Mi nombre es Sidaya, hija de Yrea, nacida en Isla Verde. Guerrera de las huestes de Riela, superviviente del horror de Uhda, huérfana de la cascada y protectora del velo.
Solo el velo separa lo que queda de humanidad de la desolación. Los róvegars, las bestias que sirven al caos y alimentan el velo con cada muerte, han situado a la humanidad al borde de una situación límite, su inminente extinción. Sidaya, Hadine y Évelar deberán emprender una misión suicida que los llevará hasta sus propios límites.
El velo nos permite nadar en el mundo interior de cada uno de ellos, lleno de intrigas y contradicciones, tan humanas y tan fantásticas a la vez.
Algunos le llaman el velo. Otros, el confín. Los que tienen ínfulas de poeta, la cascada. Los historiadores, el horror de Uhda. A mí me gusta llamarle, simplemente, la desolación
A unos cientos de metros de distancia, el horizonte queda interrumpido por una cascada de estrellas que desciende desde el cielo hasta el suelo: el velo. Es precioso. Y letal.