de una mujer es menos importante que la posibilidad de crear un precedente que permita a otras poner en duda la santidad del matrimonio.

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La autora nos deja claro sin embargo que la separación matrimonial (no cabe realmente hablar de divorcio en esta época ya que la ley del divorcio tal y como la conocemos en España no fue efectiva hasta 1981; y la separación civil no entró en vigor hasta 1900 con la Ley del Enjuiciamiento Civil) era un privilegio solo para las clases más poderosas pero impensable para la pobreza.

Por lo que La buena esposa pone de manifiesto que no se trata solo de un problema de género, sino también uno de clase.

Esto queda reforzadon por las criadas de Clara, ambas de nombre María ya que sus padres, al ver que las dos eran mujeres, no se tomaron ni las molestias de buscarles un nombre diferente, privándolas de esa forma de una identidad y por tanto de los mínimos esbozos de humanidad.

No tienen oficio, porque su dinero es de sus maridos desde que nacen.

Sin un nombre, muy lejos no pueden llegar. Sin embargo, La buena esposa pone de manifiesto otros aspectos como poco chocantes de la sociedad del momento: el tema de la independencia económica.

De las tres mujeres, solo Francisca tiene en herencia una dote considerable. Algo que, lejos de otorgarle cierta protección frente a su marido o el mundo en general, no le sirve más que para convertirse en carnaza de los peores patanes. Como huérfanas, tanto Clara como Francisca y Ana se ven abocadas a tener que venderse al mejor postor, so pena de quedarse en un convento el resto de sus días, para poder sobrevivir.

A través de diferentes episodios y personajes, veremos de nuevo un ejemplo de sororidad femenina en la obra cuando se dan las situaciones en las que una de las tres carece de lo más mínimo para poder comer y el resto tienen que acudir en su ayuda, mientras que los hombres son capaces de obtener dinero de prestamistas y cobrarse rentas y adeudos que ni siquiera les pertenecen. La justicia falla a la hora de proteger el patrimonio de las mujeres, que ni siquiera es suyo y se horroriza cuando una mujer declara su derecho de ejercer un oficio hasta el momento desempeñado por mujeres como es el de ser matrona y poco a poco reclamado por hombres que nada saben y que a menudo, debido precisamente al puritanismo católico con el que contemplan el cuerpo femenino, acaban mal ejerciendo.

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Una de las partes que mejor explica 'La buena esposa' son las prácticas médicas del momento, que a menudo incluían el empleo de sanguijuelas.

Veremos con estupor y horror no solo cómo las niñas son entregadas a violentos hombres que las violan, golpean y mutilan, sino también cómo desde niñas, si no tenían dinero, debían trabajar como criadas cada día para poder amasar una modesta dote con el que vender sus vidas a una peligrosa apuesta porque su futuro marido no las maltratara.

No tienen patria porque nadie las protege

La historia de Francisca Pedraza, que destaca precisamente por su valor, su tenacidad a la hora de confiar en la ley y de no rendirse negativa tras negativa, es un ejemplo de valor y una de las precursoras en la lucha contra la violencia de género más inspiradoras.

La buena esposa realiza un interesante ejercicio a la hora de contarnos no solamente la historia de Francisca en su lucha sin cesar contra las directrices de la Audiencia Arzobispal que insistía en que debía volver a casa con su marido pese a los múltiples maltratos y amenazas de muerte, sino que además aterriza maravillosamente bien un contexto social y político en España que no debemos olvidar.

El libro se llena de ejemplos, algunos anecdóticos y la mayor parte de ellos tratados sin ahondar en los detalles escabrosos, sobre las consecuencias del maltrato físico y psicológico, las secuelas de las violaciones, la manera tan cruel y despótica con la que los hombres trataban a sus mujeres como ganado o incluso los problemas que venían derivados de la honra y que sometían a las mujeres al indiscrimanado juicio popular. Todo ello se entremezcla para alzar una poderosa crítica tan válida en el S.XVII como hoy en día y es que las personas que volvieron la vista o se negaron a ayudar a Francisca en su momento son tan cómplices de los perjuicios que esta sufrió como la misma Audiencia Arzobispal que le negó la separación matrimonial durante años.

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Mi opinión sobre La buena esposa

Escribo esta reseña ejerciendo la libertad que mis antecesoras lucharon por obtener: libre, con botas de tacón en una cafetería mientras a mi derecha un grupo de mujeres de cuarenta años gritan y se emocionan con el físico del nuevo protagonista masculino de Emily in Paris. Cuánto hemos recorrido ¿no es cierto? Y cuánto camino nos queda por andar todavía.

La buena esposa, con sus virtudes y sus defectos, acierta plenamente al mostrarnos el férreo control basado en el miedo, el puritanismo y las amenazas a las que estaban sometidas las mujeres de todas las condiciones en España en el S.XVII. Una vida de miedo, silencio, represión y en la que, por mucho que los curas y confesores se obsesionaran por repetir, la vida de la mujer no importaba nada.

Conforme leía la obra, sentí una contradicción extraña. Una parte de mí se sentía desgarrada por la situación e incluso se planteaba si lo mejor no habría sido envenenar a Jerónimo de Jaras como hizo Giulia Tofana en su momento. Por otro lado, el ritmo tan rápido con el que la autora aborda diferentes escenas hizo que me quedase con ganas de profundizar en algunos sucesos que eché de menos en la obra: ¿cómo fue la boda de Ana y de Francisca? ¿Qué desafíos se encontraron en sus primeros días de matrimonio? ¿Nunca albergaron dudas o cometieron algún desastre gestionando un hogar tan grande? Nada de eso veremos en la obra, que se centra más bien en seguir el proceso de Francisca y darnos contexto de la vida de Ana y Clara por su lado.

Sin embargo, está claro que La buena esposa es uno de esos libros a los que se le augura un éxito seguro. Es rápido y frenético, de amplia tipografía y con una edición de generosos márgenes que permite que se lea con rapidez. Y lo más importante de todo, deja sin lugar a dudas, un poso de intranquilidad e indignación al final de la lectura.

Una no puede menos que preguntarse si a veces hemos olvidado nuestra propia historia. Si estamos pasando por alto el gran sacrificio que tuvo que hacer Francisca Pedraza para que hoy sigamos vivas y de pie para continuar su lucha.

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